Veinticinco años de ‘Kid A’, el salto al abismo de Radiohead
Fue el álbum inmediatamente posterior al influyente ‘OK computer’

Radiohead: se cumplen veinticinco años de 'Kid A'.
Una de las señas de identidad de Radiohead a lo largo de su carrera ha sido su capacidad de sorprender y desconcertar. Un buen ejemplo es su disco Kid A, publicado el 2 de octubre de 2000, álbum que se convirtió en una de las obras fundamentales de la música contemporánea. Un cuarto de siglo después, aquel trabajo sigue siendo recordado como el punto de inflexión en la trayectoria de los británicos; la apuesta radical que los consagró como una de las bandas más influyentes de su tiempo.
En aquel momento, Radiohead llegaba a la cima de su prestigio artístico gracias al éxito de OK Computer (1997), un álbum que redefinió el rock alternativo de los noventa y los colocó en lo más alto del panorama mundial. La crítica lo aclamó como obra maestra y el público lo convirtió en fenómeno de ventas. Sin embargo, ese triunfo trajo consigo un enorme peso: la presión de repetir la hazaña, de convertirse en portavoces de una generación, de no traicionar el camino que ellos mismos habían abierto. Thom Yorke, líder y vocalista, lo vivió con angustia. Tras la gira mundial de OK Computer, cayó en una profunda crisis creativa, convencido de que seguir haciendo rock de guitarras era un callejón sin salida.
La solución fue romper con todo lo anterior. En lugar de buscar un OK Computer 2, la banda se encerró en estudios de París, Copenhague y Oxford para experimentar con sonidos electrónicos, jazz, música clásica contemporánea y ambient. Lo que emergió de esas sesiones fue Kid A, un disco que desafiaba las expectativas: apenas había riffs de guitarra, predominaban los sintetizadores, los samplers y las atmósferas densas, y las voces de Yorke aparecían distorsionadas, como un instrumento más. La influencia de artistas como Aphex Twin, Brian Eno o el krautrock alemán era evidente, pero todo estaba filtrado por el sello inconfundible de Radiohead.
LOS40 Classic
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El resultado descolocó quienes esperaban un sucesor directo de OK Computer. La apertura con “Everything in its right place” marcaba el tono: un mantra electrónico que hablaba de desorientación y alienación. El tema que daba título al disco, “Kid A”, parecía más un collage sonoro que una canción tradicional. Y piezas como “The national anthem”, con su bajo hipnótico y una sección de vientos caótica, o “Idioteque”, con bases electrónicas minimalistas, confirmaban que el grupo había decidido romper con cualquier etiqueta previa.
A pesar de su radicalidad, Kid A fue un éxito inmediato. Debutó en el número uno de las listas de Estados Unidos y del Reino Unido, con más de 200.000 copias vendidas en la primera semana en ambos países. El impacto fue doble: por un lado, muchos fans se sintieron desubicados y algunos críticos se preguntaron si Radiohead no se había excedido en su ambición; por otro, el tiempo demostró que aquella ruptura era necesaria. Lejos de destruir su carrera, consolidó su prestigio. La banda demostró que podía reinventarse y seguir marcando el rumbo de la música alternativa.
En España, el disco también fue recibido con expectación, aunque no alcanzó las cifras de ventas de otros mercados. Sin embargo, su influencia en músicos y oyentes fue inmediata. Jóvenes grupos encontraron en Kid A la prueba de que se podía hacer rock sin guitarras y que lo experimental también podía llegar a un público masivo.
Con los años, la valoración del disco no ha hecho más que crecer. Revistas como Rolling Stone, Pitchfork o NME lo han incluido entre los mejores álbumes de todos los tiempos. Muchos críticos coinciden en que anticipó el sonido del nuevo milenio: el cruce entre rock y electrónica, la fragmentación de las estructuras tradicionales de canción y la exploración de una atmósfera inquietante que reflejaba bien las ansiedades de la época.
La gira posterior, que combinó canciones de Kid A y su sucesor inmediato, Amnesiac (2001), demostró que aquellas piezas, por abstractas que parecieran en estudio, podían cobrar vida en directo y mantener la intensidad emocional característica de Radiohead. El público, inicialmente dividido, acabó abrazando el nuevo repertorio.
Veinticinco años después, Kid A se escucha como un disco visionario. Fue la apuesta de una banda que, en lugar de acomodarse en el éxito, decidió saltar al vacío y confiar en que la música sería su red. Y lo fue. Radiohead demostró que el riesgo puede ser el camino más seguro para alcanzar la trascendencia, y Kid A sigue siendo la prueba irrefutable de ese salto al abismo.












