José Luis Fernández (Kois): “En los huertos urbanos sembramos tomates, pero cosechamos relaciones sociales”
El autor de ‘Huertopías’ (Capitan Swing) visitó El Eco de LOS40 para hablar de la importancia de los huertos urbanos tanto en el ámbito alimentario como social.

Kois (foto: Nacho Goytre).
¿Quién eres y a qué te dedicas?
Soy José Luis Fernández, aunque todo el mundo me llama Kois. Soy sociólogo, de formación… o de deformación. Estoy involucrado en temas de activismo vecinal relacionado con el medio ambiente y desde hace bastantes años he estado promoviendo la agricultura urbana aquí en Madrid.
Presentas un libro, ‘Huertopías’. ¿Qué vamos a encontrar en él?
'Huertopías' repasa algunas de las mejores experiencias de agricultura urbana que hay en las ciudades occidentales. Más allá de la idea reduccionista que se nos puede venir a la cabeza de que es un lugar en el que plantar cuatro tomates y lechugas, se trata de entender las dimensiones sociales transformadoras que tienen estos espacios, a nivel de cómo entendemos la ciudad y de cómo nos relacionamos con otras personas.

Kois (foto: Nacho Goytre).

Kois (foto: Nacho Goytre).
Efectivamente, un huerto urbano es mucho más que un sitio donde plantas tomates o patatas. Aunque su propio nombre explica bien lo que es, ¿cómo lo definirías para quien no esté familiarizado con el concepto?
Un huerto urbano, especialmente lo que llamamos los huertos comunitarios, son pequeñas parcelas dentro de la ciudad que se orientan a la producción de alimentos, pero que además cumplen un papel como espacios donde realizar actividades de educación ambiental o de participación ciudadana. También son espacios que nos permiten reflexionar sobre el funcionamiento del sistema alimentario no tanto desde la teoría sino desde la práctica. Y por último, son también lugares que sirven para que la gente arraigue y reconecte con la naturaleza dentro de la propia ciudad.
“Un pequeño huerto nos ayuda a hacernos preguntas muy grandes”
¿Qué tipo de gente acude a un huerto urbano
Los perfiles son muy diversos. De hecho, es la dinámica asociativa más inclusiva que conozco. En un huerto urbano conviven con mucha naturalidad desde personas jubiladas a chavales pequeños. Y entre medias, todos los rangos de edad intermedios. Además, son espacios mucho más permeables a la participación de personas migrantes. Tenemos que pensar que cuando vas a un huerto no hay que llamar a un local o a un teléfono, sino que tú accedes directamente a través de una valla en la que ves lo que está sucediendo. Y si te gusta y te interpela, puedes participar. Son lugares en los que la gente entra de una en una y termina saliendo de cinco en cinco. Por lo tanto, sirven para tejer redes a nivel local, generar dinámicas de confianza a nivel de barrio y, en última instancia, crear nuevos vínculos entre las personas.
¿Cómo animarías a participar a alguien que nunca se haya acercado a un tipo de proyecto como este?
Los huertos comunitarios son atractivos por diversas motivos. Hay gente que se acerca porque quiere comer algo que haya cultivado ella misma, como una experiencia de tipo más individual. Otras personas se acercan porque han llegado a un nuevo barrio y quieren conocer gente. Y un tercer grupo se acerca con la intención de liar a otras personas para poner en marcha un proyecto. Lo bueno es que todos estos intereses pueden confluir y convivir de forma armónica. Al final, un huerto comunitario es un lugar en el que casi cualquier persona puede tener su cabida. Además, su vocación no es precisamente productiva: como decimos en los huertos comunitarios, sembramos tomates, pero cosechamos relaciones sociales.
"En las ciudades estamos muy desconectados del funcionamiento de los ecosistemas"
Como sociólogo, será interesante observar dichas relaciones para entender cómo funciona la propia sociedad
Sí. Podríamos decir que un huerto es un pequeño fragmento del mundo. Y la clave es que podemos mirarlo y tratar de entender cómo operan las personas. En un huerto hay un montón de variables y cosas que están sucediendo al mismo tiempo. Podemos tener una mirada ambientalista y fijarnos en cómo aumenta la biodiversidad: al producir comida para las personas, también se produce comida para otros animales o para otro tipo de plantas. Pero también podemos tener una mirada puramente social, no sólo de cómo interacciona la gente, sino de cómo se acercan personas y empiezan a interaccionar, primero tímidamente, para después empezar a hablar de plantas y terminar hablando de sus propias vidas, lo que acaba generando relaciones de confianza y amistad.

Kois (foto: Nacho Goytre).

Kois (foto: Nacho Goytre).
¿En las ciudades estamos demasiado desconectados del campo?
Sí. Las ciudades son entornos tan artificiales que estamos muy desconectados del funcionamiento de los ecosistemas. No somos conscientes de nuestra dependencia de la naturaleza, y de la vulnerabilidad que tenemos a la hora de de que nuestras propias ciudades funcionen. Creo que deberíamos reflexionar sobre la necesidad de relocalizar los sistemas alimentarios, apostar por circuitos de proximidad y replantear cómo deberían ser los sistemas logísticos. En ese sentido, un pequeño lugar como un huerto nos ayuda a hacernos preguntas muy grandes y complejas. De hecho, se sabe que la gente que participa en huertos acaba comiendo más vegetales y preocupándose por si son de temporada, de proximidad y por las condiciones laborales en que han sido cultivados o producidos estos alimentos. También la gente empieza a moverse más en bicicleta, o a compostar. Un huerto acaba transformando nuestros propios hábitos.
En ese sentido, se ponen encima conceptos como la soberanía alimentaria, aunque sea un nivel reducido y local.
Creo que el principal valor de la agricultura urbana a la hora de incidir sobre el sistema alimentario no es a cuánta gente da de comer, sino a cuánta gente es capaz de poner en contacto con maneras alternativas de relacionarse con el sistema alimentario. Esa es su gran potencialidad. Es decir: no es tanto que a partir de huertos urbanos o comunitarios podamos hacer ciudades autosuficientes, sino reducir los umbrales de vulnerabilidad. Garantizar la soberanía alimentaria de las ciudades tendría que ver con supermercados cooperativos, con cooperativas de consumo, con repensar estas cuestiones logísticas en clave de proximidad, con alianzas con agricultores periurbanos de proximidad y, en última instancia, con generar nuevas relaciones entre el campo y la ciudad. Dicho de otra manera, que ese mundo rural y el mundo urbano que llevan tanto tiempo dándose la espalda empiecen a darse la mano.
Por último, ¿cómo invitarías a quien nos pueda estar escuchando a comprar tu libro?
Creo que 'Huertopías' es un libro interesante porque no es un manual de huertos urbanos. No es un libro sociológico, aunque nos hable de reflexiones sobre el funcionamiento de nuestras sociedades, sino que en buena medida es una recopilación de historias, de proyectos exitosos que están transformando nuestro mundo. Viene a ser una recopilación de pequeños fragmentos de cómo debería ser un futuro por el que mereciera la pena luchar, en el que viviéramos en ciudades más justas y más sostenibles.