Barcelona declara la guerra a la contaminación acústica
La capital catalana pone en marcha un plan para detectar a los vehículos más ruidosos de la ciudad.

La contaminación acústica es un serio problema de salud. / DavidYu
En Barcelona, como pasa en otras muchas grandes capitales, el ruido no descansa. Es constante, se cuela por las ventanas, rebota en los adoquines, se mete en las habitaciones y en las sienes. A veces lo asumimos como parte del paisaje urbano, como si no tuviera consecuencias más allá de la molestia. Pero las tiene: la Organización Mundial de la Salud (OMS) ya alertó de que la contaminación acústica es el segundo factor ambiental que más impacta en la salud en Europa, justo después de la polución del aire. En la capital catalana, el 85% del ruido lo genera la movilidad, según cifras del propio ayuntamiento. Y eso, traducido, significa más insomnio, más estrés, más problemas cardiovasculares. Y más ganas de escapar.
El plan pasa por identificar qué calles y qué vehículos hacen más ruido
Con ese panorama, no sorprende que Barcelona haya decidido plantarle cara al ruido urbano con ayuda de la tecnología. A partir del próximo otoño, la ciudad pondrá en marcha dos proyectos piloto que quieren mapear el ruido en tiempo real y, sobre todo, señalar a los culpables. Literalmente. El plan pasa por identificar qué calles y qué vehículos hacen más ruido, y ponerles cara (o matrícula) para luego poder tomar decisiones concretas.
Oídos que escuchan
Uno de los experimentos lleva la firma de la empresa holandesa Sorama BV. Su sistema consiste en instalar cámaras acústicas que, junto con inteligencia artificial, detectan los vehículos que superan los umbrales permitidos. El dato aparece al instante en paneles LED visibles para conductores y peatones, en una especie de “shaming sonoro” que busca cambiar comportamientos por la vía de la visibilidad.
LOS40
LOS40

El ruido de Barcelona procede, casi en su totalidad, del tráfico motorizado. / Pol Albarrán

El ruido de Barcelona procede, casi en su totalidad, del tráfico motorizado. / Pol Albarrán
El segundo proyecto va un poco más allá: las españolas Bettair y Trafficnow unirán sensores de sonido, visión artificial y algoritmos predictivos para detectar de dónde viene el ruido, cómo se relaciona con el tráfico en tiempo real y anticipar posibles picos críticos. El objetivo no es solo medir, sino también entender. Saber si un atasco puntual genera un infierno acústico, si un nuevo carril bici reduce el bullicio o si las motos eléctricas realmente ayudan a calmar la ciudad.
Ambas iniciativas recibirán 100.000 euros para desarrollarse durante 18 meses. Forma parte del programa Barcelona Innova LAB Mobility, impulsado por el ayuntamiento y entidades como BIT Hàbitat y Fira Barcelona. No es la primera vez que lo intentan: antes se han testeado mejoras en la seguridad de motoristas o en la eficiencia de los carriles bus. Pero ahora el reto es otro: recuperar el silencio como bien público.
Más allá de sensores y software, el mensaje es claro: el ruido no sale gratis. Cuesta salud y descanso. Barcelona quiere volver a escucharse a sí misma. Y quizás, en ese silencio buscado, sus habitantes puedan encontrar algo de paz y mejorar su calidad de vida.












