¿Cuánto contamina la fumata blanca (o negra) del Vaticano?
En pleno cónclave para elegir nuevo papa, te contamos todos los detalles sobre un humo que no es tan santo como parece.
El humo negro sale de la chimenea del Vaticano, en la mañana de este 8 de mayo. / Yara Nardi
Tras la muerte de Francisco, el trono de San Pedro ha quedado vacante. Todas las miradas del mundo se posan estos días en una pequeña chimenea que, desde lo alto de la Capilla Sixtina, lanza una bocanada de misterio al cielo romano. Es la famosa fumata, ese humo que, con su color blanco o negro, decide si hay papa nuevo... o seguimos a la espera.
Pero, en un mundo obsesionado con la huella de carbono, ¿alguien se ha detenido a pensar cuánta contaminación encierra ese simbólico gesto?
Para empezar, un poco de contexto: la fumata es, en principio, producto de la quema de las papeletas de los cardenales que participan en el cónclave. En teoría, un acto puro, casi místico. Pero, claro, el humo no sale solo del rezo. Para generar el famoso color negro o blanco se añaden una mezcla de químicos, con el objetivo de asegurar que el mundo se entere de que la balanza se ha inclinado hacia un nuevo pontífice o no. Y, sobre todo, que no haya lugar a dudas.
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Hacia la modernidad
La tradición no es tan antigua como cabría pensar. Aunque hay algunos textos que mencionan la quema de votos para elegir papa desde el Renacimiento, entonces no había distinción entre fumata blanca y fumata negra. Sencillamente, porque la quema de papeletas produce humo que tiende siempre a ser oscuro, producto de la calcinación.
Desde la elección de Juan Pablo II, cuando se produjo cierta sensación de confusión, los procesos químicos para obtener el blanco se han ido perfeccionando. La última actualización tuvo lugar con el nombramiento de Francisco, cuando se dio un paso más hacia la modernidad y se incorporó un dispositivo electrónico en una estufa auxiliar. Su objetivo: poner en marcha un cartucho que contiene cargas con la mezcla de color elegido en la fumata, para que el color sea claramente negro o blanco.
Aunque la cantidad de humo es pequeña y el evento es excepcionalmente raro, sigue siendo un recordatorio de que incluso los rituales más antiguos tienen un impacto en el planeta.
Desde 2005, además, se añade a la mezcla un compuesto químico de perclorato de potasio, antraceno y azufre para lograr que el humo sea más negro. Y cuando se trata de que sea más blanco, se utiliza una mezcla de clorato de potasio, lactosa y resina de conífera ámbar. En términos de toxicidad, ambos humos son potencialmente peligrosos si se inhalan directamente, aunque en el contexto del cónclave —al aire libre y por unos pocos minutos— la exposición para el público es mínima.
No: a nivel ambiental, el cónclave para elegir nuevo pontífice no es precisamente un acto de lo más sostenible. Aunque la cantidad de humo es pequeña y el evento es excepcionalmente raro, sigue siendo un recordatorio de que incluso los rituales más antiguos tienen un impacto en el planeta.
Según algunos cálculos aproximados, las emisiones de CO2 de un cónclave podrían ser similares a las de un coche recorriendo un par de cientos de kilómetros. A todo ello hay que añadir los miles de peregrinos que se desplazan hasta Roma para vivir el evento en directo, dejando una estela de gases contaminantes en su camino. Eso, será mucho peor si se alarga tanto como en el siglo XIII, cuando tuvo lugar el cónclave papal más largo registrado: duró desde noviembre de 1268 hasta septiembre de 1271, casi tres años, debido a las luchas políticas entre los cardenales.












