Do you remember? 10 cosas que se hacían en los conciertos y ahora han pasado a la historia
Esos tiempos de mecheros en alto... y tal
Hubo un tiempo en el que los mecheros -y no los móviles- eran los auténticos medidores de emociones de un concierto. Sí, un tiempo en el que estos eventos eran más apretados y pirómanos, y sin ningún matiz 2.0.
Repasamos diez cosas (y seguro que hay más) que, en menos de una década, han cambiado drásticamente el paisaje y las costumbres de los conciertos. ¿A qué algunas te suenan decimonónicas?
1. Comprar las entradas era una historia.
Lo de la compra online era demasiado futurista. Lo suyo era desplazarse a un punto de venta físico, que no tenía por qué estar cerca de tu casa y que, por alguna razón, no admitía el pago con tarjeta (y estas sí existían, que conste). Si era un concierto muy demandado, tocaba hacer cola en la calle durante horas.
2. Aunque lo de las entrada física tenía sus ventajas...
No hay duda de que aquellas entradas exclusivas (no se podìan imprimir más en casa) que comprabas en papel tenían su encanto y un diseño más cuidado que el de las actuales. Por eso se convertían en trofeos que se coleccionaban y se exhibían en carpetas o en el corcho de la habitación.
3. Moda fake: ese merchandising falso
Qué tiempos en los que el recinto del concierto estaba rodeado de puestos en el suelo que vendían camisetas, mecheros y todo tipo de material con el nombre del artista. Y todo más falso que un billete de Monopoly. Así estaban los precios de ajustados.
4. Descubrías canciones en los conciertos...
Ahora lo normal es que te las sepas todas gracias a internet. Incluso aquella que el artista, tal vez, ha interpretado solo en directo, está disponible en YouTube.
5. Mechero vs. móvil
Pero si hay algo que ha cambiado el paisaje de los conciertos es la sustitución de mecheros por móviles en esos momentos de clímax en los que el artista está interpretado la balada más emotiva de su repertorio. El quemarse el pulgar por sostener el encendedor es viejuno, viejuno.
6. Solo mirabas (y no grababas ni instagrameabas)
El uso del smartphone no solo ha sembrado los auditorios de luces más blancas y tecnológicas; también ha despertado nuestro afán por registrar todo con sus cámaras. Se trata una práctica que no gusta a algunos artistas, quienes consideran que la gente ha dejado de disfrutar del show 'en directo', para hacerlo a través de la pantalla de su móvil. Si antes se miraba todo sin filtro, también es cierto que había que esperar al día siguiente (a la crónica del periódico o a la de los amigos) para saber qué había ocurrido en un show. Hoy las redes están llenas de flashes de información instantánea.
7. Como sardinas en lata
Hasta hace no mucho, aventurarse en la primera fila de un concierto constituía una aventura de alto riesgo por la estrechez y la alta tasa de ocupación por centímentro cuadrado. Las nuevas normativas de aforo de las salas han conseguido que el que se encuentra a tu lado no esté, literalmente, casi subido a tu chepa. ¡Pero si uno está a sus anchas!
8. Salías con olor a humo...
¿Qué era un concierto sin tabaco? Algo impensable. Sin embargo, aquello terminó con la ley antitabaco de 2006.
9. El que estaba a tu lado nunca era menor y su padre no estaba detrás
En la década anterior, la entrada de los menores a conciertos estaba vetada en muchas comunidades. Sin embargo, en los últimos años esto ha ido cambiando. Actualmente, Cataluña permite la entrada libre a mayores de 16 años, y con acompañante a los menores de esas edad. En Madrid, desde 2015 se permite la entrada a menores de 18 con acompañante. Los menores deben ser identificados de algún modo para que no se les venda alcohol.
10. Llevar alguna voz o sonido enlatado era considerado un fraude
Hay que remontarse a los 90. Aunque la música electrónica ya hacía estragos, todos coincidían en las dificultades que entrañaba trasladarla al directo. Eran tiempos en los que un concierto se entendía como un espectáculo de guitarras e intrumentos orgánicos. En ese escenario, un David Guetta levantando las manos de su mesa durante su actuación mientras la música seguía sonando hubiera hecho que fuera visto como un impostor.