Muere Mariví Fernández Palacios, autora de la biografía no autorizada de Pablo Alborán
Periodista de la prensa del corazón que trabajó muchos años junto a María Teresa Campos

Mediaset
El domingo 21 de septiembre de 2025 moría a los 82 años Mariví Fernández Palacios, reconocida periodista y cronista social. Fue una figura constante en la radio y la televisión española, especializada en retratar desde casas reales europeas hasta los Oscar, con una mezcla singular de respeto, cercanía y conocimiento profundo.
Nacida en Madrid y graduada en Periodismo por la Universidad Complutense, Mariví dio sus primeros pasos en la radio, medio al que siempre consideró su primer hogar profesional. Fue en la Cadena SER, Radio Nacional de España y Onda Cero donde aprendió no solo a informar, sino a escuchar, a captar el pulso de la sociedad, de quienes estaban detrás de cada titular.
Desde esos días tempranos, Mariví fue construyendo una voz que fusionaba el periodismo con la sensibilidad humana. Comprendía que detrás de cada boda real, de cada ceremonia o de cada galardón, hay historias de ilusión, de esfuerzo, y también de contraste. Esa mirada propia hizo que su labor fuera más allá del reportaje superficial: profundizaba en las emociones, las expectativas, los rostros, los silencios.
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La televisión, el rostro que tantos conocimos
Los años noventa marcaron su llegada al gran público. Formó parte del equipo de María Teresa Campos en el magacín Día a día (Telecinco, 1996-2004), espacio en el que se convirtió en una colaboradora habitual, experta en sociedad. Antes, también había trabajado con Campos en TVE con formatos como Esta es su casa y Pasa la vida, lo que consolidó una relación profesional de respeto mutuo y admiración.
Radio, escritura, viajes… los otros ámbitos de una mujer inquieta
Aunque la televisión la hizo visible, la radio fue su escuela de fondo. Fue colaboradora en espacios como Hoy por Hoy de la Cadena SER, donde coincidió con nombres como Iñaki Gabilondo, o en programas como Cita a las 5. Esa experiencia radial le proporcionó el pulso del directo, la urgencia informativa, la cercanía con el oyente.
En 2014 publicó Pablo Alborán. La biografía 100% no oficial. Fue una incursión en el terreno biográfico, donde demostró su capacidad de investigar, de contar los logros de un artista contemporáneo desde una óptica cercana, aunque no exenta de rigor.
Además, quienes la conocían cuentan que hasta los últimos años mantuvo curiosidad activa: pintura, viajes, literatura. Tenía deseos de emprender proyectos más íntimos, con las historias menos expuestas al foco mediático, aquellas que tienen que ver con lo personal, lo compartido, lo humano.
Su rostro en episodios públicos emblemáticos
Cubrió momentos que hoy se recuerdan con nostalgia de otra época: las bodas de la Casa Real española, ceremonias con protocolo, Premios Óscar. Fue enviada de gala, corresponsal social en eventos donde lo que importaba era la imagen, la decencia, la etiqueta, pero también la historia detrás de quienes desfilaban.
Y no solo eso: también en espacios más especializados como El Palco de Canal+, donde acompañaba retransmisiones taurinas, comentando ese escenario de sociedad que se reúne bajo los tendidos, pero también los comentarios, las formas, las apariencias. Era un territorio donde muchos ven lo superficial, pero ella le sacaba profundidad al detalle.
El adiós, las reacciones, el hueco dejado
Compañeros, presentadores, figuras de los medios han expresado su pesar. Muchos han destacado su coherencia, su estilo sereno, su forma de servir al espectador sin estridencias, con profesionalidad constante. María Teresa Campos la definió en múltiples ocasiones como alguien en quien siempre se podía confiar para traer lo que importaba de la crónica social, alguien que le daba dignidad al género.
En redes sociales, se han multiplicado los mensajes de cariño: seguidores recordando sus intervenciones, clips viejos, entrevistas, aquella manera de informar que no buscaba escándalo, sino verdad digna. Su profesionalismo fue puesto en valor muchas veces: que tenía una mirada humana, que sabía cuándo callar, cuándo informar, que no se disminuía la complejidad detrás de lo festivo o lo glamuroso.
Ahora, al despedirla, los medios recuerdan no solo los detalles que contó, sino cómo los contó: con discreción, con buena presencia, con honestidad. Esa manera de acercarse fue su marca registrada.
Mariví Fernández Palacios ha fallecido dejando varios sueños en el tintero, uno que ella mencionó siempre como pendiente: escribir algo más personal, algo íntimo, que no estuviera ligado necesariamente al foco externo, sino a lo vivido. No lo vio realizado, pero la idea de que podríamos haber leído algo suyo de cercanía queda como parte de lo que ella siempre aspiró a dar: no solo voz, sino palabra compartida.














