‘La mujer que soy’: 13 momentos clave de este relato lleno de revelaciones que retrata la dura vida de Britney Spears

Ya están a la venta en España sus polémicas memorias

Portada de libro de Britney Spears, 'La mujer que soy'.

Portada de libro de Britney Spears, 'La mujer que soy'. / Imagen cedida por Plaza & Janés

La mujer que soy ha llegado este 26 de octubre a las librerías españolas después de haber salido antes en Estados Unidos. Llevamos días escuchando hablar de las memorias de Britney Spears y, por fin, las podemos leer en nuestro país.

“Fueron tantas las ocasiones en las que tuve miedo de hablar porque me aterraba que alguien pensara que estaba loca. Pero ahora he aprendido la lección, por las malas. Tienes que decir lo que sientes incluso aunque te dé miedo. Tienes que contar tu historia. Tienes que alzar tu voz”, cuenta en el libro.

Después de haber visto como los demás contaban su historia y construían un retrato de quién es ella, toma la palabra para compartir su propia versión de lo que ha vivido y sentido en todos estos años. Y parece que, en esta ocasión, su libertad recién adquirida, ha evitado todo tipo de filtros y habla sin tabúes ni miedos.

En el libro que repasa todos los aspectos de su vida desde su infancia traumática a sus inicios en la música pasando por sus tormentosas relaciones o la tutela de su padre. Una vida con muchos altos y bajos con la música siempre de telón de fondo: “Cuando estaba ensimismada en mis pensamientos, mi mente se llenaba de preocupaciones y miedos. La música acallaba ese ruido”.

Britney Spears reacciona a lo que se está diciendo de su libro: “No me gustan los titulares que estoy leyendo”

#1. Infancia

Britney relata una infancia dura en una casa donde su padre estaba borracho día sí y día también y su madre no paraba de gritar. Y ella bailaba sobre las mesas para llamar la atención. Recuerda tiempos de vivir en la pobreza extrema y otros donde non faltaba de nada.

Yo quería ser una estrella como Madonna, Dolly Parton o Whitney Houston. También tenía sueños más sencillos, sueños que parecían aún más difíciles de conseguir: Quiero que mi padre deje de beber. Quiero que mi madre deje de gritar. Quiero que todos estén bien”, recuerda de aquella época.

Su familia tiene un currículum complicado. Habla de su abuelo June que asegura que era un maltratador y, según una de sus hijas, un depredador sexual. June envió al psiquiátrico a sus dos mujeres. La primera, la abuela de Britney, se acabó suicidando de un disparo en el pecho sobre la tumba de su hijo, fallecido a los tres años.

Su madre llegó a un pueblo como Kentwood con su abuela y siempre se sintió atrapada e inculcó a su hija la obsesión por salir de ella. Madre e hija solían evadirse juntas: “Tomábamos daiquiris. Me encantaba beber con mi madre. No tenía nada que ver con la forma en que lo hacía mi padre, que se volvía más depresivo y se encerraba en sí mismo. Nosotras estábamos más contentas, más vivas y con más ganas de aventura”.

Britney Spears y su madre.

Britney Spears y su madre. / Kevin.Mazur

#2. Una niña precoz

Su estilo de vida hizo que probara cosas muy rápido. Habla de su primer beso que fue con Justin Timberlake cuando estaba en el programa de Disney Channel y jugaron a beso, verdad o atrevimiento. Tenía solo 10 años.

También habla de su primera vez con el alcohol que fue a los 13 años. La misma edad a la que empezó a fumar, a conducir y a enrollarse con chicos. De hecho, perdió la virginidad con 14 con un amigo de su hermano mayor que se convirtió en su primer amor.

“Ya había empezado mi lucha interna: una parte de mí quería seguir trabajando para alcanzar su sueño; la otra parte deseaba llevar una vida normal en Luisiana”, dice sobre aquellos momentos.

Britney Spears, en 1998 en Los Angeles, California.

Britney Spears, en 1998 en Los Angeles, California. / L. Busacca

#3. Baby…On more time

Cuando le ofrecieron grabar un disco con el productor de Backstreet Boys se centró en el trabajo y pasaba horas y horas encerrada en la cabina. Su gran baza era Baby…One more time. Recuerda que la noche antes de grabarla estuvo escuchado Tainted Love de Soft Cell.

“Me quedé despierta toda la noche para que así cuando llegara al estudio cansada mi voz tuviera aquel matiz. Funcionó. Al cantar mi voz sonó rasgada, por lo que parecía más madura y sexy”, asegura.

El videoclip forma parte del imaginario visual de muchos y asegura que la idea del instituto fue suya, no le convencía el rollo Power Rangers que le propusieron. Era una divirtiéndose, pero con las ideas muy claras.

