El río Amazonas, en estado crítico
La sequía histórica que golpea a varios países sudamericanos ha provocado que el río más caudaloso del planeta haya perdido hasta el 90% de su nivel en algunos tramos.
El Amazonas es, probablemente, el río más imponente del planeta. Sus 6.400 kilómetros de longitud desde su nacimiento en Perú hasta su desembocadura en la costa noreste de Brasil, previo paso por Colombia, Bolivia, Ecuador, Guyana y la Guayana Francesa, lo convierten en el río más largo del mundo, sólo superado ligeramente por el Nilo. A nivel de caudal no tiene competencia: contiene más agua que el Yangtsé chino, el Misisipi estadounidense y el propio Nilo juntos, y transporta una quinta parte del agua fluvial del planeta.
Pero el Amazonas no pasa por su mejor momento. La excepcional e histórica sequía que sufre la zona ha provocado un descenso excepcional en el curso de los distintos ríos que lo conforman, lo que está afectando gravemente a las comunidades locales que viven, de una u otra forma, de sus aguas. A menudo para trasladarse de un lugar a otro, pero también para obtener alimento y regar sus cultivos.
La situación es especialmente dramática en determinadas zonas de Colombia, donde el curso del río se ha reducido hasta niveles nunca vistos. Según un comunicado emitido por la Unidad Nacional para la Gestión del Riesgo de Desastres (UNGRD) del país, "el nivel de agua ha disminuido entre 80 y 90% en los últimos tres meses debido a la sequía causada por el cambio climático".
En la capital colombiana, Bogotá, llevan meses racionando el agua municipal.
En Leticia, la capital del estado amazónico colombiano, la escasez de agua ha dejado una imagen que nadie recuerda haber visto: a día de hoy es posible cruzar a pie desde esta localidad al poblado peruano de Santa Rosa. Habitualmente, ambas están separadas por más de un kilómetro de agua.
La sequía no es sólo un problema de las zonas más remotas de la selva colombiana. En Bogotá, la capital, llevan meses racionando el agua municipal. Y en Ecuador, cuya energía depende en gran medida de las fuentes hidroeléctricas, se enfrenta a una grave escasez energética, también consecuencia de la sequía. Los principales núcleos urbanos del país sufren cortes de electricidad hasta de 14 horas y restricciones de agua potable.
El fuego que no cesa
De manera paralela a la sequía, los incendios forestales están castigando el continente con una voracidad sin precedentes, lo que a su vez se ha traducido en unas emisiones récord de gases de efecto invernadero. Sólo Brasil y Bolivia han liberado 210 megatoneladas de dióxido de carbono en lo que va de 2024. En lo que va de año, Sudamérica acumula 400.000 focos, casi el doble que el mismo periodo de 2023, según el Instituto Brasileño de Investigaciones Espaciales (INPE).
Los incendios han provocado unas emisiones récord de gases de efecto invernadero
El humo que emiten las llamas está presente en buena parte de las grandes ciudades sudamericanas, haciendo que el aire sea casi irrespirable. El humo cubre el 80% del territorio brasileño, y la situación es especialmente complicada en ciudades brasileñas como Río de Janeiro, Sao Paulo y Brasilia, y los gases han cruzado incluso la frontera con Argentina y Uruguay.
Tras el fuego está la mano del hombre. Y a menudo, intencionada. Los expertos apuntan a que gran parte de los fuegos son de origen criminal: muchos queman el bosque tropical para crear pastos o cultivos, pero otros quieren así vengarse de los inspectores ambientales. Y los hay que, a las puertas de las elecciones municipales de octubre, destruyen la selva amazónica como forma de crear alarma y presión política.