El color del mar está cambiando: te contamos por qué
Dos décadas de imágenes de la NASA revelan un ‘efecto desigualdad’ en la clorofila, que está haciendo que el color del mar pase de azul a verde en algunas zonas.

El color del mar parece estar cambiando. / picture alliance
Los mapas escolares pintan las masas de agua de azul homogéneo. De hecho, así nos imaginamos todos al llamado "planeta azul". Pero esa realidad puede que esté cambiando poco a poco.
Un equipo de la Universidad de Duke, en Carolina del Norte (EEUU) ha buceado en más de veinte años de observaciones del satélite MODIS-Aqua –el ojo de la NASA que retrata la Tierra cada 48 horas– y ha detectado un viraje sutil pero constante: las aguas de determinadas zonas se están tornando más verdes.
¿Qué está provocando este fenómeno? La clave está en la clorofila, el pigmento que tiñe al fitoplancton y sostiene toda la cadena trófica. Tras analizar el 56% de la superficie oceánica, los investigadores han concluido que ese reverdecimiento progresivo está sucediendo especialmente en los polos, mientras que las zonas tropicales están perdiendo dicho pigmento poco a poco y parecen mostrarse de un azul cada vez más intenso.
LOS40
LOS40

Mapa de la concentración de clorofila (Duke University).

Mapa de la concentración de clorofila (Duke University).
Ese cambio de concentración de la clorofila no es sólo una cuestión meramente cromática: genera un desplazamiento de las especies hacia las aguas más frías, lo que está llamado a provocar un impacto en la migración de miles de especies marinas de consecuencias que, a día de hoy, son impredecibles.
Distribución de la riqueza… marina
Lo más curioso de la investigación es la manera en que los científicos han decidido explicarla, para lo que no han utilizado la biología sino las ciencias sociales. En concreto, la economía. "Hemos tomado prestados conceptos prestados de la economía como la curva de Lorenz y el Índice de Gini para explicar en conjunto cómo se distribuye la riqueza en la sociedad", apunta Nicholas Cassar, uno de los responsables del estudio. "Creemos que es aplicable para ver si la proporción del océano que contiene más clorofila ha cambiado con el tiempo". Según sus conclusiones, las zonas con más clorofila serán cada vez más ricas, mientras que las zonas en las que se pierda este pigmento se irán empobreciendo
Según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) alrededor del 50% de las capturas pesqueras mundiales procede de aguas tropicales y subtropicales, por lo que un trasvase de todas esas especies hacia los polos puede reescribir la geografía de la pesca y golpear a millones de personas que dependen de ella para comer.
Las aguas verdes de los polos serán más fértiles que las azules, y eso tendrá consecuencias
“Si la tendencia continúa, creemos que sin duda afectará el ecosistema, especialmente en los países o personas que dependen de la pesca, los mamíferos o los animales. Cualquier cambio de la población de fitoplancton afectará en las zonas tropicales”, sostiene Haiping Zhao, otro de los autores del estudio.
La causa última, un misterio
Los investigadores, cautos, evitan colgarle el sambenito de este desplazamiento de la clorofila al cambio climático, aunque de los cuatro factores ambientales analizados –temperatura, vientos, luz y profundidad de la capa de mezcla– el único que guarda una correlación clara con la evolución del color es el calentamiento del agua superficial. Aún es demasiado pronto, dicen, para dictar sentencia.
Mientras tanto, el cambio de color de los océanos plantea un escenario que, a priori, podría parecer paradójico: las aguas verde esmeralda de los polos serán más fértiles que las azules. Y eso tendrá graves consecuencias. El vaciamiento de clorofila en el trópico puede deshilachar toda la red alimentaria. Y no solo eso: el fitoplancton genera entre el 50% y el 85% del oxígeno que respiramos y actúa como gran aspiradora de CO2. Su mudanza silenciosa pone en entredicho nuestra propia respiración y la capacidad del océano para amortiguar la crisis climática.
El hallazgo coincide con lo que los modelos climáticos situaban años más allá. Gracias a la lectura de todo el espectro visible, la señal ha aparecido en solo 20 años. Y podría no haber hecho más que empezar el principio: la NASA vigila el fenómeno con su satélite PACE, en órbita desde 2024, capaz de diferenciar familias de fitoplancton y seguir su ruta casi en tiempo real. Servirá para afinar los pronósticos.
Quizá el bañista de a pie siga viendo el mar "de un azul de postal", pero la ciencia avisa: en los matices de ese color se escribe ya el futuro de la biodiversidad, de la pesca y, en última instancia, de un planeta que no deja de enviarnos señales.












