La ‘rareza espacial’ que inició el mito de David Bowie hace 55 años
El 14 de noviembre de 1969 publicó su imprescindible segundo disco
No todos los genios aciertan a la primera, y David Bowie es un buen ejemplo. Su titubeante primer disco homónimo, publicado en 1967, que lo presentaba como una especie de cantautor, resultó un fracaso comercial, lo que derivó en la rescisión de su contrato con Deram Records, el sello que lo había publicado. Necesitó un par de años para encontrar el rumbo correcto, y el 14 de noviembre de 1969, hace ahora cincuenta y cinco años, lanzó otro álbum muy distinto, de mismo título —aunque conocido popularmente como Space oddity, o “Rareza del espacio”)— que fue el peldaño inicial de una carrera triunfal que le convirtió en indiscutible estrella del pop y el rock durante décadas.
La forma en que Bowie recondujo su temprana carrera no deja de ser curiosa. Su mánager, Kenneth Pitt, ideó rodar un vídeo promocional para que el público conociera mejor a su representado. Lo cierto es que el vídeo no llegó a estrenarse entonces —lo haría en 1984—, pero Bowie compuso algunas canciones para él, entre ellas Space oddity, que en formato maqueta llegó a las oficinas de Mercury Records en Londres y, tras encontrarle potencial, contrató al músico en mayo de 1969, cuando Bowie tenía solo 22 años.
La canción Space oddity, hoy un clásico del rock de los sesenta, está dotada de una evidente carga futurista: su letra cuenta la historia de un astronauta (Major Tom) a la deriva en su nave espacial a la espera de morir. Musicalmente podría calificarse como un tema de rock psicodélico, tanto por su inusual estructura como por la inclusión de instrumentos infrecuentes como el saxo o el stylophone, un teclado electrónico comercializado el año antes y que se vendía sobre todo entre los niños.
Una hábil maniobra de marketing
Esta vez los astros (nunca mejor dicho) se pusieron de su parte; las agudas estrategias de la industria, también. De un lado, la temática espacial estaba de moda: en 1968 se había estrenado la película 2001: Una odisea en el espacio, de Stanley Kubrick. En 1969, aquello que se llamó “la carrera espacial” (la rivalidad entre las misiones estadounidenses y soviéticas por surcar la estratosfera) estaba en su apogeo.
El 16 julio, el Apolo 11 despegó rumbo a la luna; los directivos de Mercury Records quisieron aprovechar el furor de la noticia y se dieron prisa para publicar el sencillo unos días antes, el 11 de ese mes. Tanto impacto causó, que la televisión británica puso la canción de fondo mientras emitía las imágenes del aterrizaje del Apollo 11 en la superficie lunar el 20 de julio, con Neil Armstrong y Edwin Aldrin como los primeros humanos en poner los pies allí.
No menos llamativo es que al productor del disco, Tony Visconti, no le gustara la canción y delegara la producción del tema al ingeniero Gus Dudgeon. El caso es que Space oddity no dejó de sonar en las radios aquel verano, y el 6 de septiembre se aupó a la quinta posición en la lista de ventas del Reino Unido, pasando a ser el primer éxito en la larga trayectoria de David Bowie.
Pero el álbum tenía mucho más. Recogía memorias de su relación con otros artistas, contenía una canción dedicada a su primera novia (Letter to Hermione) y otra a su propio padre (Unwashed and somewhat slightly dazed), fallecido el 5 de agosto. También dejaba hueco a un homenaje al Free Festival, en el que había actuado ese agosto (Memory of a Free Festival), e incluso a una distopía revolucionaria como Cygnet commitee.
Pese a todo, el disco no arrasó en cuanto a ventas. Consiguió un discreto puesto #17 en la de Reino Unido, donde a lo largo de los años no se han despachado más de cien mil copias. Aun así, su valor es enorme; es un álbum visionario, adelantado a su tiempo, desacomplejado y, especialmente, que presenta al David Bowie que desde entonces conocimos, hasta su triste fallecimiento en 2016 a los 69 años.
Miguel Ángel Bargueño
Es periodista y escritor: ha publicado varios libros sobre música. Aterrizó en el universo de LOS40...