El final de la película 'La Vida de Chuck', explicado
Una despedida surrealista: cómo la película transforma la muerte en un homenaje a la existencia
Annalise Basso, Mike Flanagan, Tom Hiddleston, Karen Gillan, Chiwetel Ejiofor y Mark Hamill / Michael Buckner
Si el final de La vida de Chuck te dejó con más preguntas que respuestas, no estás solo. La nueva película de Mike Flanagan, basada en el relato homónimo de Stephen King, se aleja del terror para sumergirse en una reflexión poética sobre la vida y la muerte. Protagonizada por Tom Hiddleston, junto a un elenco estelar que incluye a Chiwetel Ejiofor, Karen Gillan, Mark Hamill y Nick Offerman, la cinta se estructura en tres actos que parecen desconectados, pero que revelan una profunda coherencia emocional. El filme comienza con el apocalipsis y termina en la infancia del protagonista, una inversión narrativa que es clave para entender su mensaje.
La historia de Chuck Krantz no se cuenta en orden cronológico, sino como una reconstrucción de recuerdos en los últimos segundos de su conciencia. El primer acto, titulado ¡Gracias, Chuck!, muestra un mundo que colapsa, pero no es literal: representa el cuerpo de Chuck apagándose mientras muere en un hospital. A medida que la película retrocede en el tiempo, descubrimos que los personajes que aparecen —algunos sin envejecer— son fragmentos de memoria, personas que marcaron su vida de forma fugaz. El último acto, ambientado en su adolescencia, revela una escena clave: Chuck entra en una cúpula prohibida y se ve a sí mismo agonizando. En lugar de temer, decide vivir sin miedo, aprendiendo que lo importante no es la muerte, sino cómo se vive antes de ella.
Un viaje hacia atrás para entender el presente
La estructura invertida de La vida de Chuck no es un capricho narrativo, sino una herramienta poderosa para transmitir su mensaje. Al comenzar con el fin del mundo y terminar en la infancia del protagonista, la película nos obliga a reinterpretar cada escena como parte de un proceso de despedida. El apocalipsis no es más que una metáfora del cuerpo de Chuck apagándose, mientras su mente reconstruye los momentos más significativos de su vida. Esta idea se refuerza con la aparición de personajes que no envejecen: no son fantasmas ni seres mágicos, sino recuerdos que resurgen en su conciencia.
Uno de los momentos más impactantes ocurre cuando Chuck, aún adolescente, entra en el ático de la casa familiar —un espacio que simboliza la mente— y se ve a sí mismo muriendo. Esta visión no lo paraliza, sino que lo libera. Decide no vivir con miedo al final, sino abrazar la vida con gratitud. Esta decisión conecta con la lección que le dejó su abuelo: lo más doloroso no es la muerte, sino la anticipación de perder a alguien. Así, Chuck elige soltar el peso de lo inevitable y enfocarse en lo maravilloso del trayecto.
Entre lo que fue y lo que pudo ser
La película también plantea una reflexión sobre las decisiones que tomamos. Chuck soñaba con ser bailarín, pero terminó siendo contador. Esta elección, aunque práctica, representa cómo muchas personas sacrifican sus pasiones por estabilidad. Flanagan no juzga esta decisión, sino que la presenta como parte del dilema humano: vivir con responsabilidad o perseguir lo que nos hace vibrar. En ese sentido, La vida de Chuck no solo habla de un hombre, sino de todos nosotros.
El final, que muestra a Chuck como un niño curioso y lleno de posibilidades, cierra el ciclo con una nota esperanzadora. La película no termina con su muerte, sino con su vida. Nos invita a preguntarnos qué recordaríamos en nuestros últimos segundos, quiénes aparecerían en nuestra despedida, y si lo haríamos con gratitud o arrepentimiento. En definitiva, La vida de Chuck es una obra que transforma la muerte en un homenaje a la existencia, y que nos recuerda que cada momento vivido tiene un valor incalculable.
Alba Benito
Periodista porque uso el teclado para algo más...Periodista porque uso el teclado para algo más que jugar a videojuegos. Un día me colé en una fiesta de Miley Cyrus y creo que por eso estoy aquí.