Dos años de retraso: España incumple la Ley de Protección Animal y deja en el aire la Ley de Grandes Simios
Más de 70.000 firmas y un centenar de organizaciones reclaman al Gobierno que cumpla con un mandato legal y honre el legado de Jane Goodall.

Los grandes simios siguen esperando un marco legal que los proteja. / Anadolu
Han pasado dos años desde que entró en vigor la Ley de Bienestar Animal. En su texto, se establecía de forma clara que el Gobierno debía presentar, en un plazo máximo de tres meses, una Ley de Grandes Simios. El objetivo: garantizar derechos básicos a chimpancés, gorilas, orangutanes y bonobos, homínidos no humanos con quienes compartimos más del 98% de nuestro ADN. Sin embargo, el plazo se ha incumplido con creces y el compromiso sigue sin materializarse.
El Proyecto Gran Simio y la Fundación Animal Guardians, junto a más de un centenar de organizaciones y 71.000 firmas ciudadanas, reclaman al ministro de Derechos Sociales, Pablo Bustinduy, que convoque de inmediato una reunión y dé salida a una norma que es, además de una deuda ética, un mandato legal. “Ahora que Jane Goodall ya no está entre nosotros, y precisamente en su honor, es el momento de que España continúe su legado con la primera Ley de Grandes Simios del planeta”, señala Pedro Pozas, director del Proyecto Gran Simio.

Un bebé de gorila. / Anadolu

Un bebé de gorila. / Anadolu
La propuesta ya está elaborada. El borrador técnico, redactado por expertos y puesto a disposición del Ministerio, incluye medidas clave como la prohibición del uso de grandes simios en circos, espectáculos, publicidad y experimentación, el fin de la cría en cautividad y de los traslados entre zoológicos, así como el traslado progresivo de los animales a santuarios que respeten su bienestar y su etología. El texto contempla, además, derechos básicos como la vida, la libertad y la integridad física y emocional, así como la creación de un registro estatal y el impulso de la cooperación internacional para conservar sus hábitats naturales.
LOS40
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Inteligentes y sensibles
La ciencia ha demostrado que estos animales poseen capacidades cognitivas y emocionales extraordinarias. Casos célebres como Washoe, la chimpancé que aprendió más de 350 signos de la lengua de signos; Kanzi, el bonobo capaz de comprender frases complejas; o Koko, la gorila que dominaba más de 1.000 signos y entendía 2.000 palabras habladas, evidencian que los grandes simios sienten, piensan, se comunican y transmiten cultura. Sin embargo, en España siguen siendo tratados como recursos biológicos o piezas de exhibición, sometidos a prácticas que rompen sus vínculos familiares y generan un profundo sufrimiento.
La verdadera conservación debe pasar por la protección de los hábitats originales
Uno de los puntos más urgentes es la prohibición de la cría en cautividad. Según las organizaciones impulsoras, los individuos nacidos en zoológicos rara vez son reintroducidos en la naturaleza, se cruzan subespecies sin valor conservacionista y se producen traslados que generan un alto estrés emocional. Frente a esta dinámica, insisten, la verdadera conservación debe pasar por la protección de los hábitats originales: frenar la deforestación, combatir el tráfico ilegal de especies y apoyar a los pueblos indígenas que conviven con ellos.
El retraso en la tramitación de la ley contrasta con la presión internacional para avanzar en el reconocimiento de derechos básicos a los grandes simios. España podría situarse a la vanguardia con la primera norma de este tipo a nivel mundial. No se trata solo de una cuestión legal, sino de un compromiso moral con quienes forman parte de nuestra misma familia evolutiva.
"España tiene la oportunidad histórica de saldar una deuda ética"
La reciente muerte de Jane Goodall, pionera en la investigación con chimpancés y en la defensa de la naturaleza, añade una dimensión simbólica a esta reclamación. Goodall dedicó su vida a demostrar que los grandes simios no son meros animales, sino seres con cultura, emociones y lazos sociales complejos. Su legado es hoy una llamada a la acción. “España tiene la oportunidad histórica de saldar una deuda ética y de situarse a la altura de la ciencia y de la sociedad”, concluye Pozas.












