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Bruce Springsteen y los músicos callejeros: historias que hacen todavía más grande al ‘boss’
La historia del músico callejero argentino conmovió tanto al 'Jefe' que le compensó con una generosa cantidad
Sucedió en Boston. Pero también en Copenhague o en Roma. No es nada extraño que el ‘boss’ sorprenda a la gente de la calle, guitarra en mano, en los sitios más inesperados. Para él, cualquier lugar del mundo es su escenario: un parque público, la esquina de una calle o las escaleras de la Plaza de España de la capital italiana. Coge prestada la guitarra del argentino David González, la del danés John Magnusson o la de cualquiera que esté cantando por allí, y por unos minutos, Bruce Springsteen se convierte en un músico callejero. Y demuestra lo grande que es.
En Septiembre de 2011, Bruce Springsteen viajó a la capital de Massachusetts junto a su mujer, Patti Scialfa. Iban a dejar al mayor de sus hijos, Evan James, en el Boston College (donde se graduaría en Música al año siguiente). Paseando por el gran parque de la ciudad, el Public Garden, escuchó a un músico callejero que tocaba su guitarra española y se detuvo para escucharle y charlar con él un rato. El hombre era David González, un argentino que llevaba casi 30 años tocando la guitarra y había estado en nueve países diferentes ganándose así la vida. Así se lo contó a Bruce, quien, se marchó rápidamente cuando empezaba a congregarse gente, aunque prometió regresar. “Me dijo, te veré después”.
Y cumplió su palabra. Como González explicaba después en el canal de televisión local de Boston 7 News, “En torno a 30 minutos más tarde, regresó y mantuvimos una larga conversación”. Curiosamente, el artista callejero le contó que nunca le había visto en directo pero que lo había intentado en 1988, cuando “tenía unos 14 o 15 años”. Se refería a uno de los conciertos benéficos de la gira ‘Human Rights Now!’ organizados por Amnistía Internacional. Participaron Bruce Springsteen y The E Street Band, Sting, Peter Gabriel, Tracy Chapman y Youssou N'Dour. Justo la última noche del tour, la del 15 de Octubre, tuvo lugar en Buenos Aires, en el Estadio River Plate. Justo ese era el concierto al que quiso ir David González.
Quiso ir con un amigo y puso todo su empeño. Pero había un par de obstáculos. Vivían en Patagonia, a 32 horas de viaje hasta la capital, y no tenían dinero. González vendió sus posesiones más preciadas: su bicicleta y su guitarra. Lamentablemente, por “un malentendido y una mala gestión”, los dos amigos nunca llegaron al concierto. Cuando Bruce conoció la historia, le dejó “una generosa cantidad de dinero” en la funda de la guitarra y le dijo: “Esto es por el viaje que nunca hiciste”.
Lo de Boston no había sido algo inédito. Veintitrés años antes, en 1988, la gira con la que Springsteen presentaba el álbum ‘Tunnel of Love’ hacía una parada en Roma, en el Estadio Flaminio, los días 15 y 16 de Junio. Bruce, como es habitual, llegó un par de días antes a la capital italiana. Se alojó en el Hilton. El 13 de Junio, mientras daba un paseo nocturno con Patti, llegó a la escalinata de la Plaza de España y pidió prestada una guitarra a un músico ambulante que andaba por allí. Ante un incrédulo público formado unas 15 personas (incluyendo a tres recolectores de basura) improvisó tres versiones de ‘I'm on fire’, ‘The river’ y ‘Dancing in the dark’. El público, que inicialmente no le había reconocido, se animó a acompañarle y a vivir una mágica noche romana.
El ‘Tunnel of Love Express Tour’ siguió su recorrido y llegó a la capital danesa. Springsteen cantaba el 25 de Julio en el Estadio Idrottsparken. Hizo lo mismo. Llegó un par de días antes a Copenhague y se dispuso a pasear por la ciudad. Vio entonces a John Magnusson, un músico callejero que, como todos, hacía lo posible para arrancar alguna moneda a la gente que pasaba por allí. No se lo pensó. Cogió su guitarra e improvisó un mini concierto en plena calle, a la carta. Pidió a los incrédulos peatones que eligieran el repertorio. El joven John se animó a acompañarle con otra guitarra que tenía libre. Fueron diez minutos de actuación. Cantó las mismas canciones que en las escalinatas romanas, ‘I’m on fire’, ‘The river’ y ‘Dancing in the dark’. Y terminó con Bruce depositando algunas monedas en un sombrero y saludando a la gente que se había arremolinado y que le jaleaba. Después de dar un abrazo al emocionado Magnusson, que no daba crédito, continuó su camino feliz y contento.
Alicia Sánchez
Periodista en busca de historias chulas del pop