¿Qué hay detrás de los incendios en España? Lo que esconden los fuegos de León, Madrid o Cádiz
Exploramos las causas que explican los fuegos que cada año nos tienen con el corazón en un puño con la llegada de las altas temperaturas.
Analizamos las causas de los incendios. / by Jose A. Teijeiro
Cada verano, las imágenes se repiten: montes calcinados, humo en el horizonte y brigadas agotadas. Pero este mes de agosto está siendo especialmente dramático: Cádiz, Galicia, Madrid, Castilla y León, Extremadura… Son pocas las zonas que se libran. De parajes naturales Patrimonio de la Humanidad, como Las Médulas, a zonas muy próximas a núcleos residenciales, como Tres Cantos.
Detrás de esas llamas hay mucho más que altas temperaturas. Los incendios en España no son solo una cuestión de mala suerte. Son el resultado de un cóctel de falta de medios, despoblación rural, imprudencias y cambio climático. Y conviene recordarlo una vez más.
En primer lugar, los servicios de extinción trabajan con recursos que, muchas veces, son insuficientes. Aviones que llegan tarde, retenes temporales que no están cuando más se les necesita y plantillas que no se renuevan. "Hacemos lo que podemos con lo que tenemos", repiten quienes se juegan la vida cada verano, y nos recuerdan que no es sólo cuestión de extinción, sino sobre todo, de prevención. Un explosivo cóctel de precariedad y falta de inversión para el que hay que señalar a los políticos responsables. Y acordarnos de ellos cuando nos toque votar.
LOS40
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En un país cada vez más seco, cualquier descuido es una bomba de relojería
Otro factor clave es la imprudencia humana. Un cigarro mal apagado, una quema agrícola sin control o un coche aparcado sobre hierba seca pueden ser la chispa que lo cambia todo. No siempre hay mala intención, pero en un país cada vez más seco, cualquier descuido es una bomba de relojería.
Montes vacíos, llamas más grandes
La despoblación rural también es gasolina para el fuego. Durante décadas, el abandono de pueblos y campos ha dejado grandes superficies sin uso ni mantenimiento alguno. Donde antes había cultivos, ganado o cortafuegos naturales, ahora crece maleza que arde con facilidad. Menos gente viviendo y cuidando el territorio (también vigilándolo y avisando a las autoridades al menos atisbo de fuego) significa más combustible para las llamas.
A esto se suma la fragmentación forestal. La sustitución de bosques mixtos por plantaciones monoespecíficas, como los pinos o los eucaliptos, no sólo se traduce en una biodiversidad pobre: también crea masas continuas de material inflamable. Cuando el fuego arranca, encuentra autopistas verdes que le facilitan avanzar sin freno.
Las imprudencias están detrás de un número importante de incendios forestales. / jean meyntjens
Las imprudencias están detrás de un número importante de incendios forestales. / jean meyntjens
Como en todo lo que tiene que ver con el medio ambiente, el cambio climático empeora el panorama. Olas de calor más largas e intensas, sequías crónicas y primaveras más secas convierten en norma lo que antes era excepcional. Los incendios ya no se limitan a julio y agosto: ahora pueden aparecer en marzo o en noviembre.
Por último, y aunque no siempre se cuenta, existe un importante componente de intereses económicos. En algunos casos, los incendios abren la puerta a recalificaciones urbanísticas, cambios en el uso del suelo o negocios ligados a la madera quemada. La ley lo prohíbe, pero la picaresca siempre encuentra grietas.
Sin embargo, no todo está perdido. La prevención funciona: limpiar cortafuegos, apoyar a la población rural y diversificar cultivos y especies forestales reduce el riesgo. Y, sobre todo, invertir de forma estable en brigadas y medios a lo largo de todo el año, no solo en verano. Porque un incendio no empieza el día que se ve humo. Empieza años antes, cuando se recorta un presupuesto, se abandona un monte o se mira hacia otro lado ante las demandas de quienes luchan contra las llamas. Si queremos cambiar las imágenes del verano, tendremos que cambiar lo que pasa el resto del año.