“Para mí, no se trataba de posar y sonreír. Encima del escenario yo era como un jugador de baloncesto corriendo por la cancha. Dominaba el balón, dominaba la pista. No le tenía miedo a nada. Sabía cuándo lanzar a canasta”, escribe.

#4. Las primeras críticas

Cuando salió aquel vídeo empezaron a llegar las primeras críticas por algo que le ha acompañado siempre, la sexualización de su imagen.

“Nunca supe muy bien qué esperaban todos esos críticos que hiciera. ¿Imitar a Bob Dylan? Era una chica adolescente del sur de Estados Unidos. Firmaba mi nombre con un corazón. Me gustaba ir mona. ¿Por qué todo el mundo me trataba, incluso de adolescente, como si fuera peligrosa?”, reflexiona.

Por aquel entonces tenía 17 años y eran pocos los que se la tomaban en serio. “Era como si pensaran que por ser sexy tenía que ser estúpida. Que por tener buen cuerpo era inconcebible que tuviera talento”, expresa.

Empezó a sufrir los primeros episodios de ansiedad: “Empecé a leer libros religiosos, como por ejemplo la serie Conversaciones con Dios de Neale Donald Walsch. También empecé a tomar Prozac”.

#5. La serpiente enroscada

Es difícil no recordar aquella actuación en los MTV VMA de 2001 en la que salió con una serpiente enroscada al cuello. Estaba en un momento álgido de su carrera e interpretaba I'm a Slave 4 U. Salió de una jaula que compartía con un tigre y se enroscó aquella pitón albina.

En el libro también habla de aquel icónico momento: “Todo lo que sabía era que debía bajar la mirada, porque sentía que si la alzaba y encontraba sus ojos me mataría. La serpiente puso la cabeza justo delante de mi cara y empezó a sisear. No viste esa toma en la televisión, pero ¿en la vida real? No dejé de pensar: ‘Joder, ¿en serio? Esta serpiente me está sacando la puta lengua’”.

Britney Spears, en los MTV Video Music Awards 2001.

Britney Spears, en los MTV Video Music Awards 2001. / Scott Gries

#6. El rodaje de Crossroads

Era 2002 cuando Britney participaba en la que fue su primera y también su última película: Crossroads. No disfrutó de aquella experiencia porque se metió demasiado en el papel y luego no sabía salir de él.

Me volví incapaz de distinguir cuando la cámara estaba encendida o apagada. Solo puedo decir que menos mal que Lucy era una chica dulce que escribía poemas diciendo que ya no era una niña pero que todavía no era una mujer, y no una asesina en serie”, bromea sobre el asunto.

A la premier acudió con Timberlake. Era la época en la que todo el mundo les quería en sus alfombras rojas. En la 28º gala de los American Music Awards pudimos verles vestidos a juego con sus conjuntos vaqueros y fue una auténtica revolución. “En el sur, a las madres les encanta llevar a sus hijos a la iglesia vestidos a juego”, explica sobre aquella decisión.

Britney Spears y Justin Timberlake, en los American Music Awards.

Britney Spears y Justin Timberlake, en los American Music Awards. / Frank Trapper

#7. Su relación con Timberlake

Pocas veces hemos escuchado a Britney hablar de su mediática relación con Justin Timberlake cuando era casi una adolescente, pero en el libro se despacha a gusto. Le acusa de ser infiel constantemente con bailarinas, fans y “una mujer muy famosa que ahora está casada y tiene hijos”.

Pasó por alto ese comportamiento. “Decidí obviarlo todo porque estaba enamorada de él”, admite. Y sí, habla de su embarazo en aquel momento. “Fue toda una sorpresa, pero para mí no fue ninguna tragedia. Quería a Justin con locura. Siempre me había imaginado que formaríamos una familia juntos. Pero Justin no se tomó la noticia del embarazo demasiado bien. Dijo que no estábamos listos para tener un bebé en nuestras vidas, que éramos demasiado jóvenes. Si Justin no quería ser padre, no me quedaban muchas opciones. No quería forzarlo a hacer algo que no quisiera. Accedí a no tener el bebé”, recuerda sobre aquel momento tan duro.

Eran tiempos de acoso mediático y quisieron ocultar el embarazo, así que no acudieron al médico, sino que la convencieron para que se tomara unas pastillas en casa.

Britney Spears y Justin Timberlake en la Super Bowl XXXVI.

Britney Spears y Justin Timberlake en la Super Bowl XXXVI. / Denise Truscello

“Enseguida empecé a notar unos calambres insoportables. Me metí en el baño y me quedé allí dentro durante horas, tumbada en el suelo, llorando y gritando. Quería algún tipo de anestesia. Quería ir al médico. Estaba tan asustada. Me quedé allí tumbada preguntándome si me iba a morir...”, relata sobre el infierno que fue para ella.

