45 años de ‘The river’: el caudal más humano de Bruce Springsteen
Contenía ‘Hungry heart’, uno de sus clásicos

Bruce Springsteen, en concierto en Canadá en julio de 1980. / Ebet Roberts
El 17 de octubre de 1980, Bruce Springsteen publicaba The river, un álbum doble que marcó un antes y un después en su carrera. Tenía 31 años y acababa de atravesar uno de los periodos más intensos de su vida artística y personal. Tras el éxito monumental de Born to run (1975) y la oscuridad introspectiva de Darkness on the edge of town (1978), Springsteen se encontraba en un punto de inflexión: era un artista consagrado, pero también un hombre que empezaba a mirar con otros ojos la América real, la de las fábricas, las familias rotas y los sueños postergados. The river fue su respuesta: un disco que contenía tanto la euforia del rock como la desolación de la vida cotidiana, un testimonio sonoro de una nación que despertaba de la resaca del idealismo setentero.
El contexto en el que nació The river fue de búsqueda y desbordamiento creativo. Springsteen había grabado decenas de canciones —más de sesenta— durante las sesiones previas, dudando sobre el tono y el alcance del proyecto. En principio iba a ser un disco sencillo titulado “The ties that bind”, pero finalmente decidió ampliarlo a un doble LP. Quería que reflejara todas las contradicciones de su mundo: la energía de la juventud y la incertidumbre de la madurez, el deseo y la responsabilidad, la ilusión y la pérdida. En palabras del propio Springsteen, The river era “una mirada a la vida adulta y a las cosas que la destruyen”.
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El álbum se abría con “The ties that bind”, una declaración de intenciones: lazos que unen y, al mismo tiempo, ahogan. Desde el primer acorde, el sonido de la E Street Band suena afilado y compacto, más directo que nunca. Canciones como “Out in the street”, “Hungry heart” o “Sherry darling” mantienen la vitalidad de los viejos tiempos del rock de carretera, mientras que otras, como “Independence day”, “Stolen car” o la propia “The river”, se sumergen en la melancolía y el desencanto. El tema que da título al disco —inspirado en la historia real de su hermana Virginia y su cuñado— es uno de los momentos más conmovedores de su repertorio: un relato de amor, trabajo y frustración que, en apenas cinco minutos, condensa toda una vida.
LOS40 Classic
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Musicalmente, The river amplía el espectro sonoro de Springsteen. Conviven el rock’n’roll clásico con el folk más desnudo, el pop de los años 60 con la crudeza de los 80 que ya se asomaba. Es un disco que respira por todos los costados, en el que la energía eléctrica y la introspección se equilibran con precisión. Las letras, llenas de personajes reales —obreros, amantes, fugitivos, soñadores sin horizonte—, consolidaron a Springsteen como un narrador social, heredero de Woody Guthrie y Bob Dylan, pero con una voz propia: la del chico de Nueva Jersey que miraba a su país desde las calles, no desde los despachos.
En cuanto a su repercusión, The river fue un éxito inmediato, aunque más complejo que sus predecesores. Debutó en el número uno de las listas de Estados Unidos y Canadá, y alcanzó el top 10 en buena parte de Europa, incluido el Reino Unido. El primer sencillo, “Hungry heart”, se convirtió en su primer top 10 en el Billboard Hot 100, consolidando su llegada definitiva al gran público. El álbum vendió más de seis millones de copias en Estados Unidos y recibió elogios de la crítica por su ambición y su profundidad.

Pero más allá de las cifras, The river supuso un punto de madurez para Springsteen. Hasta entonces había sido visto como el último romántico del rock, el cronista del asfalto y la juventud; con este disco, se convirtió en un observador adulto, consciente de que el sueño americano tenía fisuras. En sus canciones ya no solo se hablaba de huir, sino de quedarse; no solo de amar, sino de resistir. Era el retrato de una generación que entraba en los años de Reagan sin saber muy bien qué había sido de sus promesas.
La gira posterior, The river Tour, llevó esa energía a escenarios de todo el mundo, y convirtió a los conciertos de Springsteen en auténticas experiencias maratonianas, de más de tres horas, en las que se mezclaban la fiesta y la confesión. Aquella etapa consolidó su reputación como el mejor intérprete en directo del planeta, una fama que mantiene todavía hoy.
Con el paso de los años, The river ha ganado una dimensión aún mayor. En 2015, Springsteen publicó una edición conmemorativa y una gira especial en la que interpretó el disco completo, reafirmando su relevancia. Cuatro décadas y media después, sus canciones siguen sonando honestas, urgentes y humanas. The river no solo fue un retrato de su tiempo: fue —y sigue siendo— un espejo donde se refleja la vida, con sus flujos y reflujos, sus promesas y sus pérdidas.
Porque, como el propio Bruce cantaba en el tema que le da título: “Recuerdo cómo salíamos y nadábamos en el río / y aunque ahora los ríos se han secado, sigo yendo allí a veces”. The river es exactamente eso: el lugar al que uno vuelve, aunque el tiempo haya cambiado su cauce.














