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Día Mundial de los Océanos: cuando el mar pide auxilio

Este domingo se celebra un día crucial para el planeta y quienes lo habitamos. Porque nuestro futuro depende, y mucho, de los mares y océanos.

Cada 8 de junio se celebra el Día Mundial de los Océanos. / Giordano Cipriani

Cada 8 de junio, el mundo se detiene un momento para mirar al mar. No como escenario de una postal, ni como fondo de pantalla del ordenador, sino como lo que realmente es: el mayor regulador del clima del planeta, el pulmón azul que genera más de la mitad del oxígeno que respiramos y una de las principales reservas de biodiversidad de la Tierra. Hoy, 8 de junio, es el Día Mundial de los Océanos. Y al igual que otras efemérides ambientales, se trata de un recordatorio urgente de lo que está en juego. Y es mucho.

Pero, ¿de dónde viene esta conmemoración? La fecha fue propuesta en 1992 por Canadá durante la Cumbre de la Tierra de Río de Janeiro, pero no fue hasta mucho después, en 2008, cuando las Naciones Unidas la hicieron oficial. Todo, con un objetivo claro: concienciar sobre el papel fundamental que juegan los océanos en nuestra vida cotidiana y poner en marcha acciones globales para su protección.

El océano es una fuente de vida. / Sergio Formoso

Hay un dato del que hablamos a menudo en El Eco de LOS40, pero que sirve para hacerse a la idea de la importancia de este asunto: los océanos cubren el 71% de la superficie terrestre y contienen el 97% del agua del planeta. Son responsables de absorber aproximadamente el 30% del dióxido de carbono que emitimos, actuando como un amortiguador clave contra el cambio climático. Y sin embargo, ese mismo CO2 está alterando su equilibrio: el aumento de la acidez del agua está afectando a organismos marinos como moluscos, corales y fitoplancton, fundamentales en la cadena trófica oceánica.

El plástico, uno de los grandes retos

Los océanos siguen siendo utilizados como vertederos por el ser humano. Y en ese sentido, la situación es crítica. Más de 11 millones de toneladas de plástico llegan cada año a los mares, según el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), y se estima que esa cifra podría triplicarse de aquí a 2040 si no se toman medidas contundentes. La sobrepesca también es un problema de primer orden: según la FAO, el 35% de las poblaciones de peces del mundo están sobreexplotadas, una proporción que se ha duplicado desde los años 70.

Además, el calentamiento global está elevando la temperatura de los océanos a un ritmo sin precedentes, provocando el blanqueamiento masivo de los arrecifes de coral y alterando los patrones migratorios de muchas especies marinas. De manera paralela, el nivel del mar sigue subiendo, amenazando a comunidades costeras y ecosistemas enteros.

La pregunta es lógica: ¿Qué puede hacer el ciudadano de a pie ante un desafío tan descomunal? La respuesta empieza por asumir que todas nuestras acciones cuentan. Optar por productos del mar certificados por sellos de pesca sostenible como MSC o ASC, o incluso reducir el consumo de animales marinos, eliminar o disminuir drásticamente el uso de plásticos desechables, apoyar políticas públicas de conservación o participar en iniciativas de limpieza de playas son pasos que están al alcance de la mayoría. También lo es exigir a empresas y gobiernos una transición real hacia modelos económicos que respeten los límites del planeta.

Y es que el papel de las leyes es clave. Actualmente, solo el 8% de los océanos están protegidos legalmente, y menos del 3% están bajo una protección efectiva. Una nimiedad. Organizaciones científicas y ambientales coinciden en que necesitamos alcanzar al menos un 30% de áreas marinas protegidas para 2030 si queremos mantener la salud oceánica a largo plazo.

El cambio de paradigma es urgente y pasa, sí o sí, por entender que el océano no es una fuente inagotable de recursos, ni un vertedero sin fondo. Es una red compleja de vida que sostiene climas, economías, culturas y generaciones enteras. Por eso, cuidarlo no es un gesto altruista: es una inversión en nuestro futuro colectivo. Y cada gota cuenta.