La fiesta de rock al aire libre más grande de Latinoamérica

Manu Chao fue la gran estrella de un festival que reunió a cientos de miles de asisitentes

El festival de 45 horas de música repartidas en tres días y dos escenarios, congregó a lo largo del fin de semana a más de 250.000 personas venidas de todos los rincones de Colombia.

El telón de fondo en el que se desarrolló el evento es el de una Bogotá que no deja de sorprender, que apuesta decididamente, y como nunca antes lo había hecho, por la recuperación de sus mejores valores culturales y sociales, con la idea de consolidarse como uno de los principales destinos en Latinoamérica, fundamentando su apuesta en la enorme y positiva evolución vivida por la capital colombiana en los últimos 12 años, no en vano ha sido nombrada por la UNESCO como capital mundial del libro en 2007. La administración local ha lanzado una campaña llamada ?¿Y tú que sabes de Bogotá??, quizás la más comprometida que administración alguna haya hecho por promocionar la ciudad, en la que a través de todos los medios posibles, tradicionales y digitales, se muestra la enorme oferta que la ciudad ofrece al visitante a todo nivel, desde el ocio y la cultura (vida nocturna en ebullición, Rock al Parque, Festival Iberoamericano de Teatro, el fascinante centro experimental Maloka o el Museo del Oro), hasta otras esferas como la gastronomía, el mundo académico, la infraestructura de salud, y los centros de negocios y congresos. En lo netamente turístico hay apetecibles golosinas como un paseo en el tren de la Sabana que más parece un viaje en el tiempo con los ronquidos de su locomotora de vapor, la majestuosa Catedral de Sal de Zipaquirá, una obra maestra de la arquitectura e ingeniería subterráneas labrada en el interior de unas minas de sal o las decenas de alojamientos rurales ajenos al paso del tiempo y la civilización.

En el centro de la capital se encuentra el parque Simón Bolivar, convertido para la ocasión en epicentro del festival que comenzó el sábado 14 con un día dedicado al Heavy Metal, género que goza de amplia aceptación dentro de un segmento importante del público bogotano. Mención especial merecen algunos de los nombres de las bandas participantes en esta jornada ya que parecen extraídos de un diccionario de ocultismo magia negra: Introspección, Día de los Muertos, Fear Factory, Dead Inside, Kilcrops, Neurosis o Tenebrarum. La presentación de los bogotanos Koyi K-utho, causó sensación por el rutilante maquillaje, de estética un tanto macabra, que llevaban sus integrantes.

Lo más destacado del día vino de la mano de Horcas, de Argentina (país pionero del género en América Latina), quienes se tomaron la noche por asalto con exquisitas ráfagas de guitarreo sobre las que galopaba como un trueno la voz de Walter Meza, carismático vocalista que dedicó la actuación a Osvaldo Civile, fundador del grupo ya fallecido, y a Kraken, una de las bandas pioneras del Metal en Colombia.

El plato fuerte de la noche fue sin duda Fear Factory, una de las agrupaciones de Death/Industrial Metal con más reputación en los Estados Unidos, que ha hecho giras con gente como Black Sabbath, Pantera, Megadeth, Iron Maiden, o Rammstein. La calidad interpretativa de los músicos fue evidente, pero dos elementos jugaron en su contra, por un lado, el cantante Burton Bell tuvo algunos problemas de afinación y por otro, cuando transcurría la tercera canción se desató una tromba de agua que no paró hasta el final de la actuación.

La segunda jornada (domingo 15) estuvo destinada al punk-rock, ska, rock y una deliciosa dosis de blues a la colombiana a cargo de The Black Cat Bone. La presentación de la banda local Odio a Botero fue bien acogida por el público que ?madrugó? a verlos a la una de la tarde. División Minúscula, de México, una de las formaciones más esperadas junto a sus compatriotas Panda, dejaron una muy buena sensación entre los asistentes y en la rueda de prensa posterior a la presentación confesaron que ?Rock al Parque es un festival por encima de la música. Eso es lo mejor que le puede pasar a un evento, que trascienda lo obvio, venir a tocar, y que se convierta en una experiencia que se extienda a otros campos. Hacen falta eventos como estos en Latinoamérica y Rock al Parque sin duda es un ejemplo a seguir?, puntualizó KiKo Blake, bajista de esta novel y prometedora formación.

