El desafío de Alejandro Sanz tras su mayor éxito: ‘El alma al aire’ cumple veinticinco años
Fue el inmediatamente posterior a ‘Más’ y se publicó el 26 de septiembre de 2000
Alejandro Sanz, actuando en Los Ángeles (EE UU) en septiembre de 2001. / Frank Micelotta Archive
En el año 2000, Alejandro Sanz se enfrentaba a una situación tan envidiable como peligrosa: había conquistado el mercado con Más (1997), el disco más vendido en la historia de España, con más de dos millones de copias en nuestro país y millones más en toda Latinoamérica y Europa. Aquel álbum lo había colocado en una liga diferente: ya no era solo el cantautor madrileño que había seducido con “Pisando fuerte” o “Corazón partío”, sino un fenómeno de masas. El desafío era claro: ¿cómo dar el siguiente paso sin quedar atrapado en la sombra de un éxito insuperable? La respuesta llegó el 26 de septiembre de 2000, con la publicación de El alma al aire.
Para entender la magnitud del reto, baste recordar que Más no solo fue un éxito de ventas: transformó a Alejandro Sanz en emblema cultural, en protagonista de una nueva manera de hacer pop latino. Con “Y, ¿si fuera ella?”, “Amiga mía” o “Corazón partío”, se ganó la complicidad de millones de oyentes que lo adoptaron como voz de sus emociones. Esa conexión masiva lo situaba ante una encrucijada: repetir la fórmula habría sido tentador, pero arriesgaba sonar a autoimitación. Buscar un camino nuevo implicaba exponerse al escrutinio de un público acostumbrado a la perfección.
Sanz optó por un término medio: mantener la esencia de su estilo —la mezcla de pop mediterráneo con raíces flamencas y letras de honda carga sentimental—, pero enriquecerlo con un sonido más orgánico, más cercano a lo acústico y lo íntimo. Para ello contó de nuevo con la producción de Emanuele Ruffinengo y grabó el disco entre Londres y Miami, en un entorno que le permitió integrar influencias internacionales sin perder identidad.
LOS40 Classic
LOS40 Classic
El alma al aire se presentó con un título que parecía declaración de principios: un artista que desnudaba emociones y que no temía mostrarse vulnerable. El álbum contiene algunas de sus composiciones más sentidas, como “Cuando nadie me ve”, que se convirtió en el gran himno del disco, o la propia “El alma al aire”, donde Sanz alterna la fuerza de su voz con la fragilidad del texto.
Más allá de sus sencillos, el álbum mantiene un tono homogéneo, con arreglos delicados y letras que exploran la intimidad. Frente al desparpajo rítmico de Más, aquí predomina la introspección. Alejandro Sanz aparece como un artista consciente de su madurez —tenía 32 años—, capaz de asumir que el siguiente paso podía ser menos explosivo en cifras, pero más sólido en su propuesta artística.
El lanzamiento de El alma al aire fue un acontecimiento. En España, vendió más de 1.300.000 copias en tan solo la primera semana, un récord histórico que lo convirtió en el debut más fulgurante de la época. En América Latina también arrasó: México, Argentina y Chile lo recibieron como el regreso del gran ídolo del pop en español. La gira mundial que siguió al lanzamiento confirmó su capacidad para llenar estadios y auditorios en ambos lados del Atlántico.
La crítica, por su parte, destacó la madurez del disco. Muchos subrayaron que Alejandro Sanz no había intentado repetir el éxito de Más con fórmulas fáciles, sino que había apostado por una obra más introspectiva y coherente. En un mercado cada vez más competitivo, El alma al aire consolidó su prestigio como compositor y lo ratificó como figura indiscutible de la música en español.
El impacto del álbum se tradujo también en premios. En 2001, Alejandro Sanz ganó el Grammy Latino al Álbum del Año por El alma al aire, además de otros galardones en categorías principales. Aquellos premios no solo celebraban las ventas, sino también la calidad de la propuesta. Para Sanz fue la confirmación de que su carrera se sostenía en algo más que el fenómeno puntual de Más: había alcanzado un estatus de solidez artística.
Veinticinco años después, El alma al aire mantiene su vigencia. Muchas de sus canciones forman parte habitual de los conciertos de Alejandro Sanz y siguen siendo coreadas por generaciones que las han hecho suyas. Para los fans, es el disco que demostró que el cantante podía sobrevivir a su propio mito y salir fortalecido. Para la industria, fue un recordatorio de que la música en español tenía capacidad para competir con cualquier mercado global.
El alma al aire no superó las cifras de Más —algo prácticamente imposible—, pero alcanzó algo quizás más importante: confirmó que Alejandro Sanz no era solo un fenómeno de los noventa, sino un artista con recorrido de décadas. Ese 2000 fue, en realidad, el inicio de una nueva etapa, marcada por colaboraciones internacionales y un lugar fijo en la primera línea de la música latina.
El alma al aire es recordado como el álbum que le permitió seguir creciendo, el trabajo con el que probó que se puede mirar de frente al vértigo del éxito y responder con autenticidad. Fue el momento en que, tras vender más discos que nadie en España, un artista decidió seguir siendo él mismo, aunque eso significara arriesgar. Y esa decisión, veinticinco años después, explica por qué Alejandro Sanz es mucho más que una estrella: es un clásico.
