Muere Rafael Cuesta a los 56 años, hermano de Blanca Cuesta y cuñado de Borja Thyssen

Borja Thyssen y Blanca Cuesta, en el Museo Nacional Thyssen-Bornemisza, (2024). / Europa Press Entertainment
Nos repiten una y otra vez que la vida hay que disfrutarla en el momento porque todo puede cambiar en un segundo. Quién le iba a decir a Blanca Cuesta, la mujer de Borja Thyssen, que seis días después de que estuviera celebrando la boda entre Francesca Thyssen-Bornemisza y Markis Reymann, tendría que estar lamentando la muerte de su hermano Rafael a los 56 años a causa de una enfermedad contra la que estuvo luchando con muchas dificultades y conscientes de cuál sería el desenlace.
"Lo peor es contemplar el sufrimiento de un hijo cuando ya no existe esperanza y la ciencia médica no puede hacer nada más", expresaba una fuente cercana a Vanitatis –primer medio en informar de la noticia- sobre el dolor de la familia en estos momentos.
Sus padres estuvieron pendientes de la enfermedad de su hijo desde el primer momento con los conocimientos propios de un cirujano torácico jubilado del Hospital Mútua de Terrassa (Miguel Cuesta), y una enfermera de profesión (Heidi Unkhoff).
LOS40
LOS40

Rafael creció en un ambiente familiar marcado por la vocación sanitaria, el servicio, la discreción y el cariño. Blanca Cuesta es la hermana menor en la familia Cuesta-Unkhoff, con tres hermanos mayores varones, todos nacidos en Alemania excepto ella.
La relación entre hermanos era cercana. Blanca siempre ha hablado de su familia como su refugio frente a la exposición pública que ha venido con su vida junto a Borja Thyssen, su marido. Rafael fue parte de esos lazos que mantuvieron a la familia unida, aun ante la adversidad.

La enfermedad y los últimos meses
No se ha hecho pública la naturaleza exacta de la enfermedad que aquejaba a Rafael. Lo que sí se conoce es que su padecimiento se alargó durante varios meses —incluso años— y que la familia ha estado atenta a su evolución, con visitas, acompañamiento constante y la toma de decisiones difíciles.
Miguel y Heidi, sus padres, han compartido en los medios que uno de los aspectos más duros ha sido acompañarlo cuando “ya no hay futuro vital” y los esfuerzos médicos ya no bastan. Expresaron el dolor que supone ver sufrir a un hijo cuando los recursos y las esperanzas se agotan. Ese testimonio ha marcado uno de los rasgos de esta historia: el valor de acompañar, de no minimizar el dolor, de la presencia en lo último.
Aunque la enfermedad nunca ha sido detallada públicamente, está claro que hubo tiempo para despedidas, reconocimiento del fin, y para mostrar el afecto que Rafael despertaba en quienes lo querían y admiraban.
Discreción compartida, duelo íntimo
La familia ha optado por mantener el proceso con discreción. No han trascendido muchas declaraciones con detalles médicos ni imágenes públicas del deterioro, sino expresiones de dolor, de gratitud por los mensajes de cariño, y de la unión familiar frente a la pérdida.
Blanca Cuesta ha estado especialmente conmocionada; muchos medios la describen como devastada, recogida, refugiándose en su núcleo familiar. Borja Thyssen, su esposo, también ha mostrado cercanía y contención. Los padres, Miguel y Heidi, agradecen los apoyos externos, pero insisten en la importancia del silencio, del recogimiento.
Legado de Rafael
Rafael Cuesta no era una figura pública en el sentido mediático, pero su existencia significaba muchísimo para quienes lo rodeaban. Era parte de esa red íntima que sostiene a Blanca, una hermana para quien la familia ha sido un pilar. Era hijo de padres dedicados al cuidado de otros, lo que define una herencia de compasión, de entrega y de valor ante lo difícil.
Sus años de enfermedad, la manera en que fue acompañada su despedida, la manera en que la familia aceptó la realidad sin renunciar al cariño, dejan una lección de humanidad: que a veces el acto más valiente es simplemente estar, acompañar, sostener, reconocer los límites y despedirse con amor.
La noticia ha generado un movimiento de condolencia en el círculo cercano de Blanca y Borja, sus amistades, allegados a la familia y medios de sociedad. La pareja ha recibido mensajes de solidaridad, apoyo emocional y reconocimiento por la forma digna en que han enfrentado estos días.
Los padres han expresado lo irracional que resulta ver morir a un hijo, la impotencia, el deseo de que los médicos hagan algo más, pero reconociendo que hay situaciones en que la ciencia ya no puede. Eso fue lo más destacable de lo que Rafael dejó como huella: dolor profundo, certeza de que la fragilidad humana no es vergüenza, sino parte de lo que somos.












