John Lennon cumpliría hoy 85 años: el eterno rebelde que no envejece
El componente de The Beatles murió asesinado en 1980. ¿Qué haría actualmente de seguir vivo?
John Lennon, actuando en el Chrysler Arena de Ann Arbor (Michigan), en diciembre de 1971. / Tom Copi
Este 9 de octubre de 2025, John Lennon habría cumplido 85 años. Ocho décadas y media de un artista que cambió la historia del siglo XX a golpe de guitarra, ingenio y controversia. Fundador de The Beatles, activista, provocador, poeta urbano y profeta involuntario del amor y la contradicción, Lennon sigue siendo —más que una figura del pasado— un espejo incómodo del presente. Su asesinato en 1980 congeló su imagen en los 40, pero su sombra ha seguido creciendo: ningún otro músico ha sabido combinar mejor la genialidad con la irreverencia, la vulnerabilidad con la arrogancia y la utopía con la ironía.
Hablar de John Lennon es hablar de una época, pero también de un estado mental. Fue el cerebro más afilado de The Beatles, el que no se conformó con la fama y el dinero, el que convirtió la música pop en un altavoz político y personal. Su talento para escribir canciones que mezclaban confesión y crítica —de “Help!” a “Imagine”, pasando por “Working class hero”— lo situó en un territorio propio, mitad trovador, mitad provocador profesional. Su desaparición dejó una pregunta que aún flota en el aire: ¿qué habría hecho Lennon en las siguientes décadas?
Si estuviera vivo, la respuesta sería, probablemente, “todo lo contrario de lo que se espera de él”.
LOS40 Classic
LOS40 Classic
A sus 85 años, Lennon seguiría haciendo ruido, literal y figuradamente. Es fácil imaginarlo convertido en una mezcla de sabio gruñón y tuitero compulsivo, alternando mensajes sobre el amor y la paz con diatribas contra los algoritmos, los bancos y las “falsas revoluciones digitales”. Habría publicado algún manifiesto titulado Imagine Reloaded y, tras tres horas de entrevistas en streaming, se habría quejado de que los titulares lo malinterpretaron.
Musicalmente, no cabe duda de que seguiría experimentando. En los noventa habría coqueteado con el Britpop —“me habría gustado producir a Blur, pero Damon habla demasiado”, habría dicho— y en los 2000 habría grabado un disco con Radiohead solo para demostrar que seguía por delante de todos. A estas alturas, en 2025, su música sonaría probablemente en una plataforma de streaming que detestaría. “La paz mundial está bien, pero que te paguen medio céntimo por una reproducción, eso sí que es violencia”, habría declarado en alguna gala de los Grammy.
Sus redes sociales serían una montaña rusa. En X (antes Twitter) alternaría mensajes zen con discusiones furibundas sobre política internacional, mientras en Instagram subiría fotos de su desayuno vegano y en TikTok aparecería tocando la guitarra a dúo con Paul McCartney, bajo el título “Old but still Fab”. Y por supuesto, no habría perdido su costumbre de molestar a medio mundo: medio planeta lo adoraría y la otra mitad lo consideraría insoportable.
A nivel personal, probablemente seguiría viviendo entre Nueva York y algún retiro ecológico en Islandia, acompañado de Yoko Ono, de la que seguiría tan enamorado como obstinadamente dependiente. Su casa estaría llena de guitarras, cuadros, gatos y mensajes escritos a mano con frases tipo “War is still over (if you want it)”. No habría dejado de fumar ni de reírse de sí mismo, aunque ahora se quejaría de las “versiones holográficas” de The Beatles en conciertos tributo: “No me resucitéis, que luego me quejo”, habría dicho en una entrevista con Jools Holland.
Políticamente, Lennon habría seguido incomodando a todos. Apoyaría causas ambientales, feministas y pacifistas, pero criticaría con la misma dureza la hipocresía de ciertos discursos bienpensantes. Es fácil imaginarlo en 2025 componiendo una canción titulada “Influencer revolution” o “Cancel me if you can”, con la misma mezcla de sarcasmo y lucidez que lo caracterizaba.
A nivel familiar, sus hijos Julian y Sean lo habrían convertido en abuelo y probablemente en un productor voluntarioso, aunque difícil. “Papá me cambió los arreglos tres veces en el estudio”, confesaría alguno. En las entrevistas, Lennon seguiría refiriéndose a sí mismo como “un tipo normal con una guitarra y demasiadas opiniones”.
Culturalmente, su figura seguiría siendo un imán. Netflix ya habría estrenado una serie documental llamada Dear John: The Lennon Paradox, narrada por Billie Eilish, en la que él mismo habría participado, apareciendo en pantalla para interrumpir al narrador y corregirle: “Eso no fue así, chico, yo solo quería que el mundo bailara”.
Y musicalmente, en este presente imaginado, Lennon seguiría siendo Lennon: incómodo, contradictorio, genial. A los 85 años grabaría un disco de versiones de sí mismo en clave electrónica, con invitados de tres generaciones —de Elton John a Harry Styles—, y habría presentado el álbum en un concierto benéfico donde habría terminado con un “Give peace a chance” cantado junto a un coro de refugiados y robots.
Porque si algo define a John Lennon, incluso 55 años después de su muerte, es que no habría sabido estarse quieto. Seguiría buscando una canción que explicara el mundo, una utopía que lo redimiera o una broma que desarmara a los fanáticos. La música fue su arma y su trinchera, y en eso, ni los años ni la historia habrían cambiado nada.
