Elvis Presley y The Beatles: Un encuentro histórico y secreto, como una “pequeña reunión hogareña”
Cantaron y tocaron la guitarra en una improvisada 'jam session'. También hablaron de coches o de sus aventuras en los aviones
Poco antes de las 10 de una calurosa noche de Agosto, en Los Ángeles, la comitiva de limusinas negras se puso en marcha. En una de ellas iban los Beatles, que se habían tomado 'un par de tazas de té' en el asiento trasero. Estaban histéricos... muy nerviosos. Por fin, iban a conocer a su ídolo, Elvis Presley. El anfitrión les esperaba, viendo su televisión a color, en el gran salón circular de su gran mansión. Como diría Lennon: “Una pequeña reunión hogareña, con algunos amigos y un poco de música".
Elvis era su ídolo. De ahí, la célebre la frase de John Lennon: "Sin Elvis no habría Beatles". Por eso querían conocerle. Habían puesto todo su empeño en ello. “Lo habíamos intentado durante años, pero nunca lo habíamos conseguido”, cuenta Paul McCartney en ‘Anthology’. Recibían evasivas por parte de su mánager, Colonel Tom Parker. “No nos sentíamos ignorados. Era lo que nos merecíamos. Después de todo ¿quiénes éramos nosotros para querer conocerle?”. La respuesta es sencilla: Ellos eran los nuevos ídolos, un verdadero fenómeno mundial. Y Presley lo sabía.
Durante del verano de 1965, en pleno auge de la ‘beatlemanía’, habían cruzado el charco por segunda vez y arrasaban en cada una de sus actuaciones por Estados Unidos. Desataban la locura allá a donde iban. En medio de esa ajetreada agenda, consiguieron tener seis días libres en Los Ángeles. Brian Epstein alquiló para la ocasión la mansión de Zsa Zsa Gabor, una gran casa apartada en Beverly Hills en la que los de Liverpool pudieron descansar y darse baños en la piscina. Llegaron el 23 de Agosto. Por casualidad, Elvis Presley también estaba en la ciudad californiana. Rodaba en los Paramount Studios de Hollywood la película 'Paradise Hawaiian style' (Paraiso hawaiano). Vivía en una mansión de dos plantas de Bel Air.
“Pero finalmente recibimos una invitación para verle cuando estaba rodando una película en Hollywood”, explicaba Paul. El periodista Chris Hutchins de NME, que acompañaba al grupo inglés en aquella gira, se reunió previamente con Colonel Tom Parker y con el propio Elvis y preparó el encuentro. Lo anunciaba en su publicación: “En esta ciudad, repleta de palmeras y de estrellas, se va a celebrar la película del siglo: La reunión de Elvis y los Beatles”. El mánager Parker también visitó al grupo y les confirmó que podrían tener esa charla tan largamente ansiada.
“Para conseguir que se vieran hicieron falta tres días de planificación, rodeados de la más absoluta discreción para evitar que los dos ejércitos de fans de los Beatles y Presley se congregaran en uno”, escribía Hutchins. Se establecieron las primeras y fundamentales normas: no se invitaría a la prensa, no se harían fotografías, ni grabaciones, no se filtraría el encuentro… ninguno quería que el encuentro se convirtiera en un circo mediático.
El 27 de Agosto de 1965, poco antes de las 10.00 pm, se puso en marcha la comitiva inglesa; un convoy de tres grandes limusinas negras. Harrison recordaba el trayecto (de un cuarto de hora) en 'Anthology’: "Dimos vueltas y vueltas por Mulholland, fue divertido porque cuando estábamos cerca de su casa se nos olvidó a dónde íbamos, habíamos tomado un par de 'tazas de té' en el asiento trasero. Pero todos estábamos histéricos. Alguien dijo ‘¡Oh, yeah, vamos a ver a Elvis!’”. Les esperaba viendo su televisión a color con el sonido apagado y tocando el bajo. Estaba en su gran salón circular bañado en luz roja y azul, con una gramola, sofás con forma de media luna, juegos de mesa, un bar, un gran piano blanco… y los miembros de la famosa ‘Mafia de Memphis’ custodiando y cuidando a su jefe.
