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El legado de Jane Goodall, la mujer que escuchó a los chimpancés y cambió nuestra forma de mirar la naturaleza

La primatóloga británica transformó la ciencia, inspiró al ecologismo global y dejó una huella ética que trasciende generaciones.

Jane Goodall, en uno de sus viajes a Tanzania, en 1987. / Penelope Breese

Jane Goodall falleció ayer a los 91 años de edad en Los Angeles. La primatóloga más famosa del planeta se encontraba en California como parte de su gira de conferencias por Estados Unidos. Permaneció incombustible hasta el último momento. Y se fue haciendo lo que más le gustaba: hablar sobre cómo repensar nuestra manera de habitar en el mundo junto a todos los seres que lo habitamos.  

Con sólo 26 años se adentró en la selva para observar a los chimpancés en libertad

Nacida en Londres en 1934, Jane Goodall no necesitó un laboratorio ni un título universitario para iniciar la que sería una de las investigaciones más influyentes del siglo XX. Armándose de paciencia y cuadernos de notas, en 1960 se adentró en el Parque Nacional de Gombe, en Tanzania, para observar a los chimpancés en libertad. Tenía apenas 26 años y una curiosidad inmensa por comprenderlos. Lo que descubrió allí cambiaría para siempre nuestra relación con los animales y con la naturaleza.

Una joven Goodall en 1965. / CBS Photo Archive

Goodall fue la primera en demostrar que los chimpancés fabrican y usan herramientas, un hallazgo que rompió con la idea de que esa era una habilidad exclusiva de los seres humanos. También reveló que poseen personalidades únicas, que expresan afecto, que son capaces de empatía y ternura, pero también de rivalidad y violencia. Sus conclusiones desafiaron las fronteras de lo que entendíamos como "humano" y pusieron en evidencia lo cerca que estamos, biológica y emocionalmente, de los demás primates.

Pero el legado de Jane Goodall no se limita a la ciencia. Consciente de la destrucción acelerada de los bosques africanos y del riesgo de extinción de los chimpancés, en los años ochenta dio un giro a su vida para convertirse en una activista global. Fundó el Jane Goodall Institute, con presencia en decenas de países, dedicado a la conservación, la educación y la investigación. Desde allí impulsó programas comunitarios que vinculaban el bienestar humano con la protección de los ecosistemas. Bajo su liderazgo nació también Roots & Shoots, una red internacional que moviliza a jóvenes en defensa del medio ambiente y la justicia social.

La empatía y la compasión, en el centro 

Su voz fue escuchada en foros internacionales, universidades y conferencias multitudinarias. Siempre con un tono sereno, pero firme, insistió en que la forma en que tratamos a los animales refleja nuestra ética como especie. Para ella, la compasión, la ciencia y la acción colectiva eran inseparables. Sus palabras, “Cada uno de nosotros puede marcar la diferencia”, se convirtieron en un lema para generaciones de ambientalistas.

Jane Goodall, el pasado abril en Los Angeles. / Robin L Marshall

Goodall recibió reconocimientos en todo el mundo: el título de Dama del Imperio Británico, la Legión de Honor francesa, decenas de doctorados honoris causa y premios internacionales por su contribución a la ciencia y a la conservación. Sin embargo, ella misma solía restar importancia a los galardones. Lo que más valoraba era el contacto con la gente joven, a quienes veía como la esperanza para transformar el futuro.

Goodall denunció los vínculos entre la deforestación, la pobreza y la pérdida de biodiversidad

Su legado también tiene una dimensión ética. Goodall fue una de las grandes voces en contra de la experimentación con primates en laboratorios, de la caza furtiva y del comercio ilegal de animales salvajes. Denunció los vínculos entre la deforestación, la pobreza y la pérdida de biodiversidad, y defendió la necesidad de un modelo de desarrollo más justo y respetuoso con todas las formas de vida.

Hoy, su figura trasciende la de una científica. Jane Goodall se convirtió en símbolo de una forma distinta de mirar al planeta: más humilde, más consciente de la interdependencia entre los seres humanos y el resto de especies. En un tiempo marcado por la crisis climática y la extinción masiva de animales, su mensaje resuena con más urgencia que nunca.