Llevo a mi sobrina al último concierto de Funzo & Baby Loud y me convierto en un adolescente ‘inmortal’ más
El dúo alicantino celebra su show de despedida, El último y nos vamos, en el WiZink Center de Madrid
De Funzo & Baby Loud sabía más bien poco. Que eran hermanos, que formaban parte del himno adolescente Batmóvil - Remix y que habían decidido separarse cuando estaban en la cresta de la ola. Mi interés no iba más allá. No por nada, simplemente mi yo millennial tiene suficiente con el artisteo internationally y las popstars, y a veces dejo de explorar un poquito más entre el renovado plantel de ídolos adolescentes. Mea culpa. Por suerte, los hay que terminan llegando y calando hondo de la manera más inesperada. En mi caso fue después de una llamada de mi hermana. “¿Quieres llevar a tu sobrina al concierto de Funzo & Baby Loud?”. La idea no me entusiasmaba del todo. Ojo, adoro a mi sobrina, pero ¿dos horas, un domingo, rodeado de euforia adolescente? No, gracias. El amor de tío, sin embargo, me arrastró este domingo hasta el WiZink Center de Madrid para ser testigo del último concierto de Adrián y Juan Carlos, los chicos que soñaron con hacer música desde su Alicante natal y se convirtieron en Funzo & Baby Loud, la banda de cabecera de la generación Z.
Podría decir muchas cosas buenas de ellos, como que no necesitan fuegos artificiales ni una puesta en escena demasiado ambiciosa. Hacen mucho solo con una banda perfectamente sincronizada y unas pulseras de luces que reparten a todo el público a la entrada del concierto. Pero, sobre todo, Funzo & Baby Loud tienen lo que más importa en la música en directo: una energía descomunal y una conexión perfecta con la gente que ha ido a dejarse la garganta. “Somos dos chavales de Alicante que empezamos en una habitación y estamos ahora en el WiZink Center con 15.000 personas”, dijo Funzo, el hermano pequeño, con la voz entrecortada y conteniendo la llorera. “Esto es una locura. Este es el día más especial de mi puta vida”. Me quedo también con lo bien que funciona la fórmula que tan bien resuelven juntos: tocar la fibra, sacarte la lágrima, y hacerte vibrar con su descaro y el tipo de canciones que ya son banda sonora de vida para un montón de chavales.
Mi sobrina, en mitad de saltos al techo y lágrimas que no paraban de caer, me fue haciendo de guía por un recorrido de casi siete años de carrera. Se conocía el setlist de memoria y cada canción le llevaba a un recuerdo o un momento muy concreto. Éxtasis, la favorita de su madre; Malibú con piña y To' buena vibra, las que grita con las amigas. Qué bonito fue y Si tú supieras, las que lloró desconsoladamente (no quise preguntar por líos amorosos); Como hermanos, la que la dejó sin lágrimas; y Batmóvil, la que más saltamos juntos. Cuando tocaron Inmortales, broche del concierto y la piedra angular de la discografía de Funzo & Baby Loud, yo había vuelto irremediablemente a los dieciséis años, me había convertido en un adolescente más pegado a la fiebre de esos Jóvenes to’ locos.
De Funzo & Baby Loud sabía más bien poco, pero fue fácil dejar la vida adulta y volver a ser un teenager inmortal durante dos horas. Tenía la mejor compañera para mi viaje exprés a la adolescencia. Y lo que al principio todo eran pegas, terminó cambiando mi fin de semana corriente por una buena fiesta casi 0,0% (me bebí un par de cervecitas). Me gustó vivir este cierre de capítulo junto a mi sobrina Lucía. Y me gustó ver que las generaciones que vienen tienen referentes con tan buena onda como estos dos chicos descarados que persiguieron su sueño y lo cumplieron a base de ilusión, una maravillosa red de fans y canciones que quedarán grabadas para siempre imaginario colectivo. Gracias, Funzo, gracias Baby Loud por este regreso fugaz a los dieciséis.
Adriano Moreno
Periodista de LOS40 y escritor. Me gustaría vivir en la película ‘Chicas malas’ y Russell Tovey lleva...