Madonna vs Elvis: el día que la Reina del Pop empató con el Rey del Rock
Con ‘Hung up’, la Ambición Rubia logró su 36ª entrada en el Top Ten de la lista de Billboard
Madonna, en una presentación de 'Hung up'. (Photo by Lester Cohen/WireImage for The Recording Academy) / L. Cohen
El 6 de noviembre de 2005, la historia del pop vivió un momento simbólico. Madonna, con una canción que hacía bailar a medio planeta, entraba en el Top 10 de la lista Billboard Hot 100 y, con ello, empataba con Elvis Presley en un récord que parecía intocable: 36 canciones en dicho Top 10. El Rey del Rock y la Reina del Pop quedaban así unidos en una línea invisible, separados por medio siglo de música y por un mismo instinto de supervivencia.
Para Madonna, aquella gesta tenía un sabor especial. Su nuevo single, “Hung up”, no solo marcaba su regreso a las pistas de baile, sino también su reencuentro con un público que la había dado por amortizada tras el tibio recibimiento de American life (2003). Lo que nadie esperaba era que, con una canción construida sobre un sample de ABBA, Madonna volviera a situarse en la primera línea del pop mundial, demostrando que los iconos —los auténticos— no envejecen, se transforman.
En 2005, Madonna tenía 47 años y una trayectoria que ya rozaba lo enciclopédico: dos décadas de reinvenciones, controversias, reinados y renacimientos. Pero “Hung up” fue algo más que un éxito: fue una declaración de principios. La canción, producida junto a Stuart Price (el mismo que años después trabajaría con Kylie Minogue y The Killers), condensaba en cuatro minutos la esencia de la artista: ritmo, ironía, nostalgia y control absoluto de su imagen.
El gancho principal era el sample de “Gimme! Gimme! Gimme! (A man after midnight)” de ABBA, un préstamo cuidadosamente negociado con Benny Andersson y Björn Ulvaeus, que solo habían autorizado el uso de su catálogo en contadas ocasiones. El resultado fue un híbrido entre el disco setentero y la electrónica del nuevo milenio, una especie de puente generacional donde Madonna funcionaba como médium entre dos eras del pop. “Time goes by… so slowly”, cantaba, y el tiempo, efectivamente, parecía detenerse.
Madonna - Hung Up (Live at the 2006 Grammy Awards)
Cuando “Hung up” irrumpió en Billboard, Madonna se convirtió en la segunda artista en la historia en alcanzar las 36 canciones en el Top 10, igualando la marca de Elvis Presley, que se mantenía imbatida desde los años sesenta. Más que una cifra, era una metáfora del relevo entre dos mitos que habían cambiado la cultura popular a su manera. Elvis había llevado la sensualidad al rock; Madonna había llevado la provocación al pop. Ambos habían desafiado los límites de su tiempo, ambos habían convertido el cuerpo en un mensaje.
La canción se mantuvo once semanas en el Top 10 estadounidense, fue número uno en más de 40 países —entre ellos Reino Unido, España, Canadá y Australia— y vendió más de nueve millones de copias entre físicas y digitales. En las pistas de baile, fue omnipresente: el regreso de la Madonna que todos querían volver a ver, la que dominaba la radio y los clubes con un golpe de cadera y una idea brillante.
El videoclip, dirigido por Jonas Åkerlund, reforzó ese renacer. Madonna, enfundada en un body rosa y tacones imposibles, bailaba en gimnasios, calles y discotecas, en una coreografía que evocaba los años setenta y ochenta, pero con una energía que seguía siendo suya. En un momento en que el pop parecía dominado por las nuevas estrellas —Beyoncé, Britney, Christina Aguilera—, ella volvió a imponer las reglas del juego.
“Hung up” fue el primer sencillo del álbum Confessions on a dance floor, publicado unas semanas más tarde. El disco, de sonido homogéneo y sin baladas, fue una celebración del dance europeo y de la cultura del club, una especie de espejo luminoso en el que Madonna reflejaba su historia y la de todos los que alguna vez habían bailado sus canciones. El éxito fue inmediato: número uno en más de 40 países y más de 10 millones de copias vendidas, consolidando su regreso tras un periodo incierto.
Pero lo más interesante fue el simbolismo del empate con Elvis. Si el rock había nacido como el lenguaje de la juventud y el deseo, Madonna lo había traducido al siglo XXI en clave femenina, global y queer. Elvis agitó las caderas; ella agitó el concepto de identidad. Elvis desafió la moral de su tiempo; ella desafió las convenciones del suyo. “Hung up” no era solo una canción pegadiza: era la confirmación de que Madonna seguía escribiendo su propia historia sin pedir permiso.
Aquel récord fue breve —años después sería superado por Drake y Taylor Swift—, pero su valor histórico permanece intacto. Fue el momento en que la reina se sentó junto al rey, no para destronarlo, sino para recordarle que el pop, como la vida, se alimenta de quienes se atreven a empezar de nuevo.
Veinte años después, “Hung up” sigue siendo más que un éxito de Madonna: es una cápsula de tiempo, el instante exacto en que la música popular cerró un círculo. Elvis y Madonna, dos caras del mismo mito: el del artista que se niega a desaparecer, aunque el reloj siga corriendo tan despacio.