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¿Qué piensan (y sienten) los animales? Esto es lo que dice la ciencia

Cada vez hay más evidencias de que muchas especies tienen conciencia, emociones e incluso sentido del futuro.

La ciencia sabe cada vez más sobre cómo perciben el mundo los animales. / Daniel Garrido

Durante siglos se pensó que los animales actuaban únicamente por instinto, sin pensamientos ni emociones reales. El ser humano los concibió como una suerte de autómatas sin alma ni derechos, destinados únicamente a servir como recursos para la explotación de toda clase. Pero las últimas décadas de investigación científica van en una dirección clara: muchas especies poseen capacidades cognitivas y emocionales complejas, comparables en no pocos aspectos a las humanas. Un equipo de neurocientíficos de la Universidad de Houston, por ejemplo, ha documentado que elefantes, chimpancés, leones o aves rapaces muestran lo que se conoce como “control ejecutivo”: la habilidad de evaluar opciones y tomar decisiones orientadas a un objetivo, algo que hace no mucho tiempo se consideraba exclusivo del ser humano.

Las distintas especies ven el mundo de manera diferente. / Daniel Lozano Gonzalez

También hay pruebas de memoria, empatía y planificación. Investigaciones recogidas por la 'Stanford Encyclopedia of Philosophy' señalan que los cuervos y las cornejas son capaces de fabricar y usar herramientas, y que los elefantes y los perros poseen memoria emocional, lo que les permite reconocer a individuos y reaccionar según experiencias pasadas. En 2021, un estudio publicado en la revista 'Frontiers in Systems Neuroscience' identificó seis indicadores que permiten inferir conciencia en animales: comportamiento intencional, aprendizaje complejo, memoria episódica, representación del entorno, percepción multimodal y planificación del futuro.

Más allá del instinto

El terreno emocional también ha dado giros inesperados. En 2011, un estudio de la Universidad de Newcastle publicado en ‘Science’ reveló que las abejas pueden mostrar pesimismo: tras sufrir una sacudida que simulaba peligro, reaccionaban de manera más temerosa ante estímulos ambiguos, como si anticiparan un resultado negativo. En otra investigación, realizada por la Universidad de Bristol, se observó que las gallinas pueden empatizar: su ritmo cardíaco y su conducta cambian al ver a otra gallina sufrir, lo que indica contagio emocional. Incluso los ratones de laboratorio muestran sesgos cognitivos similares al "estado de ánimo" humano: tienden a responder de forma más optimista o pesimista dependiendo de su experiencia previa.

Los animales sienten mucho más de lo que se creía, según la ciencia. / Raul Ortin

Estos descubrimientos confirman que el sufrimiento y las emociones no son patrimonio exclusivo del ser humano. En 2012, la Declaración de Cambridge sobre la Conciencia, firmada por neurocientíficos de todo el mundo, reconoció que mamíferos, aves e incluso pulpos poseen estructuras neurológicas capaces de generar experiencias conscientes, es decir, sensaciones como placer, miedo o dolor. En paralelo, un estudio coordinado por la Universidad de Montreal y publicado en ‘Philosophical Transactions of the Royal Society’ propone adoptar una visión "biocéntrica": dejar de medir la inteligencia animal según patrones humanos y valorar las capacidades de cada especie dentro de su propio contexto ecológico.

Varios países, entre ellos España, ya reconocen a los animales como "seres sintientes" en sus códigos civiles

Aceptar que los animales piensan y sienten tiene consecuencias éticas y legales profundas. Si un pulpo, un cerdo o una urraca son capaces de sufrir o anticipar el futuro, nuestra relación con ellos debería cambiar para dar paso a una basada en el respeto. En el pasado, textos como la Declaración Universal de los Derechos de los Animales, promulgada en 1978, trató de poner las bases para garantizar su bienestar. Hoy, varios países, entre ellos España, ya los reconocen como "seres sintientes" en sus códigos civiles. Y aunque no dejan de ser declaraciones de intenciones meramente simbólicas que no se traduce en una protección efectiva, pueden ser un primer paso. Quizá en un futuro nos preguntemos cómo pudimos tratar tan mal a seres que se parecen mucho más a nosotros de lo que pensábamos.