Sesenta años del día en que The Beatles fueron nombrados caballeros
La reina Isabel II los condecoró en el palacio de Buckingham
The Beatles, con las medallas que acreditan su condición de miembros de la Orden del Imperio Británico. / Bettmann
En octubre de 1965, el mundo ya se rendía a los pies de The Beatles. Con apenas cinco años de carrera, el cuarteto de Liverpool había pasado de tocar en clubes de Hamburgo a revolucionar la cultura popular global. La “beatlemanía” era un fenómeno planetario: discos en lo más alto de las listas, giras multitudinarias y una influencia que trascendía lo musical. Eran, literalmente, los cuatro jóvenes más famosos del planeta. Y el Reino Unido, consciente del valor simbólico y económico de su éxito, decidió concederles un reconocimiento sin precedentes: el título de Miembros de la Orden del Imperio Británico, un honor que tradicionalmente se reservaba a militares, diplomáticos y figuras de la alta sociedad.
El 26 de octubre de 1965, John Lennon, Paul McCartney, George Harrison y Ringo Starr acudieron al palacio de Buckingham, impecablemente vestidos con trajes oscuros y corbata, para recibir la distinción de manos de la reina Isabel II. El acto fue breve, solemne y algo surrealista. En un gesto que mezclaba humor y asombro, la reina sonrió ante los cuatro muchachos de cabello largo que habían puesto al mundo entero a bailar. La ceremonia se desarrolló con la formalidad británica habitual: una breve reverencia, unas palabras de agradecimiento y la entrega de la insignia —una cruz esmaltada con las iniciales del monarca reinante— que los acreditaba como miembros de la orden.
Fuera del palacio, miles de fans esperaban desde la madrugada para verlos pasar, entre gritos, pancartas y flashes. Era la primera vez que la monarquía británica abría sus puertas a figuras del pop, y la decisión no estuvo exenta de polémica. Algunos condecorados renunciaron a sus propias distinciones en protesta, alegando que premiar a un grupo de rock era una trivialización del honor imperial. Pero el gesto de la reina fue también una forma de reconocer que The Beatles habían cambiado la imagen del Reino Unido en el mundo: eran su nuevo rostro, moderno, creativo y universal.
La policía trata de contener a las fans de The Beatles a las puertas del palacio de Buckingham el 26 de octubre de 1965. / Hulton Deutsch
La anécdota más célebre de aquel día, que durante años circuló como rumor y luego fue confirmada a medias por John Lennon, tuvo lugar en uno de los baños del palacio. Según el propio Lennon contó tiempo después, antes de entrar a la sala de audiencias, los cuatro se refugiaron en el lavabo para calmar los nervios... fumándose un porro. McCartney, siempre más diplomático, matizó años más tarde que en realidad habían encendido un simple cigarrillo. Sea como fuere, la historia quedó para siempre como una de las escenas más irreverentes y divertidas del mito beatle: cuatro chavales de Liverpool fumando en los baños de Buckingham antes de saludar a la reina.
El título que recibieron, Member of the Order of the British Empire (MBE), forma parte de una de las distinciones más antiguas del Reino Unido, creada por el rey Jorge V en 1917. Se otorga a ciudadanos británicos o extranjeros que han contribuido de forma significativa a la nación en campos como las artes, la ciencia, la caridad o el servicio público. En el caso de The Beatles, la justificación oficial decía que “habían aportado una gran influencia al entretenimiento británico y al prestigio internacional del país”.
Aquella mañana de octubre, The Beatles se comportaron con la corrección que exigía el protocolo, pero con la ironía habitual que los acompañaba. John, el más contestatario, bromeó a propósito de las quejas diciendo que “si hubiéramos sido soldados y hubiésemos matado a gente, nadie habría protestado”. Paul, más pragmático, lo interpretó como “un reconocimiento al éxito de la música popular, que también forma parte de la cultura británica”. El gesto, en realidad, selló el tránsito del pop de mero entretenimiento juvenil a fenómeno cultural con legitimidad propia.
Cinco años más tarde, en 1969, Lennon renunció públicamente a su MBE, enviando la insignia de vuelta al palacio de Buckingham en protesta por la participación británica en el conflicto de Biafra y por el apoyo del gobierno a Estados Unidos en Vietnam. Su carta, que firmó con ironía, decía: “Devuelvo mi MBE como protesta contra el papel de Gran Bretaña en Nigeria, el apoyo a Vietnam y porque 'Cold turkey' está cayendo en picado en las listas”. Era el Lennon de la contracultura, coherente con su espíritu rebelde y siempre dispuesto a desafiar las instituciones.
A sesenta años de aquel 26 de octubre, la imagen de los cuatro Beatles saludando a la reina sigue siendo una de las más icónicas de su carrera. Representa el momento en que la cultura popular invadió los salones del poder, cuando el rock dejó de ser un entretenimiento menor para convertirse en parte del patrimonio británico. Aquellos chicos que una década antes tocaban en clubes de Hamburgo entraban, literalmente, en la historia del Reino Unido.
Porque, como escribió un periodista inglés aquel día, “si el Imperio tiene caballeros, ellos son los de la guitarra eléctrica”. Y seis décadas después, el eco de aquel reconocimiento sigue sonando tan fuerte como los acordes de “A hard day’s night”.