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¿Qué es la economía circular?

Tirar a la basura no es siempre una buena opción. Te explicamos en qué consiste la economía circular, un concepto que deberíamos tener muy presente.

La economía circular pasa por cambiar nuestra mentalidad. / Surasak Suwanmake

Vivimos rodeados de cosas. Ropa, móviles, muebles, comida. Las usamos, a veces durante años, a veces durante días, y cuando ya no nos sirven... simplemente las tiramos. Este modelo, llamado economía lineal, funciona así: extraer, fabricar, usar, desechar. Y tiene unas consecuencias en las que la mayoría de la gente no suele pensar a menudo: principalmente, haber llenado el planeta de residuos y exprimir sus recursos como si no hubiera un mañana. 

Aquí es donde entra en escena la economía circular. Una forma distinta de pensar y hacer las cosas. Un modelo económico que no consiste en producir más, sino en producir y consumir mejor. Que no entiende el residuo como un final, sino como un nuevo comienzo.

La economía circular es un sistema que busca imitar los ciclos de la naturaleza, donde nada se desperdicia y todo se transforma. En lugar de fabricar productos para usarlos y tirarlos, se trata de diseñarlos desde el principio para que duren más, puedan repararse, reutilizarse, reciclarse o incluso convertirse en otra cosa. Según la Fundación Ellen MacArthur, una de las voces más influyentes en este campo, se basa en tres principios clave: eliminar los residuos y la contaminación desde el diseño, mantener los productos y materiales en uso el mayor tiempo posible, y regenerar los sistemas naturales. 

Mucho más que reciclar

A menudo se confunde la economía circular con reciclar. Y sí, reciclar forma parte del cambio, pero es solo una pieza del puzzle. Antes de reciclar, están otras R que son aún más importantes: reducir, reparar, reutilizar, rediseñar… Cuanto más arriba estemos en esa escala, mejor.

No se trata de volver al pasado, sino de vivir mejor. / Andriy Onufriyenko

Por ejemplo, si compramos menos ropa, la cuidamos más y la arreglamos cuando se rompe, evitamos que termine en un vertedero. O si una empresa diseña sus productos para que puedan desmontarse fácilmente y volver a utilizar sus piezas, está apostando por la circularidad de verdad. 

El cambio de modelo no es una cuestión estética: es urgente. La ONU calcula que extraemos del planeta más de 100.000 millones de toneladas de materiales al año. Y de todo eso, solo un 7,2% vuelve al ciclo productivo. El resto se pierde. Así que no solo estamos agotando recursos, también estamos generando una cantidad de residuos que no podemos gestionar.

Además, la economía circular tiene un impacto directo en la lucha contra el cambio climático. La Comisión Europea estima que adoptar este modelo podría reducir hasta un 45% de las emisiones de gases de efecto invernadero asociadas a la producción de bienes y servicios.

Cada vez hay más ejemplos de este enfoque en la vida real: marcas de tecnología que ofrecen móviles modulares, empresas textiles que transforman ropa usada en nuevas prendas, supermercados que venden a granel o sin envases de un solo uso. Incluso ciudades como Ámsterdam o París están desarrollando estrategias de economía circular para reducir su huella ambiental.

Cambiar el chip no solo es posible: es imprescindible

Todo el mundo puede sumarse a esta manera de entender el mundo. Desde reparar en lugar de tirar, comprar de segunda mano, compartir en lugar de poseer (como en apps de bicis o coches compartidos), hasta exigir a las marcas y gobiernos que apuesten por modelos más sostenibles.

La economía circular no es una moda ni una tendencia ecológica pasajera. Es una respuesta urgente a un sistema que se está quedando sin recursos, sin aire limpio y sin espacio para almacenar su propio desastre. Cambiar el chip no solo es posible: es imprescindible. Y no: no se trata de volver al pasado ni de vivir con menos, sino de vivir mejor.