Carta abierta a Mario Casas: el valor de la amistad
Nos dirigimos al actor tras ver su sincera entrevista en el programa de Bertín Osborne
Entre el picante de la comida mexicana y tu pique al pimpón, nos dejaste, Mario, valiosas lecciones de amistad y de filosofía de vida. De digestión del éxito. De humildad y carácter. Entre el sofá de Bertín Osborne y las bromas sobre el sexo en los rodajes nos mostraste a una persona sencilla a la que la cámara ha catapultado, pero que entiende su fama como lo que es, la consecuencia de un trabajo que adora.
En la entrevista del pasado miércoles en TVE, evidenciaste, Mario, cuánto se equivocan aquellos que se niegan a apartar las cortinas del prejuicio -yo, el primero- sin tener la oportunidad de conocer lo desconocido. Es más cómodo caer en juicios de valor sobre personas y cosas que no se conocen; pero también resulta más estúpido.
El espectador que se acercase a esta entrevista con la mentalidad abierta, dispuesto a dejarse sorprender, se sorprendería. Descubriría a un chico de 29 años que aborda sus éxitos con humildad y prudencia, a la vez que afronta sus miedos con serenidad.
Los más de 2,7 millones de personas que siguieron la entrevista entenderían, imagino, que tras todo éxito prolongado en el tiempo, como es el tuyo, no puede existir únicamente un físico imponente, la suerte o el hecho de ser el chico de moda. Las modas son pasajeras, los chicos guapos los hay por doquier y la suerte es una amante poco fiel. Detrás de tus logros hay un trabajo, un esfuerzo y, probablemente, momentos de sufrimiento.
Trabajo que, por una parte, todos podemos juzgar y cuya exposición invita a esto precisamente. Bajo mi criterio, has efectuado una gran evolución como actor y creo que aún hay terreno para las mejoras. Seguro que llegarán, por la actitud que muestras y por los magníficos profesionales que te rodean y que quieren compartir proyecto junto a ti, lo cual dice mucho de tu valor como actor.
Después, a la sombra, existe el trabajo y el esfuerzo que no llega al gran público. El de cada día, el que más pesa sobre la espalda y que ya conocías antes de probar suerte en Madrid como actor, bien en la fábrica de repuestos de baño o bien como vendedor de productos de limpieza. Lo que tocaba. Como tantos actores. Como tantas otras personas. Que nos olvidamos, público y periodistas, que tras el foco de la fama está la persona.
Y nos enseñaste, Mario, el valor de la amistad y la importancia de tener junto a ti a un círculo pequeño pero auténtico de personas que realmente te siente y te quieren. Tus padres, tus hermanos, tus amigos de toda la vida y tu chica. Las palabras que en esta entrevista dedicaste a cada uno de ellos no dejan lugar a dudas del vínculo que te une a todos ellos. Un vínculo de vida. Ese círculo ha sido la fuerza en los momentos de debilidad, la luz cuando la fama te cegó y es tu rincón de conford en medio de la locura mediática en la que vives inmerso.
Ahí entramos nosotros, periodistas y medios. Te quejaste durante la entrevista en el programa de Bertín de ciertas informaciones publicadas sobre ti. No te falta razón. Pocos actores jóvenes han soportado el prejuicio de los periodistas y críticos como lo has hecho tú; una opinión preconcebida sobre tu trabajo que los más ineptos la han extendido a tu persona, dando por válida cualquier historia que emborronase tu imagen… porque tristemente, lo negativo resulta más atractivo. Y esto, Mario, ya no es solo un problema de prensa, sino de sociedad.
Por eso fue tan valiosa la imagen que mostraste en el programa, poniendo en valor el amor de tu gente como fuente de energía y motor de vida. Porque si algo vimos en el sofá de Bertín, amén de que Mario Casas parece un tipo excepcional, es que es un tipo que se ha hecho a sí mismo y que se puede enfrentar a la soledad pero porque sabe que, en la distancia, nunca estará solo. Siempre los tendrá a ellos: novia, amigos, padres, hermanos… Para cada uno de ellos un pequeño guiño en forma de discreto tatuaje.
Sin pretenderlo, Mario, nos enseñaste mucho con tu entrevista; nos recordaste algo tan valioso como que la amistad verdadera es impagable.