Especial
La mitad de nuestra basura tecnológica termina en África
España es uno de los países europeos que más residuos electrónicos genera.
El vertedero de Agbogbloshie, en la capital de Ghana, Acra, es uno de los lugares más tóxicos y peligrosos de la tierra. Una gigantesca extensión donde se acumulan miles y miles de toneladas de residuos electrónicos provenientes de todas partes del mundo. Televisores, ordenadores, teléfonos móviles, teclados, electrodomésticos… Los habitantes del lugar se afanan en extraer de su interior el valioso cobre, que a su vez les sirve para poder vivir. Nadie, o casi nadie, parece tener en cuenta que el aire es irrespirable. O quizá sí, pero al gin y al cabo no existe otra alternativa para ganarse la vida.
Aunque no queremos pensar en ello, sabemos que muchos de esos residuos tecnológicos pasaron por nuestras manos en su día. Según el último informe de la Organización de las Naciones Unidas, el mundo genera anualmente unos 62.000 millones de residuos electrónicos, de los cuales tres cuartas partes terminan en lugares como Agbogbloshie. Europa es el continente que más desechos electrónicos genera. Y España, uno de los países que más tiene que reflexionar al respecto: cada español produce un promedio de 19,6 kg de residuos al año, sólo por detrás de Alemania, Francia e Italia.
De toda la basura que generamos en España, se procesa sólo un 42%
Cosa bien distinta son los residuos que se recogen, por ejemplo, a través de los puntos limpios. De hecho, de toda la basura que generamos en España, se procesan 395.200 toneladas por año, un 42% del total. Muchas se pierden por el camino, pues no se gestionan correctamente o se roban. Esta realidad es especialmente acuciante en lugares como Andalucía, en cuyos puntos limpios se producen cada semana tres robos de media, según datos de Recilec, empresa encargada de la gestión de residuos eléctricos y electrónicos.
Volviendo al informe de la ONU, todo parece indicar que la situación no va a mejorar. El consumo de productos electrónicos no para de crecer, e incluso se cree que crecerá un 33% para 2030, con una tasa de reciclaje que disminuiría posiblemente al 20%. De poco sirve que se lleven a cabo iniciativas de desalojo como la que hace casi tres años trató de desalojar el vertedero de Agbogbloshie: poco después se volvió a poner en funcionamiento, y hoy en día sigue recibiendo la basura electrónica de buena parte del planeta.
La solución, reducir y reciclar correctamente
¿Y cuál es la solución a este reto? De entrada, reducir drásticamente nuestro consumo de productos electrónicos, o alargar su vida útil todo lo que nos sea posible, priorizando la reparación frente a la opción de tirarlos a la basura o al punto limpio. Siendo conscientes de que cuando un dispositivo o electrodoméstico termina su función, no desaparece, sino que puede convertirse en un problema para el medio ambiente.
Pero no es sólo una responsabilidad de los consumidores: los fabricantes y los gobiernos tienen también una gran responsabilidad en este sentido. Los primeros, comprometiéndoselo con la sostenibilidad en la producción de sus productos. Los segundos, aprobando leyes que obliguen a la correcta gestión de los residuos que se generen y, sobre todo, haciéndolas cumplir.