La guerra también afecta gravemente al medio ambiente
Este 6 de noviembre se celebra el Día Internacional para la Prevención de la Explotación del Medio Ambiente en la Guerra y los Conflictos Armados.
Las imágenes del conflicto en Oriente Medio están sacudiendo al mundo. Cada día, las televisiones abren sus telediarios con una tragedia que está costando miles de vidas humanas, en una guerra que amenaza con extenderse a otros territorios, provocando una destrucción y un sufrimiento aún mayores.
Más allá de las víctimas humanas, la guerra también tiene consecuencias para el medio ambiente. Por ello, cada 6 de noviembre se celebra el Día Internacional para la Prevención de la Explotación del Medio Ambiente en la Guerra y los Conflictos Armados 2023. Una conmemoración aprobada por las Naciones Unidas en 2001 que tiene como objetivo poner en valor que el planeta es, a menudo, “la víctima olvidada de los conflictos armados”.
Y es que, aunque apeas se hable de ello, durante la guerra parece que vale todo, también en lo referente al planeta. Tal y como recuerda la ONU, es frecuente que las hostilidades se traduzcan en pozos de agua contaminados, cultivos quemados, bosques talados, suelos envenenados y animales sacrificados. “Todo se da por válido para obtener una ventaja militar”, denuncia la organización.
Al menos el 40% de los conflictos internos de los últimos 60 años han tenido relación con la explotación de los recursos naturales
El medio ambiente no es sólo uno de los grandes perjudicados cuando se declara una guerra: a menudo también es la causa de la misma. Tal y como señala el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), al menos el 40% de los conflictos internos registrados en los últimos 60 años han tenido relación con la explotación de los recursos naturales, tanto por su “gran valor”, como la madera, los diamantes, el oro, los minerales o el petróleo, como por su escasez, como la tierra fértil y el agua. “El riesgo de recaída de este tipo de conflicto por los recursos naturales se duplica con respeto a otros casos”, apuntan.
Emisiones y efectos a largo plazo
Hay más datos para la reflexión: se estima que entre un 5 y un 6% de las emisiones globales de CO2 están relacionadas con actividades militares no solo en tiempos de guerra, también de paz. De hecho, las consecuencias de un conflicto armado siguen ahí incluso mucho tiempo después de que este haya terminado. Las más de 2.000 bombas nucleares detonadas en la Tierra hasta la fecha, por ejemplo, han dejado rastros radioactivos irreversibles en la superficie terrestre.
En opinión de Enrique Quintanilla, de Ecologistas en Acción, “no cabe duda de que las principales consecuencias de las guerras y los conflictos son las muertes, los heridos, los éxodos, la destrucción de edificios e infraestructuras que provocan, pero no podemos olvidarnos del aumento de las emisiones de CO2; de la contaminación del aire, de los ríos, de la tierra; de la destrucción de hábitats naturales y de especies de animales y vegetales, efectos que perduran años y años”.
Tal y como recuerda Quintanilla, “en tiempos de paz los ejércitos y la fabricación de armas son grandes contaminadores y hay un secretismo total en publicar los datos de lo que provocan, pero en tiempos de guerra los niveles son terribles. No nos podemos olvidar de las imágenes de las consecuencias de las bombas atómicas en Hiroshima y Nagasaki, y de las que estamos viendo en Ucrania y ahora mismo en Gaza”, concluye.