Telefunka aterrizó desde Guadalajara (México) con una atrevida propuesta electro-acústica-visual que parecía una especie de Kraftwerk remojado en tequila que terminó por convertirse en toda una feliz borrachera para los sentidos. El espectáculo visual de Telefunka impacta por las proyecciones, el juego de luces, los monos naranja con cascos de pilotos de combate que visten sus integrantes y los incesantes disparos de sonidos cósmicos que se hacen aún más grandes y veloces por los cambios de marcha que de repente dejan desconcertado hasta al oyente más atento y por la misma razón cautivan. Para cerrar la actuación invitaron al escenario a Tweetie González, reconocido pianista y productor argentino que ha trabajado con Fito Páez, Soda Stereo y coproductor del disco más reciente de Gustavo Cerati, Ahí Vamos, presentado hace poco en la Sala Heineken de Madrid.

Por Argentina estuvieron Karamelo Santo (interesantísima propuesta de ska) y Turf, una banda con once años de historia que hacen parte de la nueva ola del rock argentino, y quienes a pesar de beber con claridad de fuentes como Charly García, Spinetta, Virus o Los Abuelos de la Nada, han logrado consolidar un sonido propio, el sonido Turf, que mezcla, sin empalagar, rock, reggae, cumbia, e incluso sonidos setenteros de la vieja guardia. La estética de su cantante Joaquín Levinton recuerda a Mick Jagger hace 35 años. En rueda de prensa Joaquín comentaría que ?se hicieron músicos porque no querían trabajar y la música es la mejor forma de ser libres?.

Sorprendió, para quienes no los conocíamos, la actuación de The Black Cat Bone (TBCB), una banda de Blues ?orgullosamente bogotana?, según palabras del bajista. Componen y cantan en inglés, ofrecen un sonido compacto e internacional, engrasado como una máquina en perfecto funcionamiento. Cuentan con un vocalista de piel blanca, que sin cantar ni pretender imitar a un bluesman del sur del Mississippi, encaja perfectamente con una propuesta sonora en la que destacan las composiciones fáciles de digerir pero llenas de energía y emoción. La potencia vocal de TBCB se ve reforzada por el bajista y el segundo guitarra quienes alternan en coros y algunas voces solistas. El cierre de la segunda jornada corrió a cargo de la aclamada banda local La Pestilencia, quienes han sido teloneros de Metallica y Sepultura, entre otros.

Los miles de espectadores que iban viendo caer las horas y en algunas ocasiones la lluvia, podían mitigar el hambre gracias a las más típicas viandas locales: Arepa de Choclo, perrito caliente de dos pisos, pastel de yuca, empanadas de carne, o para los más atrevidos la nueva bebida energizante Coffe Cola, un refresco para los sentidos con un aromático toque de café, que muy pronto estará disponible en todas las tiendas Juan Valdéz del mundo y que debutaba oficialmente en el festival.

En la tercera y última jornada los estilos predominantes fueron reggae, dancehall y hip-hop (Nawal y Voodoo Souljah?s de Colombia y la alegre banda Papa Shanty de Venezuela), Blues a cargo del legendario músico argentino Miguel Botafogo, britpop a la mexicana con Zoe y fusión a cargo de Severa Matacera (Colombia) y Manu Chao.

El día comenzó con la presentación de un colectivo denominado Proyecto Seikywia que busca la defensa de los derechos de los indígenas de la Sierra Nevada de Santa Marta, al norte de Colombia, algunos de cuyos miembros se hicieron presentes en el escenario. Vodoo Souljah?s, una formación local influida directamente por los ritmos jamaiquinos, dinamitó el Parque a punta de dancehall, reggae y hip-hop fusionados con elementos de la música tradicional de la costa pacífica colombiana.

