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Un paseo por el festival más salvaje del mundo
Burning Man es una de las citas más extravagantes del planeta. Allí vale todo, desde el nudismo a los atuendos más disparatados. Y todo, con la sostenibilidad por bandera.
Siete días, 70.000 personas y un escenario muy especial: el desierto de Black Rock, en Nevada (EEUU). Son las principales coordenadas del Burning Man, considerado por muchos el festival más original, salvaje y rompedor del planeta, que tendrá lugar del 27 de agosto al 4 de septiembre. Una gigantesca fiesta de una semana de duración para la que se crea, en medio de la nada, toda una ciudad efímera, Black Rock City, que desaparece sin dejar rastro tras la ceremonia culminante: la quema simbólica de una gran efigie de madera, conocida como el Hombre, durante la última noche del festival, víspera del Día del Trabajo en EEUU.
En Burning Man nada es como en el resto del mundo. Una vez se paga la entrada –al nada desdeñable precio de 425 dólares, aunque hay una opción más asequible para quien no pueda permitírselo– el dinero deja de tener sentido. Nada se compra ni se vende, sino que se regala o, como mucho, se intercambia: los comercios no existen, y en su lugar afloran los establecimientos particulares en los que encontrar prácticamente cualquier cosa y llevársela de forma gratuita. No hay cobertura móvil, y el rastro de civilización más cercano, una gasolinera, se encuentra a 40 kilómetros.
Hippies del siglo XXI
Creado en 1986, el Burning Man encarna para muchos el espíritu hippie que causó furor a finales de los años 60. Una filosofía que se plasma en sus 10 “mandamientos” principales: la inclusión, el regalar, la desmercantilización, la autosuficiencia, la autoexpresión, el esfuerzo comunitario, la responsabilidad cívica, el vivir sin dejar rastro, la participación y la inmediatez. Todo ello convierte durante una semana a Black Rock City, según los que han vivido la experiencia, en “el lugar más feliz del mundo”.
Y es que, con la base del respeto al prójimo y al medio ambiente, todo está permitido en Burning Man. Desde el nudismo, que practica un gran porcentaje de los asistentes e incluso familias enteras, a la circulación de los vehículos más estrambóticos y originales, generalmente autopropulsados. Desde los atuendos más pintorescos hasta los comportamientos más extravagantes. Burning Man es, ante todo, una explosión de creatividad comunitaria. Algo parecido a una gigantesca y masiva performance al aire libre.
El templo de sanación
Este año, la nueva edición de Burning Man viene precedida de una gran expectación. Y es que, tras tres años de espera, el festival presenta su primer templo físico desde que se desató la pandemia, bautizado como Temple of the Heart. Se trata de una colosal estructura cuya forma se asemeja a una flor del desierto invertida, y que ha sido creada por los artistas Ela Madej y Reed Finlay.
Según ambos, la función de este templo será evocar una "cálida energía femenina" que promueva sentimientos de “aceptación, protección y amor maternal” en los visitantes. Un espacio sagrado creado para que la comunidad “procese el dolor, sane y se reconecte con sus emociones”.
Sea efectivamente un lugar para curar el alma o una simple excusa para pasarlo en grande sin más normas que las que dicta el sentido común, una cosa está clara: en Burning Man todo es posible.