Especial
David Solans: “Cuando cambias el modo de ver las cosas, las cosas cambian”
Entrevistamos al actor David Solans, uno de los protagonista de la serie Merlí
Bruno Bergeron es un adolescente perdido, un digno heredero de la esencia más característica de cada uno de sus parientes. La sensibilidad de su madre, la ironía de su padre y la teatralidad de su abuela (madre del profesor) son los pilares de este curioso, sensible y cauteloso joven.
Un buen día, la madre decide dejar Barcelona y marcharse a Roma, en busca del amor y quién sabe de si dar un giro a su vida. No solo cambia su vida, también la de su hijo Bruno que, de la noche a la mañana, se ve obligado a convivir con su padre, Merlí Bergeron, un tipo nada convencional al que Bruno no conoce muy bien ni tampoco quiere dejarse conocer por él. Padre e hijo, más que quererse, se soportan. Lo que no espera Bruno es que Merlí también pase a ser su profesor de filosofía, con sus particular modo de ver la vida. Esto cambiará la manera de encarar el destino de Bruno y del grupo de alumnos de su clase que, como cualquier grupo de jóvenes, experimentarán lo que es el amor, los errores, el fracaso, los triunfos, la ilusión...
Bruno es David Solans, uno de los protagonistas principales de la serie Merlí que este otoño ha arrasado en Cataluña y que ahora estrenará -muy pronto- laSexta para todo el territorio nacional.
David Solans es un chico que guarda muchas semejanzas con su personaje; probablemente, más de las que él imagina. Muy sensible y de gran inteligencia emocional, David ha pasado por películas y series (Bajo Sospecha, entre otras) con el único deseo de crear. Es su vocación: crear. Ya sea como director, guionista o actor... él siente la necesidad de expresar lo que le sale de dentro. Tan solo tiene 19 años, pero su fuerza interior, su ingenio y su imaginación le permitirán llegar hasta donde él esté dispuesto a soñar.
En la interpretación, si no puedes hacer o entender algo, tus personajes tampoco podrán. Si no sabes bailar, tu personaje tampoco sabrá. Si no sabes ser simpático, cantar o simplemente escuchar, tu personaje tampoco. Bailar, algo que a priori me parecía un gran reto, no fue nada comparado con la dificultad de entender la danza. Encontrar belleza en la perfección de un movimiento, transmitir una emoción con una mirada, hacer fácil lo difícil. Bruno no es un gran bailarín, incluso el mismo lo reconoce, pero encuentra en la danza aquello que esta al alcance de pocos: la belleza.
Por otra parte, películas como “Krámpak” o “Tormenta de Verano” fueron grandes referentes para entender, no el echo de enamorarse de otro hombre (aquí no hay nada que entender), sino el miedo a compartirlo con el mundo. Entender esa especie de lucha entre el deseo y la lógica social.
La primera lectura de guión no sabia como defender mi personaje (siempre me pasa al principio). El guión aparentemente solo muestra una pequeña parte, la punta del iceberg. Hay que leer entre líneas y comprender (por experiencias propias o referencias) las autenticas necesidades del personaje. Eso creo que fue lo más difícil.
Creo que la filosofía puede empalmar a cualquier adolescente, pero no la asignatura. En un país donde la educación consiste en memorizar respuestas, cumplir horarios y aprender a hacer ecuaciones de cuarto grado no hay lugar para esta signatura. Uno debe encontrar preguntas en la filosofía, no respuestas. La filosofía y el arte nos muestran que el mundo en el que vivimos esta por debajo de nuestros deseos; y eso, a diferencia de los animales, nos hace ser críticos.
Un profesor como Merlí, apasionado y poco ortodoxo, consigue empalmar con la filosofía porque despierta un sentimiento critico en sus alumnos, cuestiona y provoca constantemente, y comete errores. Pero son pocos los profesores que consideran que es más importante la brújula que el cronometro.
