La batalla invisible: así intentan las grandes petroleras frenar el acuerdo mundial contra el plástico
Un informe de Greenpeace alerta sobre cómo las mayores compañías de combustibles fósiles y petroquímicas buscan influir en el futuro Tratado Global de Plásticos

El plástico es una grave amenaza para los ecosistemas. / curtoicurto
El plástico es omnipresente: envuelve nuestra comida, forma parte de nuestra ropa y se esconde en dispositivos electrónicos, cosméticos e incluso en el agua que bebemos. Pero detrás de esta omnipresencia hay un motor silencioso: las grandes empresas petroquímicas, que no solo producen el material, sino que también ejercen presión para evitar que se impongan límites efectivos a su fabricación.
Un reciente informe de Greenpeace Reino Unido, titulado 'Plastics, Profits & Power' (Plásticos, Beneficios y Poder) detalla cómo este puñado de corporaciones intenta frenar el Tratado Global de Plásticos, un acuerdo internacional que se negocia desde 2022 para reducir de manera drástica la contaminación plástica. El documento advierte de que estas compañías han encontrado la forma de estar presentes en las negociaciones, promover medidas poco efectivas y mantener abierto el grifo de la producción.
Más y más plástico
Los datos son tan reveladores como preocupantes: desde noviembre de 2022, solo siete multinacionales —Dow, ExxonMobil, BASF, Chevron Phillips, Shell, SABIC e INEOS— han fabricado un volumen de plástico equivalente a llenar 6,3 millones de camiones de basura, lo que equivale a cinco camiones cada minuto. Y lejos de reducir su actividad, han incrementado la capacidad global en 1,4 millones de toneladas en menos de tres años.
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Una bolsa de plástico fotografiada en el océano Pacífico. / Photo by Reinhard Dirscherl\ullstein bild via Getty Images

Una bolsa de plástico fotografiada en el océano Pacífico. / Photo by Reinhard Dirscherl\ullstein bild via Getty Images
El caso de INEOS es ilustrativo: ha aumentado su capacidad de producción en más de un 20 % y está construyendo en Amberes "Project ONE", que se prevé sea la mayor planta de plásticos de Europa. Mientras tanto, Dow ha desplegado al menos 21 lobbistas en las rondas de negociación y ha obtenido beneficios multimillonarios procedentes solo de la venta de plásticos.
Las corporaciones apuestan por soluciones "tecnológicas" como el reciclaje químico que, según Greenpeace, no atacan el problema de raíz
¿Y cómo hacen estas corporaciones para torpedear el tratado? El informe sostiene que las grandes petroquímicas no se limitan a estar presentes: influyen activamente en el diseño del acuerdo. Lo hacen aliándose con delegaciones nacionales, participando en foros clave y promoviendo soluciones "tecnológicas" como el reciclaje químico que, según Greenpeace, no atacan el problema de raíz: la necesidad de producir mucho menos plástico.
Esta manera de hacer presión no es nueva. En otros tratados ambientales, la presencia de grupos con intereses directos ha terminado por diluir las medidas más ambiciosas. Por eso, Greenpeace pide que se prohíba la participación de lobbistas de combustibles fósiles y petroquímicas en las negociaciones y que el tratado incluya una política estricta de conflictos de intereses.
Además de vetar a estos actores, la organización ecologista reclama mayor presencia de científicos independientes, comunidades afectadas y organizaciones sociales en el proceso. La idea es equilibrar la balanza y asegurar que las decisiones se basen en evidencias y en el impacto real sobre las personas y el planeta, no en los beneficios de unas pocas empresas.
Un momento crítico
El informe se ha publicado estratégicamente al concluir la última fase de conversaciones en Ginebra, que han tenido lugar entre el 5 y el 14 de agosto. Un momento decisivo para que el texto final incluya compromisos jurídicamente vinculantes de reducción de la producción de plástico.
¿Qué podemos esperar del futuro? El Tratado Global de Plásticos depende de que las negociaciones no se vean capturadas por quienes tienen intereses económicos en mantener el modelo actual. Para Greenpeace, lo que está en juego no es solo un documento diplomático: es la oportunidad de frenar una de las crisis ambientales más graves de nuestro tiempo.
Los responsables de la organización ecologista lo tienen claro: si las petroquímicas siguen marcando el rumbo, el tratado podría nacer débil, sin capacidad para reducir la producción y, en consecuencia, sin poder real para disminuir la contaminación que ya ahoga ríos, mares y ecosistemas. Y eso, en plena escalada de la crisis plástica, es un riesgo que el mundo no puede permitirse.












