Especial
Casi la mitad de las guerras tienen detrás la explotación del medio ambiente
Este 6 de noviembre se celebra el Día para la Prevención de la Explotación del Medio Ambiente en la Guerra y los Conflictos Armados.
Piensa en cualquier guerra que haya tenido lugar a lo largo del último medio siglo. ¿Cuál dirías que ha sido la causa que la provocó? ¿Ganar territorio? ¿Conflictos étnicos o religiosos? Es posible. Pero también es muy probable que detrás de ellas hubiera motivos relacionados con la explotación del medio ambiente y sus recursos.
Es lo que ha recordado la ONU con motivo de la celebración del Día para la Prevención de la Explotación del Medio Ambiente en la Guerra y los Conflictos Armados, que se celebra este 6 de noviembre. Según las Naciones Unidas, casi la mitad de los conflictos, el 40%, están motivados por la explotación de recursos como la madera, los diamantes, el oro, los minerales o el petróleo.
La víctima olvidada
"La humanidad siempre ha contado sus víctimas de guerra en términos de muertos y heridos, de ciudades destruidas, de medios de vida arruinados. Sin embargo, el medio ambiente ha sido con frecuencia la víctima olvidada, recuerdan desde la ONU. "Pozos de agua contaminados, cultivos quemados, bosques talados, suelos envenenados y animales sacrificados, todo se ha dado por válido para obtener una ventaja militar".
"Los conflictos y el medio ambiente están estrechamente ligados", recuerda António Guterres
La jornada se instituyó en el año 2001, y hoy ha vuelto a ser recordada por el Secretario General de la ONU. António Guterres, quien ha recordado en un mensaje que “los conflictos y el medio ambiente están estrechamente ligados". En ese sentido, el cambio climático representa una amenaza creciente. "El aumento de las temperaturas amenaza con agravar aún más las tensiones y el estrés medioambiental”, recuerda Guterres. “Con demasiada frecuencia, el medio ambiente se encuentra entre las víctimas de la guerra, ya sea por actos deliberados de destrucción o daños colaterales, o porque, durante los conflictos, los gobiernos no asumen su papel en el control y la gestión de los recursos naturales", indica.
Para el Secretario General de la ONU "si bien la perturbación del clima y la degradación ambiental no son la causa directa de los conflictos, pueden exacerbar su potencial, pues sus efectos combinados socavan los medios de vida, la seguridad alimentaria, la confianza en las autoridades, la salud y la educación, y la igualdad social. La degradación de los recursos naturales y los ecosistemas se suma a los desafíos a los que se enfrentan las comunidades ya vulnerables a corto y largo plazo. Las mujeres y las niñas se ven afectadas de manera desproporcionada", apunta.
De cara a luchar contra esa situación, Guterres recalca que “una mejor gestión de los recursos naturales y los ecosistemas podría allanar el camino hacia la paz en las sociedades devastadas por la guerra y ayudaría a los países en situaciones de crisis a dar un paso más para lograr los Objetivos de Desarrollo Sostenible".
Daños naturales y colaterales
Hay que remontarse muy atrás en el tiempo, hasta la Guerra de Vietnam (1955-1975), para encontrar el momento en que los efectos sobre el medio ambiente comenzaron a ser una preocupación. En aquel conflicto, el uso del herbicida tóxico Agente Naranja y la deforestación masiva provocaron una protesta internacional que condujo a la prohibición de utilizar técnicas de modificación ambiental con fines militares u otros fines hostiles fue adoptado en 1976, adoptada en 1976.
La guerra contra el Estado Islámico dejó un reguero de pozos de petróleo ardiendo
A pesar de ello, otros grandes conflictos internacionales también se han saldado con graves daños para el medio ambiente. Durante el conflicto de Kosovo en 1999, se bombardearon varias zonas industriales, lo que provocó una grave contaminación química tóxica en varios puntos del país e incluso hizo saltar las alarmas sobre la posible contaminación del río Danubio. Durante el conflicto entre Israel y el Líbano de 2006, entre 12.000 y 15.000 toneladas de fueloil fueron liberadas al mar Mediterráneo tras el bombardeo de la central eléctrica de Jiyeh. Y más recientemente, durante la guerra contra el Estado Islámico, su retirada en 2017 dejó tras de sí un reguero de pozos de petróleo ardiendo, lo que liberó en el aire grandes cantidades de compuestos tóxicos como dióxido de azufre, dióxido de nitrógeno y monóxido de carbono, entre otros.