Zoe, una banda que ha generado grandes expectativas en su país, orienta sus pasos estéticos y musicales hacia las aguas del Britpop. Su cantante tiene el rostro delgado, pálido y lánguido, como el de un ángel caído, algo curiosamente común entre los vocalistas de algunas bandas de rock contemporáneo. El show fue serio y la sensación que dejaron muy positiva.

La Severa Matacera, de Bogotá, fue la penúltima formación en saltar al escenario. Ska, Hip-Hop fusión, ritmos colombianos tropicales, mensajes de transformación, libertad y reflexión son el cóctel que en permanente agitación dan vida a su esencia musical. Es un grupo difícil de encasillar en un género. Descargaron un directo emotivo que en ocasiones aquejó irregularidad, por lo que el contacto con el público recordaba las intermitentes de un coche, a veces al rojo vivo, a veces apagadas.

Hay cantantes que para despertar a una audiencia adormecida dan alaridos, se contorsionan, levantan las manos o directamente piden al público que salte; y por cortesía o complicidad, la gente termina accediendo. No es el caso de Manu Chao. En Rock al Parque, evento al que asistía por tercera vez, el más global de los artistas antiglobalización no precisó de artificios ni malabares para que la gente respondiera; su música y su directo (con la banda Radio Bemba como cómplices de lujo) provocaron un colosal tsunami del que hasta el mismo cielo quiso hacerse partícipe soltando chaparrones como aplausos. Cantó en inglés, francés, español e italiano. Aplicó cambios de ritmo brutales, contagiosos y creativos, que vacunaron a la audiencia contra la pasividad. No se puede combatir la violencia con violencia, dijo en alusión a la guerra ?preventiva? de Irak. ?Sube Bogotá sube?, arengaba con la frente cubierta con una bufanda jamaiquina y la gran plaza central del Parque parecía hundirse. Manu Chao es un carnaval ambulante de colores y estribillos tan elementales como memorables (Mentira, Welcome to Tijuana, Me gustas tú, Por el suelo), es un circo del sol musical que dispara ráfagas de vientos y tormentas de tambores. Antes de despedirse regaló a los 100.000 espectadores que abarrotaban la plaza una versión muy peculiar de la mexicana ?Volver?, en una interpretación entre bolero y ska que recordó inevitablemente a los geniales Café Tacuba.

Rock al Parque está en un momento dulce de su historia y la presente edición no defraudó. Bandas de todo el continente se pelean por asistir y las listas de espera son cada vez más largas. Los escenarios, el sonido y la iluminación están al nivel de los grandes festivales europeos, pero aparte de servir de puente de comunicación al interior del continente, el festival necesita convertirse en punto de mira para bandas europeas y concretamente españolas (Seguridad Social estuvo en la primera edición) que quieran fortalecer realmente sus lazos con Latinoamérica, porque se generaría un puente de ida y vuelta de mutuo beneficio. Rock al Parque ha sido declarado Patrimonio de la ciudad por la Alcaldía de Bogotá, lo cual garantiza su continuidad por encima de intereses políticos, es un evento totalmente gratuito que además, fue retransmitido íntegramente por la televisión local.

Por varias razones Rock al Parque es un festival sui generis. No está permitida la venta de bebidas alcohólicas y tampoco se puede fumar a pesar de tratarse de un recinto al aire libre. No se puede entrar con cinturones metálicos y tanto ellas como ellos deben despojarse de zapatos y calcetines como parte de las requisas rutinarias de seguridad en las puertas de acceso. Los conciertos comienzan a la una de la tarde y terminan religiosamente a las 10 de la noche. Dado que Colombia es un país ecuatorial que carece de estaciones, a las 6:30 de la tarde la oscuridad es absoluta, algo que se repite cada uno de los 365 días del año. De las 80 mil personas que asistieron en 1985 al primer Festival (en el que participó Seguridad Social), se ha pasado ha convocatorias cada vez más masivas. En esta ocasión la cifra superó las 250.000 personas. El recinto donde se celebra, el parque Simón Bolívar, es más grande en extensión que el Central Park de Nueva York.

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