Estremecedor relato del super ventas Santiago Posteguillo en el Senado sobre su experiencia en Paiporta el día de la DANA

Los valencianos piden que después de todo el revuelo que ha causado la tragedia de la DANA no se olvide. Queda mucho por hacer para que los vecinos afectados logren atisbar una normalidad que tanto ansían. Aunque parece que ya lo hemos escuchado todo, quedan testimonios que nos siguen poniendo los pelos de punta y uno de ellos ha sido el del escritor Santiago Posteguillo que estaba en Paiporta el día clave.

Relata que estaba a 50 metros del barranco del Poyo y tuvo que subirse a la terraza de su casa mientras se desbordaba mientras se preguntaba qué estaba pasando si no había caído una gota de lluvia en Paiporta ni ningún tipo de aviso.

Tenía el coche al lado de la estación del metro y viendo el agua que había en la calle decidió ir a por él para cambiarlo de sitio. Pero cuando bajó las plantas vio que la cantidad de agua que había no era normal y eso, junto a la opinión de varios vecinos que non veían con buenos ojos esas decisiones en ese momento, le hizo cambiar de opinión.

Su coche lo encontró cuatro días después a un kilómetro de distancia de donde lo había aparcado. “Pero eso es lo de menos, lo impresionante es que, en 13 minutos, había un torrente brutal de dos metros de agua sin control, arrastrando ramas, árboles, coche, todo, se llevó por delante una nave industrial que estaba enfrente de nuestro edificio”, relataba.

La casa de su pareja donde él estaba la construyó su padre y parece que a conciencia porque aguantó las seis horas de torrente brutal de agua. Pero vio cómo se derruían locales enteros, incluida la librería que había al lado.

Los días después

“Vimos a gente desaparecer en el agua. Nos acostamos sin luz ni agua pensando que lógicamente, al amanecer, estaría la Guardia Civil, estarían los Bomberos, el Ejército… pero, al amanecer, no había nadie. Había el cadáver, en mitad de la plaza, de una joven china a la que yo recordaba haber comprado en su bar alguna botella de agua cuando se me olvida comprar agua mineral, con la que, algunas sonrisas, había intercambiado porque la mujer no hablaba mucho español. Muerta, y al lado su madre velando el cadáver”, contaba.

Relataba un escenario apocalíptico, con saqueos y abandono. “¿Cómo puede ser que en 48 horas no venga nadie? ¿Alguien me lo puede explicar? ¿En España, siglo XXI?”, preguntaba.

No había luz y solo podía recargar el móvil con el ordenador con el que estaba escribiendo su próxima novela. Tuvo que economizar llamadas, pero hizo una al Ejército. “No puedo decir lo que me dijeron, solo que cuando colgué le dije a mi pareja, hemos de salir de aquí, pero por nuestros medios”, recordaba.

La primera gente que empezó a llegar fueron voluntarios al tercer día. Él y su pareja cogieron lo básico y lo metieron en una maleta que fueron arrastrando kilómetros y kilómetros, “por un espectáculo de devastación que no he visto en la vida y como no creo que la gente pueda imaginarse”.

Demandas

Finalmente, la pareja llegó andando a Valencia donde el escritor tiene un piso. “No se pueden imaginar lo que está pasando esa gente”, aseguraba en el Senado donde compareció para compartir su relato.

“No se está llevando la ayuda institucional que hace falta. Gracias a Dios el pueblo siempre es diferente, pero el pueblo con palas no puede. Ya hay casos de enfermedades infecciosas que se están atendiendo en la Fé porque no se están limpiando las calles con la rapidez necesaria”, denunciaba, “ha sido muy cruel no avisar, pero es aún más cruel no ayudar con la energía que hace falta”.

“La sensación que hay en todas las poblaciones de las que yo vengo es que los políticos del siglo XXI apuñalan al pueblo”, decía con pesar.

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