Qué es la energía nuclear y por qué genera polémica
Tras el apagón de la semana pasada, esta forma de obtener energía está en boca de todos. En El Eco de LOS40 analizamos sus pros y sus contras.

El debate sobre la energía nuclear está más vivo que nunca. / koto_feja
El pasado lunes 28, España vivió un apagón total. Una situación inédita que ha dado pie a intensos debates y especulaciones sobre las causas, que tardarán tiempo en esclarecerse. También a infinidad de bulos o informaciones parciales, algunas de las cuales están directamente relacionadas con las distintas fuentes de energía que empleamos para alimentar la red eléctrica.
Una vez más, el debate sobre la energía nuclear se ha colado en la opinión pública. ¿Es buena? ¿Es mala? ¿Estamos prescindiendo de ella cuando nos haría un país más competitivo, seguro e independiente a nivel energético? ¿Qué riesgos y beneficios implica? En El Eco de LOS40 te damos todos los detalles, para que tú formes tu propia opinión al respecto.
Empecemos por el principio: ¿Qué es exactamente la energía nuclear? Al pensar en ella, es fácil que a nuestra cabeza se asomen imágenes de chimeneas humeantes, trajes antirradiación o desastres como los de Chernóbil o Fukushima. Pero es más complejo. A grandes rasgos, se trata de aquella electricidad que se produce a partir de reacciones nucleares, normalmente de fisión. Básicamente, se parte un átomo, generalmente de uranio, y esa división libera una enorme cantidad de calor. Ese calor convierte agua en vapor, el vapor mueve turbinas y da como resultado la electricidad. Sin humos, sin quemar combustibles fósiles, sin emisiones directas de CO2. Y ahí es donde empieza el debate. Porque mientras algunos países, como Francia, han apostado abiertamente por ella, otros como Alemania han optado por cerrarlas gradualmente.
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¿Salvación o amenaza?
Desde ciertos sectores se defiende que la energía nuclear puede ser una herramienta útil, e incluso necesaria, en la transición energética. Al fin y al cabo, no emite gases de efecto invernadero durante su operación, al contrario que el carbón o el gas. Además, proporciona una fuente de electricidad constante, algo que las renovables como la solar o la eólica aún no logran del todo, porque dependen del sol o del viento.

La central de Cofrentes, en Valencia. / Jose A. Bernat Bacete

La central de Cofrentes, en Valencia. / Jose A. Bernat Bacete
Pero desde una perspectiva ecologista, la cosa no es tan sencilla. Para empezar, el uranio es un recurso limitado que hay que extraer con procesos enormemente contaminantes. Las centrales nucleares generan residuos radiactivos extremadamente peligrosos que pueden tardar miles de años en descomponerse. Y aunque los accidentes son poco frecuentes, cuando ocurren tienen consecuencias devastadoras para el medio ambiente, la salud pública y la economía. Los citados ejemplos de Chernóbil y Fukushima siguen vivos en la memoria colectiva.
A esto se suma otro punto clave: el coste. Construir una central nuclear es enormemente costoso y lleva décadas. Mientras tanto, las renovables no paran de bajar de precio y ganar eficiencia. Además, gestionar los residuos nucleares implica un compromiso a muy largo plazo que gobiernos y empresas aún no han resuelto de forma satisfactoria.
La energía nuclear puede parecer tentadora por su baja huella de carbono inmediata, pero no está exenta de riesgos, problemas ni contradicciones
Muchos activistas también ponen encima de la mesa una cuestión de transparencia y control democrático. Las nucleares suelen estar en manos de grandes corporaciones o estados, y el acceso a la información suele ser limitado. Frente a esto, las renovables permiten modelos más descentralizados y participativos, como cooperativas ciudadanas de energía.
La energía nuclear es una fuente poderosa, pero muy controvertida. Puede parecer tentadora por su baja huella de carbono inmediata, pero no está exenta de riesgos, problemas ni contradicciones. En un mundo que necesita actuar rápido frente a la emergencia climática, muchos ecologistas apuestan por acelerar las renovables y mejorar el almacenamiento energético, en lugar de jugársela con una energía que, aunque limpia en apariencia, puede dejar una herencia peligrosa durante milenios. AL fin y al cabo, si algo nos enseña la historia de la energía es que no basta con buscar soluciones rápidas. Hay que pensar en el futuro, en el planeta y en quienes lo van a habitar después de nosotros.