Según Britney, fue él quien rompió la relación a través de un mensaje de texto que ella leyó durante la grabación del videoclip Overprotected. Después de hacerlo se marchó a su pueblo a llorar, incapaz de hablar siquiera del tema.

Él lanzó Cry me a river, todo un éxito en el que la acusaba de haberle puesto los cuernos y los fans no dejaban de atacarla por eso. “En los medios de comunicación me describieron como una ramera que había roto el corazón del chico favorito de Estados Unidos. Pero la realidad es que yo estaba comatosa en Luisiana mientras él campaba felizmente por Hollywood. Solo diré que Justin nunca mencionó todas las múltiples veces que él me engañó a mí. Creo que Justin no se dio cuenta del poder que tenía para demonizarme. Creo que todavía a día de hoy no lo ha entendido”, asegura.

#8. Desmentida su virginidad

En aquellos inicios de Britney y durante su relación con Timberlake se vendió la imagen de una chica inocente y virginal. Hasta que él contó que se habían acostado, para ella supuso una liberación porque ya no tenía que guardar una imagen que era irreal.

Así que ya no ocultaba sus relaciones y tuvo un affair con Colin Farrell que ahora define como “dos semanas de refriega”.

Britney Spears y Colin Farrell, en un estreno en 2003.

Britney Spears y Colin Farrell, en un estreno en 2003. / Kevin Winter

#9. Punto de inflexión

Todo cambió a raíz de una entrevista en la que volvieron a acusarla de ser un mal ejemplo. Diane Sawyer logró hacerla llorar pidiéndole explicaciones sobre lo que le había ello a Timberlake.

“Aquella entrevista supuso un punto de inflexión en mi interior, habían dado a un interruptor. Sentí cómo algo oscuro penetraba en mi cuerpo. Como un hombre lobo, sentí cómo me transformaba en una mala persona”, reconoce.

Fue cuando comenzó la época rebelde de Britney que, en tan solo dos años, tuvo boda en Las Vegas con un amigo de la infancia. “Me encontraba francamente borracha y, probablemente, en un sentido más general en ese momento de mi vida, muy aburrida”, admite sobre aquella decisión. Tuvo también una gira que no quería hacer: “Rezaba todas las noches: ‘Dios, tan solo haz que me rompa un brazo. Haz que me rompa una pierna’”, recuerda. Y, por si fuera poco, tuvo otra boda y dos bebés.

#10. Embarazos

En tan solo dos años se quedó embarazada de sus dos hijos. “Dos apuntes sobre estar embarazada: me encantaba el sexo y me encantaba la comida”, asegura. Pero su marido, Kevin Federline, pasaba poco tiempo en casa.

La prensa estaba pendiente de cada detalle. “¡Britney se ha puesto enorme! ¡Mirad, no lleva maquillaje! Como si engordar fuera algo malo que les hubiera hecho a ellos personalmente, como una traición. ¿En qué momento prometí seguir teniendo diecisiete años el resto de mi vida?”, se pregunta sobre aquel acoso mediático que recibió.

Britney Spears y Kevin Federline, esperando un hijo.

Britney Spears y Kevin Federline, esperando un hijo. / Jeffrey Mayer

Tenía solo 23 años, un bebé en casa y otro en camino mientras padecía una depresión no diagnosticada y un marido que se negaba a verla. Vamos, un infierno. De hecho, cuenta que cuando un amigo le preguntó cómo se sentía, se dio cuenta de que nadie le había hecho esa pregunta antes.

No quería que nadie tocara a sus bebés. “Quería meterlos otra vez dentro de mí para que el mundo no tuviera acceso a ellos”, confiesa.

En esa situación se enganchó al Adderall, “la anfetamina que recetan a los niños con déficit de atención e hiperactividad, me hacía sentir menos triste”.

“Sé que en esos momentos debes centrarte solo en ser madre, pero me resultaba difícil sentarme y jugar con ellos a diario, poner la maternidad por delante. Lo que ahora veo claro y no era capaz de ver entonces es que me habían despojado de cualquier atisbo de vida normal: cometer los errores normales de una madre novata con dos bebés”, recuerda de aquellos momentos.

Britney Spears y su hijo Sean Preston, en 2006.

Britney Spears y su hijo Sean Preston, en 2006. / Mel Bouzad

#11. La cabeza rapada

Aquellos fueron momentos muy complicados y no ayudó la viralización de las imágenes que mostraban su rapado de cabeza. “Con la cabeza rapada, todo el mundo se asustaba de mí, incluso mi madre. Nadie quería hablar conmigo porque estaba muy fea”, admite.

