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La pasión “escondida” de Paul McCartney que ya ha dado la vuelta al mundo
Las portadas de ‘Sgt. Pepper’, ‘Abbey Road’ o 'White Album', están basadas en ideas del propio Paul
A los 15 años, Paul McCartney cogió su lapicero y llenó un folio en blanco de caras. De perfil o de frente, con cigarrillos colgando de la boca, con gafas de buceo o antifaz, con gorras... rostros de etnias africanas. Años después, esa manoseada hoja, desgarrada en la parte inferior, fue encontrada dentro de su libro de texto. Se subastó al mejor postor. El 1 de Marzo de 2013, un fan pagó por ella la friolera de 4.500 euros. Aquellos primeros dibujos eran solo el comienzo de una pasión escondida durante muchos años, un “placer” que el ex Beatle empezó a desarrollar a los 40 años. Antes, tuvo que superar sus inhibiciones y complejos.
Siempre estuvo ahí y terminó aflorando. Pero durante muchos años, Paul McCartney mantuvo ‘escondida’ su otra pasión: la pintura. “Sentía que solo a la gente con formación académica le estaba permitido pintar. Era uno de mis mayores bloqueos”, decía. Él nunca había cursado estudios en una Escuela de Bellas Artes. Es algo llamativo e irónico. Tampoco recibió ninguna formación musical, y esto no le impidió convertirse en uno de los más influyentes compositores de todos los tiempos.
Esa faceta tan desconocida de Sir Paul ya se hizo evidente en su etapa escolar. Paul recuerda que se sentía fascinado por los escaparates de las papelerías. Folios en blanco o cajas de lapiceros llenaban su cabeza de sueños. Cuando tenía once años, empleó el dinero de un premio escolar en la compra de su primer libro de arte moderno, que incluía trabajos de Dalí o Picasso. A los 14 fue galardonado por su dibujo de la Iglesia de St Aidan situada en su barrio.
A los 15 años, cuando estudiaba en el Instituto Masculino de Liverpool, agarraba su lapicero y se dedicaba a llenar folios con sencillos dibujos. En uno de ellos, esbozó más de una docena de caras de todo tipo y condición. Para él no eran más que garabatos inútiles… jamás imaginó que esos simples esbozos fueran descubiertos años después dentro de su “libro de texto escolar de 1958”. No eran trazos logrados que pudieran preconizar una ilustre carrera artística. Pero los había hecho Paul McCartney. El 1 de Marzo de 2013, el manoseado folio, con un pequeño desgarro en la esquina inferior derecha, fue subastado y recibió un aluvión de pujas. Un fan pagó la friolera de 4.500 euros por el folio repleto de rudimentarios ‘monigotes’.
En los 60, McCartney entabló amistad con críticos de arte y propietarios de galerías. Y conoció a gente como Peter Blake y Richard Hamilton, que fueron los creadores de las míticas portadas de los álbumes de The Beatles, ‘Sgt Pepper’ y ‘Abbey Road’, ambas basadas en ideas que el propio Paul desarrolló con ellos. Cabe señalar que la portada minimalista de ‘The Beatles’ (conocido coloquialmente como White Album) fue concebida por Paul junto a Richard Hamilton.
Al mismo tiempo, empezó a comprar y a coleccionar cuadros de artistas surrealistas. Pronto se encariñó con las obras de René Magritte, que se convirtieron en una gran influencia para él. Por ejemplo, un cuadro del artista belga con una gran manzana verde que Paul compró, fue el origen del logo del sello de The Beatles – Apple Records. También conoció a Andy Warhol.
Finalmente, en los años 80, superó sus inhibiciones y se atrevió a coger el pincel y a enfrentarse a un lienzo en blanco. Como dice un viejo proverbio, ‘la vida empieza a los cuarenta’. Y a esa edad, aprendió nociones básicas de pintura. Quince años después, ya había pintado más de 500 cuadros. Sorprendentemente, en todos esos años, nadie conocía la pasión del cantante… hasta que en 1999 decidió exponerla públicamente. Presentó su primera exposición de pintura en Siegen, Alemania… una obra fuertemente influida por el cubismo, el futurismo y por el arte abstracto de Willem de Kooning.
Desde entonces, Paul ha descubierto el “gran placer” que le proporciona coger los pinceles. Sus obras se exponen en galerías y museos de todo el mundo. Cientos de cuadros que incluyen retratos la Reina Isabel II, David Bowie o Elvis Presley. Aunque no están en venta, los coleccionistas de arte moderno pueden adquirir litografías en ediciones limitadas firmadas por el autor, que en las galerías de arte se venden al “módico” precio de unos 9000 euros.
Y sigue diseñando portadas de sus discos. Por ejemplo, la de su 17º álbum en solitario, 'Egypt Station' (2018) está basada en un cuadro que creó en 1988. Según el cantante, su vida va más allá de la música y la pintura ha formado parte de ella durante décadas. Él mismo reconoce sus limitaciones y nunca ha pretendido ser un gran artista. La pintura solo es un pasatiempo que le proporciona placer y liberación.
Alicia Sánchez
Periodista en busca de historias chulas del pop