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Café Quijano: ‘La taberna de Buda’, un disco con muchísimas ‘Lolas’
"Estar al lado del batería de Sting, del guitarrista de Michael Jackson o del productor de Celine Dion, te deja un poco alucinado", decían los leoneses
La gente les decía, “a ver qué va a pasar después de ‘La Lola’”. Lo que pasó después del ‘boom’ fue un álbum muy cinematográfico, con un sonido a lo Tarantino, grabado cerca de las colinas de Hollywood y "viviendo una vida que es de auténtica película". Lo que pasó fue ‘La taberna de Buda’, un homenaje al bar de su padre (“que se puede asemejar a Buda con un poco de imaginación”) donde empezaron a tocar. El 25 de Mayo de 2001, Café Quijano publicaba su tercer álbum, 12 canciones con “muchísimo más que una Lola… si no mejoran a Lola, sí la igualan”.
‘La Lola’ era mucha Lola. Es la que hizo internacionalmente populares a Café Quijano, la que “nos dio a conocer en los sitios en los que hemos estado”, la que les llevó al top de las listas en casi 30 países o la que impulsó sus nominaciones a los Grammy latinos y a los americanos (el primer grupo español que lo lograba): "No podíamos creer que estábamos en la gala, nos pellizcábamos. No se nos va a olvidar en la vida”. Los tres hermanos se quedaron “un poco descuadrados”. La canción, cuya musa era una presentadora de televisión de la que Manolo se enamoró, pesaba mucho. “Todo el mundo se nos venía encima diciéndonos, ‘a ver qué va a pasar después de ‘La Lola’”, declaraba el grupo en LOS40.
Lo que pasó después de ‘La Lola’, fue que Manolo, Óscar y Raúl viajaron a Los Ángeles, a los prestigiosos Westlake Studios. Allí permanecieron dos meses grabando su tercer álbum, ‘La taberna de Buda’. No se escatimaron medios. Los mejores músicos. La "crème de la crème". "Estar al lado del batería de Sting (Vinnie" Colaiuta), del guitarrista de Michael Jackson (Michael Landau), del productor de Celine Dion o Barbra Streisand (Humberto Gatica) te deja un poco alucinado. Es mucho más grande de lo que pensamos", manifestaban los leoneses.
Hasta la cinematográfica ciudad californiana viajó también Sira Fernández y entrevistó a Café Quijano para LOS40 justo cuando le daban los últimos toques al nuevo disco, en abril de 2001. “Somos unos privilegiados”, confesaban. “Tener delante de nosotros a esa gente tocando para nuestro disco. Que Landau te enseñe sus 54 guitarras o que David Foster (teclados) de repente toque el piano y le veas cómo lo siente, cómo cierra los ojos cuando toca una canción nuestra, o la sensibilidad de Gatica (la exquisitez llevada al máximo grado) y de Kenny O’Brien (co-productor) trabajando en nuestras voces. Es un mimo tan especial que nunca nos puede fallar la cabeza para valorar todo lo que estamos viviendo”.
El tiempo se les pasó volando mientras grababan las 12 canciones, compuestas todas por Manuel y todas basadas en historias reales. Las que muestran su lado más golfo – “no podemos ser hipócritas y negar la evidencia, somos golfos en el buen sentido de la palabra” – como ‘Desde Brasil’ (“pendenciero y mujeriego lo seré hasta que me muera”) que en realidad es “una manera de pedir perdón… de admitir que estás cometiendo un fallo”. O la que habla de la tristeza de una mujer, que lo tenía todo, pero que conoce a “un hombre que le hace la vida tan imposible como si la hubiera condenado a galeras… por eso se titula ‘De piratas’, es un caso real”.
‘Otra vez’ (Qué pena de mí), con Olga Tañón, “no deja de ser la historia de una mujer que ya no aguanta a su pareja, que toca fondo y le pone las maletas en la calle y le dice que se ha acabado. Un reflejo de lo que puede ser cualquier discusión matrimonial”. En ‘Nada de ná’ describen “una discusión en la que se tiran los trastos a la cabeza” y ‘Qué le debo a la vida’, es un “examen de conciencia, ¿qué le debo a la vida que tanto me castiga?”.
‘La taberna de Buda’, la canción que da título al álbum, “es un reflejo de lo que es el local que todavía seguimos teniendo en León, si bien no tiene ese nombre, lo que cuenta es cierto. Queríamos rendir un pequeño homenaje porque fue en ese local, en una taberna regentada por nuestro padre, que se puede asemejar a Buda - bajito, calvo y regordete – con un poco de imaginación, donde empezamos a tocar, no los tres juntos. Quisimos dejar esa pequeña muestra de que de ahí salimos y plasmarlo en algo que va a quedar para siempre, como es el título de un disco”, explicaban en LOS40.
Todo el álbum es muy cinematográfico. Fusión de rock y ritmos latinos, “en este disco hay mucho de ese sonido que la gente entiende por 'tarantinesco' que sí es un factor común de todas las canciones donde hay un sonido muy clarito y llaman guitarra 'surf'”. Además, como ellos mismos reconocían: “todo está relacionado con el cine, prácticamente. Nuestro sonido lo relacionan con calificativos cinematográficos, estamos viviendo en las colinas de Hollywood, también, quizá, el look que llevamos en directo tiene mucho que ver con el cine y estamos viviendo una vida que es de auténtica película, maravillosa y apasionante”.
El 25 de mayo del 2001, los tres hermanos Quijano publicaban ‘La taberna del Buda’, un éxito masivo en todo el país: más de 75 semanas consecutivas entre los más vendidos, un millón de copias, récord al artista español con más conciertos en una sola gira (superaron los 200), Premio de la Música a Mejor Gira o Premio Ondas a Mejor Artista en Directo en 2002. En ‘La taberna de Buda’, “no hay una Lola, efectivamente no la hay, pero creo que hay muchísimo más que una Lola, es infinitamente superior al anterior”. Y añadían: “Haber tenido a Lola, forma parte de nuestra historia musical y es un lujo que pasa factura a la hora de poder superar esa canción. Pero en el tercer álbum hay suficientes canciones que, si no mejoran a Lola, sí la igualan”.
Alicia Sánchez
Periodista en busca de historias chulas del pop