“Mi melena constituía gran parte de mi atractivo; eso lo sabía bien. Raparme al cero fue una manera de decirle al mundo: ‘Que os den’. ¿Queréis que sea la chica de vuestros sueños? Que os den. ¿Queréis que sea buena para vosotros? Que os den. Llevaba años siendo la niña buena. Sonreía educadamente en los programas de televisión mientras los presentadores me miraban los pechos lascivamente, mientras los padres estadounidenses afirmaban que estaba destrozando la vida de sus hijas por llevar un top ombliguero. Y estaba harta”, justifica su comportamiento extremo.

Britney Spears, en 2007, su año de declive.

Britney Spears, en 2007, su año de declive. / New York Daily News

Luego llegó la actuación de los MTV donde ella no lo hizo todo lo bien que hubiera podido porque no se sentía bien consigo misma y no tuvo mucho tiempo para ensayar. Y, por si no fuera suficiente, su ex se salió.

“Seguramente no debería reconocerlo, pero estaba hecha un basilisco. Tomaba un montón de Adderall. Comportarme de manera tan salvaje me hacía sentir radical. Ser tan distinta a como todo el mundo deseaba que fuera. Hablaba como si estuviera loca. Siempre la liaba, en todas partes, incluso en los restaurantes. Voy a decirlo claro: era mala. Aunque a lo mejor no era tan mala, sino que estaba muy, pero que muy cabreada”, reconoce sobre su comportamiento en aquella época de tanto malestar.

#12. Su cárcel de 13 años

Ante esta Britney tan enfadada “debido al dolor de lo que reconozco ahora como una grave depresión postparto, la tortura de ser separada de mis dos bebés, la muerte de mi adorada tía Sandra y el acoso constante de los paparazzi, sí que empezaba a pensar, en cierto sentido, como una niña”.

Y fue entonces cuando empezó a ser tutelada y comenzó su mayor calvario, el tiempo en el que su padre la chantajeaba con no ver a sus hijos si no hacía lo que quería. Ellos eran lo más importante y cedió a esa pérdida de libertad por ellos.

Hizo lo que pidieron, pero sin ganas. “Me convertí en un robot. Pero no en un robot cualquiera, sino en una especie de niña robot. La curatela me despojó de mi esencia de mujer, me convirtió en una niña. Cuando estaba sobre el escenario era más bien un ente, no una persona. Contenerme en el escenario era mi manera de rebelarme, aunque yo fuera la única que lo supiera. Bailaba los pasos, pero no le ponía aquel fuego que tenía antes. Disminuir la energía sobre el escenario fue mi propia versión de ralentizar la producción de una fábrica”.

Acabaron ingresándola en un centro de rehabilitación donde dejó de ser persona, pero donde descubrió, gracias a una enfermera que había todo un movimiento #FreeBritney que luchaba por ella.

Movimiento #FreeBritney.

Movimiento #FreeBritney. / Frazer Harrison

Cogió fuerzas y luchó por su libertad que consiguió tras dos años de difícil proceso judicial.

#13. La libertad

Tras lograr distanciarse de su padre, pudimos verla retomar su vida. Las redes sociales se convirtieron en su día a día y empezó la preocupación por su estado de salud mental al ver el contenido que compartía.

Ella tiene una explicación a ese comportamiento: “Cuando te han sexualizado toda la vida, te sienta de maravilla tener el control absoluto del armario y de la cámara. Puede que la gente se ría porque subo cosas inocentes o extrañas, o porque puedo ser mala cuando hablo de las personas que me han hecho daño. Quizá esto haya sido un despertar feminista. Supongo que lo que quiero decir es que mantener el misterio sobre mi yo verdadero me concede una ventaja...¡porque nadie lo sabe!”.

Esa actividad constante en redes sociales se iba llenando de desnudos que no todo el mundo entendía: “Mi cuerpo se fortaleció y regresó mi fuego. Confiaba en mí misma y empezó a gustarme otra vez mi aspecto. Me encantaba probarme ropa y enseñarla en Instagram. Sé que mucha gente no entiende por qué me encanta hacerme fotos desnuda o con vestidos nuevos, pero creo que si los hubieran fotografiado a ellos mil veces, si les hubieran obligado a posar bajo la aprobación de los demás, entenderían que me hace muy feliz posar de la manera en que me siento sexy. Vine al mundo desnuda y con toda la vida por delante. Y así es como me siento ahora, como un lienzo en blanco”.

Se ha separado de su marido y sigue disfrutando de su libertad que para ella “significa hacer payasadas, tonterías y divertirme en las redes sociales. La libertad significa darme un respiro de Instagram sin que la gente llame a Emergencias. La libertad significa poder cometer errores y aprender de ellos. La libertad significa no tener que actuar frente a nadie, ni sobre un escenario ni fuera de él. Hacía tiempo que no me sentía verdaderamente presente en mi propia vida, en mi propio poder, en mi condición de mujer. Pero ahora, aquí estoy”.

Cristina Zavala

Periodista enamorada de todo el entretenimiento. Enganchada a la tele, los libros, los últimos lanzamientos...

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