Muere Miguel Ángel Russo, entrenador del Boca Juniors, a los 69 años
El fútbol argentino de luto por la pérdida de uno de sus referentes
Miguel Ángel Russo, en el Torneo Clausura Betano 2025. / Luciano Bisbal
Este miércoles 8 de octubre, el fútbol argentino recibía un duro golpe al conocerse la noticia del fallecimiento de Miguel Ángel Russo, ese nombre que resonaba fuerte en estadios de toda América Latina. Tenía 69 años cuando el cáncer acababa con su vida tras una batalla prolongada que se alargó durante ocho años y que le acarreó otras dolencias.
En los últimos meses había sufrido varias recaídas. No se le veía en el campo de juego desde el pasado 21 de septiembre. Permanecía en un centro de salud internado y ya el lunes pasado Boca anunció que estaba “cursando una internación domiciliaria con pronóstico reservado”. Parecía un aviso para prepararnos para lo que se venía.
Fue mediocampista de carácter firme y entrenador de calidez humana; alguien que vivió el fútbol con la piel y los nervios, que sonrió en las victorias y sostuvo al grupo en las derrotas. Hoy, ‘Miguelo’ descansa, pero lo que construyó vive en cada hinchada que lo idolatra.
De jugador a emblema
Russo nació en Lanús, Argentina, aunque muchos lo recuerdan sobre todo ligado al Estudiantes de La Plata: allí se forjó como jugador, allá dejó el sudor, los goles y la constancia. Fueron más de 400 partidos defendiendo su camiseta, década tras década, formación tras formación. Como jugador también tuvo la oportunidad de representar a su país, 17 veces, suma con la que se ganó respeto.
Al colgar las botas, siguió el camino de la dirección técnica y lo hizo con humildad y firmeza. Clubes de Argentina, de Chile, de Colombia, Perú, Paraguay y México lo recibieron. Siempre con el mismo sello: el respeto por el grupo, la lectura del rival y una idea táctica clara, sin artificios, sin estridencias innecesarias.
Los logros de Russo
No hay carrera de Russo sin títulos que cuenten su historia: En 2007, al mando de Boca Juniors y con Juan Román Riquelme comandando el mediocampo, ganó la Copa Libertadores, dejando una marca imborrable.
En 2020, cuando regresó a Boca, sumó otro campeonato de liga, y también la Copa de la Liga, mostrando que su sello no era solo histórico, sino vigente.
Su paso por Millonarios de Colombia (2017-2018) fue otro capítulo destacado: campeón local, Superliga y fidelidad de hinchas que aún lo recuerdan con admiración.
La enfermedad, los últimos días
En 2017 le diagnosticaron cáncer de próstata. Con esa carga siguió dirigiendo, con tratamientos, con cirugías, con períodos mejores y otros de incertidumbre. Más adelante también apareció otro cáncer, de vejiga, que sumó más dificultad al cuadro.
Su salud se deterioró en los últimos meses. A finales de septiembre de 2025 ya estaba de baja médica, bajo cuidados domiciliarios, hospitalizado varias veces por complicaciones, entre ellas infecciones urinarias.
El día de su muerte fue en Buenos Aires, en su casa, rodeado por quienes pudieron acompañarlo. Sus paisajes finales fueron los de afecto, recuerdo, memoria.
Reacciones: despedidas que duelen
Cuando la noticia cayó, el fútbol entero pareció detenerse un rato. Boca Juniors publicó un comunicado de profundo pesar, haciendo saber que Russo deja “una huella imborrable” en el club, como ejemplo de entrega, calidez y compromiso.
Sus antiguos clubes también se manifestaron: Estudiantes, Millonarios, Alianza Lima, Cerro Porteño, Lanús, Rosario Central, Vélez, entre otros, destacaron no solo los títulos, sino la coherencia, la seriedad y el cuidado por el jugador como persona.
Dirigentes y figuras del deporte argentino expresaron tristeza con mensajes personales. Julio Alak, Intendente de la ciudad de La Plata, por ejemplo, habló del “profundo dolor” al despedir a un amigo, confirmando la dimensión humana detrás del entrenador de cancha.
Y los hinchas se volcaron en redes sociales: imágenes, recuerdos, camisetas viejas que reaparecen, goles memorables, declaraciones legendarias. Algunos dijeron que vio el último partido “desde las sombras”, otros que aun con tristeza la camiseta de Boca se sintió vacía sin él. Porque con él no se despedían solo del entrenador: se despedían de un símbolo.
El legado de Russo
Miguel Ángel Russo deja más que estadísticas. Deja una forma de hacer fútbol donde el respeto por la historia, por la camiseta, por el jugador, vale tanto como el triunfo. Deja lealtad: no cambió su estilo solo por modas, no abandonó el vestuario, aunque la enfermedad le pasara factura.
Sella su legado con orgullo: jugó décadas, ganó los aplausos de jugadores, entrenadores, hinchas. Fue ejemplo de paciencia, de resistencia, de esa capacidad de mantenerse en pie aun cuando el cuerpo ya le cobraba el precio de los años. Y lo hizo sin dejar de amar lo que hacía.
Hoy en el corazón del fútbol argentino, y también en toda América Latina, queda un hueco inmenso. Uno que no llenan los triunfos ni los goles, sino los gestos: Russo peleando cada balón, Russo corregido en la táctica, Russo aconsejando en un vestuario, Russo devolviendo la palabra justa a quien dudaba.
Se lo despide con lágrimas, pero también con gratitud y respeto. “Hasta siempre, querido Miguel”, repiten los clubes, los hinchas, los periodistas. Porque, aunque ya no esté, su eco se escucha: en las tribunas de Boca, en las de Estudiantes, en Bogotá, en Lima, en San Pablo; en cada estadio que siente que perderlo es perder un pedazo de alma.
Miguel Ángel Russo partió, pero su luz no se apaga. Será recordado como lo que fue: un entrenador de lucha, un hombre de valores firmes, alguien que vivió el fútbol con la pasión que solo los grandes pueden ostentar. Descansa en paz, Miguelo. Tu legado ya está tatuado en la historia.