El uso del aire acondicionado divide a Francia
El país galo protagoniza un intenso y polarizado debate entre salud pública, política y sostenibilidad.

El aire acondicionado ha generado un polarizado debate en Francia. / fhm
El calor ha sido uno de los protagonistas de este mes de agosto que poco a poco afronta su recta final. Y en algunos países donde el mercurio ha alcanzado valores inusualmente altos, como Francia, la manera más habitual de combatirlo, el aire acondicionado, se ha convertido en uno de los temas más discutidos. Lo que antes parecía un accesorio secundario, hoy se percibe como una necesidad creciente, aunque su implantación aún es limitada en comparación con otros países.
Las posiciones políticas no han tardado en aflorar. Marine Le Pen, líder de la extrema derecha, ha prometido un plan nacional de climatización para extender su uso en hogares y espacios públicos. En respuesta, Marine Tondelier, dirigente de Europa Ecología Los Verdes, defiende medidas urbanísticas y arquitectónicas que reduzcan la exposición al calor. Dos visiones completamente opuestas que también tienen su eco en la sociedad francesa.
El debate ha ocupado espacio en los principales medios de comunicación del país. El conservador 'Le Figaro' argumenta que el aire acondicionado es clave para mantener la productividad laboral y aliviar hospitales saturados durante las olas de calor. El más progresista 'Libération’, por el contrario, alerta de su impacto ambiental y lo describe como una "aberración" que agrava el calentamiento global. La polémica es, pues, también ideológica.
LOS40
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Una realidad desigual en Europa
La distribución del aire acondicionado en los hogares europeos está marcada por fuertes contrastes. Francia es una excepción. En el país, solo entre un 20% y un 25% de las viviendas dispone de este sistema, frente al 40% de España y cerca de la mitad en Italia. En otros países, como Estados Unidos, la cifra asciende a casi el 90%.
Sin embargo, la tendencia climática está cambiando el panorama. Datos de Copernicus, el programa europeo de observación de la Tierra, muestran que las olas de calor en el continente son más prolongadas e intensas que hace cuatro décadas. El calor ya es más extremo. En ciudades como Madrid o Sevilla los días con temperaturas superiores a 35 ºC se han multiplicado, y en Francia, urbes como Lyon, Burdeos o Marsella afrontan veranos cada vez más duros.

La implantación del aire acondicionado es desigual en Francia. / OceanProd

La implantación del aire acondicionado es desigual en Francia. / OceanProd
El impacto en la vida cotidiana es evidente. Más de 1.800 escuelas francesas se han visto obligadas a cerrar durante los días más duros del último episodio de calor. Del mismo modo, residencias de ancianos y hospitales han tenido que recurrir a soluciones urgentes para garantizar la seguridad de las personas más vulnerables.
Las autoridades insisten en que la respuesta no puede reducirse a una dicotomía entre "sí" o "no" al aire acondicionado. Agnès Pannier-Runacher, ministra de Medioambiente, lo ha resumido de la siguiente manera: “Necesitamos climatización en determinados lugares para proteger a quienes corren más riesgos, pero no puede instalarse en todas partes”. Un equilibrio difícil de conseguir.
Desde el ámbito local, algunos responsables políticos alertan de que apostar por esta tecnología sin más puede convertirse en un error estratégico. Dan Lert, teniente de alcalde de París, considera que se trata de "una mala adaptación", porque afronta las consecuencias del cambio climático sin abordar sus causas. Los ecologistas, por su parte, piden un cambio de rumbo más ambicioso, y recuerdan la importancia de abordar las causas estructurales que agravan la crisis climática.
Muchos ciudadanos siguen confiando en soluciones tradicionales, como persianas, ventiladores o el diseño arquitectónico enfocado a refrescar las vivienda
Por otro lado, los defensores de la climatización argumentan que gran parte de la electricidad francesa procede de la energía nuclear, libre de emisiones de carbono, y que los nuevos equipos son mucho más eficientes que los del pasado. Es por ello que los conservadores defienden abiertamente su uso.
En el día a día y durante los episodios de mayor calor, el dilema se refleja también en la sociedad. Muchos ciudadanos siguen confiando en soluciones tradicionales, como persianas, ventiladores o el diseño arquitectónico enfocado a refrescar las viviendas, pero cada vez más hogares consideran inevitable instalar aire acondicionado. Más aún, con veranos cada vez más largos y tórridos. El futuro inmediato parece marcado por un doble desafío: proteger la salud de la población en un contexto de veranos más calurosos y, al mismo tiempo, evitar que la respuesta incremente las emisiones y la demanda energética.












