Turistificación: un problema que va a más

Las protestas se suceden a lo largo y ancho de todo el territorio español. Estas son las demandas de los afectados.

Las playas están a rebosar estos días. / Alexander Spatari

De Barcelona a Canarias. De Asturias a Ibiza. Las protestas ciudadanas se suceden estos días, en plena temporada alta de verano, contra un fenómeno que ha ido ganando protagonismo en los medios de comunicación: la turistificación. Un fenómeno que, según define la Fundación del Español Urgente, Fundeu, alude al "impacto que tiene la masificación turística en el tejido comercial y social de determinados barrios o ciudades".

"Barcelona siempre ha sido una ciudad muy turística", cuenta Raúl, que reside en el barrio de Gracia de la capital catalana. "Quienes vivimos aquí lo asumimos, y podemos convivir con ello, pero esto se ha vuelto un sinvivir" se queja. "El barrio, que desde siempre se caracterizó por mantener el carácter de pueblo que una vez fue, se ha convertido en un parque temático plagado de pisos turísticos. Muchos vecinos han tenido que marcharse por el auge de los alquileres".

Barcelona, con 1,6 millones de habitantes, recibe 31 millones de turistas al año

Las quejas de los vecinos, que otros años se han plasmado en la aparición de pegatinas y pintadas con la frase "tourist go home" han ido a más este año. El pasado 6 de julio, más de 140 colectivos y organizaciones sociales se manifestaron bajo el lema “Prou, posem límits al turisme!” (Basta: pongamos límites al turismo). Asociaciones de vecinos, sindicales o ecologistas, entre otras, pusieron encima de la mesa un problema evidente: que una ciudad como Barcelona, de 1,6 millones de habitantes, reciba 31 millones de visitantes al año, es un problema de primer nivel.

El Barrio Gótico de Barcelona.

El Barrio Gótico de Barcelona. / Alexander Spatari

Las protestas se repetían esta misma semana en Baleares. En este caso, los manifestantes tomaron las playas de las islas de Mallorca e Ibiza con pancartas en varios idiomas. Junto a una gran pancarta con el lema "Ocupemos Nuestras Playas", otras en las que se explicaba a los turistas las consecuencias de un problema que va a más: 2023 fue un año récord para el turismo en las islas, con casi 14 millones y medio de visitantes extranjeros, lo que supone un 8% más que el anterior.

Andalucía también está en la picota. El pasado sábado, una cadena humana denuncia los impactos de la turistificación en la playa de Valdelagrana (Cádiz). Tras la manifestación, Ana Aldarias, miembro de Ecolojóvenes y coordinadora de la federación andaluza de Ecologistas en Acción, declaró: "Queremos ciudades en las que poder vivir, playas en las que poder relajarnos y convivir con la naturaleza, no queremos parques temáticos".

Un modelo controvertido

En el lado contrario, el sector turístico recuerda que se trata de una actividad clave de la economía española. Según el Banco de España, en 2023 el sector experimentó un crecimiento del 13,1 por ciento en comparación con el año anterior, representando el 70,8 por ciento del crecimiento total del PIB de la economía española.

La pandemia y sus efectos han quedado definitivamente atrás: en 2023 se recuperaron los niveles anteriores a la crisis sanitaria de turismo internacional, con 85,1 millones de turistas internacionales, lo que supuso un aumento del 18,7% respecto al año anterior. Por su parte, el turismo doméstico resistió pese a la elevada inflación.


El impacto de todo ello en el medio al medio ambiente no es menor. En términos de emisiones de carbono, el turismo es responsable de aproximadamente el 5% de las emisiones globales. Además, hay que tener en cuenta que la mayoría de los turistas se desplaza en en avión, automóvil y ferrocarril, medios de transporte que representan el 75% de las emisiones globales totales del sector turístico.

¿Es sostenible este modelo? ¿Pueden soportar las ciudades y el medio ambiente que el turismo siga creciendo de manera indefinida? Para algunos, la solución pasa por una nueva manera de hacer turismo, más comprometida y responsable con el desarrollo de las comunidades locales y con un menor impacto medioambiental. Para otros, ni siquiera eso es suficiente: es necesario replantearnos completamente un modelo que compromete nuestro propio bienestar y el del planeta.