"Yo estaba muy emocionado. Todos estábamos nerviosos como el infierno. Había un montón de tipos alrededor de él... '¡y tenía mesas de billar". Parecía como un nightclub", escribía Lennon en 'Anthology'. Al principio no hablaba nadie. Elvis les dijo, "Si vosotros, malditos muchachos, vais a estar ahí sentados mirándome toda la noche, me voy a la cama". John fue el primero que habló y le preguntó por qué no hacía ya esos estupendos temas de rock and roll y solo se centraba en baladas para el cine. Elvis se quedó callado. Sonrió y estrechó las manos de todos.
Según Chris Hutchins, el único periodista que estuvo presente, rápidamente se rompió el hielo cuando Presley preguntó, “¿Alguien puede traer guitarras?”. Llegaron tres guitarras que se enchufaron a los amplificadores esparcidos por el salón. "Así es como toco el bajo. No demasiado, pero estoy practicando", le dijo Elvis a Paul. Terminaron convirtiéndose en el acompañamiento de toda una selección de discos americanos y británicos. Todos menos Ringo, que se limitaba a mirar seriamente y golpeaba con los dedos los muebles de madera más cercanos. Elvis le consoló, “¡Qué lástima, nos dejamos las baterías en Memphis!”. Y así transcurrió la primera hora… una ’jam session’ en la que todos cantaron, entre otros temas, ‘You're my world’ de Cilla Black
Cilla Black - You're My World (Live)
Cuando se cansaron de la música, se sentaron y se relajaron. Mientras, el equipo de Elvis suministraba bebidas. Pero el anfitrión ni bebió, ni fumó, ni dijo palabrotas. John Lennon, poniendo un acento a lo Peter Sellers, exclamó, “Así es como debería ser. Una pequeña reunión hogareña con algunos amigos y un poco de música". Elvis sonrió. En la parte de atrás, Brian Epstein y Colonel Parker charlaban sentados y velaban por sus respectivas estrellas como si fueran sus padres.
"Os han pasado algunas cosas divertidas en la carretera, ¿no?”, les preguntó el de Tupelo. Y empezó un intercambio de ‘batallitas’. Paul contó: “Hemos tenido algunas experiencias muy locas. Un tipo corrió por el escenario desenchufando los amplificadores y dijo, "Un movimiento y estáis muertos". Por su parte, Elvis confesó: "Yo solía tener bastante miedo a veces". Después, la conversación giró en torno a sus vivencias en los vuelos, que al rockero le ponían especialmente nervioso. “Una vez despegué de Atlanta en un pequeño avión que solo tenía dos motores y uno de ellos falló. Realmente, me asusté mucho. Tuvimos que sacar los objetos afilados de nuestros bolsillos y poner nuestras cabezas sobre almohadas encajadas entre las rodillas. Cuando aterrizamos nuestro piloto estaba empapado en sudor aunque había nieve en el suelo”. Y el momento ‘coches’ no podía faltar.
"Tengo un Rolls Royce Phantom Five...", dijo el americano. Y Lennon respondió, “Justo yo tengo el mismo. He pintado de negro las partes cromadas”. Poco después de las 02.00 am – pronto para los Beatles, pero tarde para Elvis – alguien decidió que había llegado la hora de marcharse. La canción 'Softly as I leave you' de Matt Monro daba vueltas en el tocadiscos mientras Paul, John, George y Ringo estrechaban la mano de Elvis y agradecían su regalo: una gran caja con todos sus discos. Cuando subieron a su limusina, un puñado de fans cantaba, alternativamente, '¡Elvis es el Rey!' y "¡Amamos a los Beatles!". Y Lennon, en una rara imitación a Hitler, gritó, “¡Larga vida al rey!”, contó su jefe de prensa, Tony Barrow en la BBC. De camino a casa, los cuatro charlaron sobre la experiencia y estuvieron de acuerdo en que ese encuentro había sido inolvidable… algo que guardarían en un lugar destacado de su memoria el resto de sus vidas.
Alicia Sánchez
Periodista en busca de historias chulas del pop...