Sus ganas de. Bruno es consciente de todo aquello le rodea, conoce bien lo que le gusta y lo que no aunque su actitud sea pasiva. Convive con ello aunque siempre deja la puerta abierta al cambio.
No es incoherente, simplemente cuestiona constantemente y extrae nuevas y modificadas conclusiones, cuyas defiende con uñas y dientes hasta que cambia de idea, si es necesario. Creo que esa actitud, junto con la translucidez del personaje también me definen a mí como persona.
Bruno me enseño a ser más feliz, a estar bien con uno mismo. Que todos nuestros problemas, nuestros miedos y nuestras preocupaciones son tan importantes como uno quiera que sean. Todo es relativo. Cuando uno tiene miedo al cambio es porque siente que la gente no le entenderá y esa realidad se refleja constantemente en Merlí.
Hay muchos personajes infelices, en una especie de estado de resistencia, como en un flotador que les salva de ahogarse pero no les permite avanzar. Merlí me enseño que cuando cambias el modo de ver las cosas, las cosas cambian.
Merlí parte de tópicos; en cada clase hay un tímido, un bromista, un guapo, un ingenuo, un rebelde... Y todos hemos tenido un profesor estricto y/o conservador, al igual que un profesor tierno y paciente.Pero los personajes se alejan de estos a lo largo de la serie, dando distintos matices y evoluciones, llegando a conocer todas sus caras.
Creo que Merlí refleja muchas de las preocupaciones reales de los alumnos, padres y profesores, pero la realidad en la ficción evidentemente esta al servicio de la historia.
No lo se. Supongo que una serie juvenil protagonizada por un profesor de filosofía poco ortodoxo, de entrada, suena bien. Por otro lado, es sorprendente la cantidad de gente que me ha comentado cómo Merlí consiguió agrupar a toda la familia los lunes por la noche y como daba pie a debatir temas aparentemente incómodos.
Creo que Merlí ha gustado tanto entre los jóvenes de Cataluña porque Héctor Lozano, guionista y productor, escribió la serie que él querría haber visto de pequeño.
No estoy capacitado para predecir si Merlí pasará de manera desapercibida o si logrará una audiencia constante, si gustará o no; pero el trabajo está hecho, y si puede llegar a un mayor un numero de personas, mejor. Sinceramente, creo que tan solo el hecho de que Merlí pueda verse doblada o subtitulada al castellano, ya es motivo de celebración. Prefiero siempre la versión original, pero creo que así puede llegar a todo tipo de público.
En la primera temporada decidimos enfocar a Bruno con un constante malestar, como un personaje incompleto con miedo a mostrarse. Por eso llevaba el pelo corto, como un marine o un preso, y agacha la cabeza constantemente. Solo en los momentos más íntimos o en los últimos episodios Bruno se muestra tal y como es.
En la segunda temporada veremos un Bruno más divertido y seguro, pero las personas tampoco cambian de la noche a la mañana.
Fue un proyecto muy divertido. Grabando una serie ambientada en los años 50 uno se siente como un niño. Vistes como vestían tus abuelos, hablas y actúas como ellos siempre te han contado que hacían en sus batallitas. Es divertido salir del camión de vestuario peinado y vestido como un “marqués”, es como una especie de juego permitido. Cuando más se aleja de ti un personaje o el mundo que le rodea, más gratificante es la oportunidad de descubrir, entender y aprender.
En los próximos meses no mucho [ríe], pero actualmente estoy trabajando en un guion para un largometraje. Empecé queriendo ser director y me gustaría si más no intentarlo. La interpretación me ha enseñado mucho tanto a nivel humano como a nivel profesional. Cada rodaje es un mundo: distintos actores, diversos estilos de producción, presupuestos altos, bajos, con frío, viento, calor… Pero la vara de la experiencia, en mi caso más que modesta, te ayuda a detectar todo aquello que no te gusta, permitiéndote corregir y avanzar. Dejamos la escuela, pero no deberíamos dejar de aprender.