Crónica: Pablo López se rodea del abrazo más grande en Madrid
Seis años después de su primer 360, vuelve al Palacio Vistalegre para celebrar un concierto que se pudo disfrutar desde todos los ángulos

Eduardo Parra, Elena Buenavista, Victor Lerena y Jorge Paris
El reloj marcaba las 21:09 cuando el público comenzó a aplaudir. Como si saliesen los miembros de una orquesta preparándose para tocar la sinfonía de cualquier músico que se estudia en las clases de historia, Pablo López caminó hasta su escenario directo a interpretar sus propias sintonías, estudiadas por las más de 10.000 personas que acudieron al Palacio Vistalegre de Madrid para disfrutar de todo un repertorio.
Para dejar claro dónde estaba, comenzó la larga lista de canciones homenajeando a la ciudad con Pongamos que hablo de Madrid de Joaquín Sabina. Presente, además y como siempre, durante la noche también con Peces de ciudad. Aunque eso sucedió más adelante.
La niña de la linterna fue la elegida para comenzar su repertorio. "El guionista de mi vida se está pasando con los sueños", confesaba el artista, emocionado por volver a vivir su Gira 360 grados donde comenzó.
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El mundo y Tu enemigo recibieron las voces y aplausos de dos temas que han pasado a la historia, con Mi Casa recordamos Onces historias y un piano, y Quasi fue coreado como una de las más esperadas.

Y entonces presentó El niño del espacio, una canción que hace poco que nació y que ya está deseando que todo el mundo la cante con él: "Me voy a volver a meter en problemas, pero da igual", aseguró regalando más música a los oídos del Vistalegre.
Versiones y un setlist medio improvisado
No existe concierto de Pablo López en el que no haya versiones de otros artistas. Algunos como Sabina siempre están presentes, otros forman parte de sus conciertos sin imaginarlo. Y es que he visto al malagueño hasta versionar a Rihanna -aunque no fue anoche-. Esta vez, volvió a cantar Lo ves de Alejandro Sanz a piano y algunas de Antonio Orozco, como Estoy hecho de pedacitos de ti o Devuélveme la vida; y se colaron Rosas de La Oreja de Van Gogh, sentado en un pequeño sillón, guitarra en mano, S.O.S de Mayte Martín y Sólo le pido a Dios de León Gieco.
Una lista de canciones que no sabemos si estaba establecida, pero conociendo la música del artista, aunque estuviera escrita, saltaría de una a otra sin mucho orden. De hecho, él mismo lo dijo. Dos palabras, Mama no, hijos del verbo amar, El Patio y El abrazo más grande de todos los tiempos fusionado con Mira como bailan, y una de las últimas, Mi gato, fueron las afortunadas de salir en este sueño cumplido para López.
Antonio Orozco y Chiara Oliver se colaron en el directo
Pablo López habló de la amistad, que en su caso tiene de nombre Antonio y de apellido Orozco. Qué bonita la amistad cuando das sin pedir, cuando te dan sin pedir, contaba. Y así comenzó a tocar las primeras notas de Devuélveme la vida segundos antes de aparecer Antonio Orozco, aunque esta vez desde la pantalla del móvil.
Pero esta no era la única sorpresa que tenía preparada Pablo López para el 360 madrileño porque, esta vez de carne y hueso, Chiara Oliver fue la única invitada al evento para cantar Tulipanes, la colaboración más reciente de Pablo, con un tema escrito por la menorquina que entusiasmó al cantante sin ningún tipo de pero. Esta vez, ninguno de los dos a piano, solo con la guitarra y sus voces. Así que nuestras apuestas iban bien encaminadas.
Así, rotando entre el piano, el teclado y la guitarra, Pablo López fue girando en el escenario para convertir en protagonista a todo el público, sin excepción, permitiéndoles disfrutar del show independientemente del lugar dónde estén ubicados. Y así, presentó varias canciones a guitarra: Suplicando, Rosas, Te espero aquí o Vi fueron algunas. Vi, dedicada "a todas las personas que creyeron en mi idioma que es simplemente la música", como una de las más especiales de todos sus años de carrera.
Pablo López volvió a trasladar su intensidad a la capital hablando de su vida, de su familia, el valor de sus amigos y el recuerdo de cuando, hace casi seis años, convirtió el Palacio Vistalegre en un punto de inflexión, donde cantó por primera vez Mama no y nació La niña de la linterna. Y el público, encantado con el resultado, se habría quedado otras dos horas y media más escuchándolo.












