Gil Scott-Heron: crónica de un poeta que inventó el rap sin saberlo

Las revoluciones no suelen ser televisadas en prime time. y mucho menos en los años 60. ¿Quién era Gil Scott-Heron (Chicago, 1949) y por qué fue tan importante su obra?

Gil, hijo de una cantante de opera afroamericana y un futbolista jamaicano, supuso una revolución en sí. Ideó y creó el rap antes de que nadie supiese qué era eso o en qué iba a convertirse el hip hop. Seguramente, su amor por la literatura y talento innato para la escritura tuvieran mucho que ver en el nacimiento de esta proeza. Por muchos, es considerado el primer rapero de la historia. ¿Cómo es posible? Este gran artista y visionario lo vio claro: quiso ser reaccionario sin que le picase tampoco lo suficiente a nadie como para llegar a tintes violentos. Gil afrontó el racismo, la segregación y la desigualdad social, la brutalidad policial y la hipocresía del sistema por medio de la poesía.

El precursor del rap

No hay medio más violento que unas palabras potentes y que resuenen con fuerza, pero con el equilibrio perfecto entre ser prudente y saber que, en cuanto la cosa se tornara violenta, ya no había nada que hacer. Algo muy poco común para aquella época, pues Nueva York en los años 60 y 70 era un punto clave de efervescencia política y reaccionaria ante problemas que merecían también dicha respuesta.

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Nueva York estaba en llamas y las y los afroamericanos se quemaban con ella; cada cual encontró su arma arrojadiza. Gil le puso música a la suya, dando origen a lo que hoy conocemos como rap y a toda una cultura a su alrededor: el hip hop. El rap no es otra cosa que poesía, normalmente con un mensaje potente o reivindicador, con una base musical. Heron lo hizo primero.

A pesar de ser considerado unos de los padres del género, Gil siempre miró con cierta distancia la deriva que tomó el rap con los años. En Message to the Messengers enviaba un saludo a las nuevas voces surgidas del gueto, aunque no ocultaba su decepción ante su falta de respeto por las raíces, su obsesión por las armas y la manera en que representaban a las mujeres. Aquel aviso no fue atendido. Sin embargo, su legado musical quedó marcado en la historia: se cuentan más de setenta fragmentos de su obra reutilizados por distintos raperos.

Sus mejores trabajos

Con una Nueva York vibrante y convulsa como escenario, Gil Scott-Heron comenzó en los años sesenta a moverse entre los clubes de jazz y los círculos literarios de poetas del Greenwich Village. Desde el principio quiso unir la música y la palabra. En 1970 grabó su primer trabajo, Small Talk at 125th and Lenox, acompañado apenas de un bongó y su piano. Aquel disco fue el punto de partida de toda su carrera y contenía la primera versión de una de las piezas más potentes e influyentes del siglo XX, The Revolution Will Not Be Televised. En ella, Gil disparaba un mensaje urgente contra el conformismo, denunciando que las verdaderas transformaciones sociales jamás recibirían atención en los grandes medios.

Su obra maestra fue Pieces of a Man (1971), un disco donde te asomas a las entrañas del poeta, del músico y de la persona. Creó su propio género musical, mezclando jazz, soul y funk con bases de piano y flautas. Este álbum cuenta con algunas de las obras maestras de la historia de la música como The Revolution Will Not Be Televised, Home Is Where the Hatred Is y Lady Day and John Coltrane. En este disco colaboró con músicos de primera línea, como el legendario contrabajista Ron Carter, lo que amplió su sonido hacia territorios donde el jazz y el soul se entrelazaban con naturalidad. En sus letras hay dolor y desgarro. En temas como Pieces of a Man o Did You Hear What They Said?, narra la desesperanza, la violencia y la pérdida de la identidad en una sociedad quebrada.

En 1974 se unió al teclista Brian Jackson y juntos firmaron Winter in America. De ese trabajo nació The Bottle, una canción optimista y con aire caribeño que escondía un retrato de las adicciones, la pobreza y las cárceles que golpeaban con más fuerza a la población negra y obrera. Al año siguiente, Heron reafirmó su compromiso político con el lanzamiento de Johannesburg, un tema que denunciaba el apartheid en Sudáfrica.

Un trágico final para un trágico genio

A mediados de la década, un cambio en el foco dejó a Gil muy apartado de la escena, lo que le llevó a lugares un poco oscuros. Llegó la música disco, y con ella se fue olvidando dónde estaba el foco de los problemas. La evasión y las luces brillantes invadieron la escena. Ya no interesaba escuchar a Heron hablando de los problemas tan graves que se vivían en los barrios más precarios de América día a día.

El poeta fue pasando a la historia hasta convertirse en objeto de museo, representando todo lo que está bien pero que había dejado de cumplir su utilidad comercial. Gil vivió en sus carnes las predicciones de sus palabras: la revolución dejó de televisarse, pero él no iba a ser parte de eso. Algo realmente digno de admirar: morir con las botas puestas. Muchos lo desearíamos y pocos pueden.

Esto llevó a nuestro genio a caer en las garras de aquello que tanto quiso evitar: la cocaína fumada, comúnmente conocida como crack. Dato que me parece importante destacar es que el crack o la cocaína fumada tenía una pena mucho mayor en Estados Unidos, droga consumida mucho más en barrios empobrecidos y con mayoría de población negra, en comparación con la pena que tenía la cocaína en polvo, que era mucho menor y consumida mayoritariamente por gente blanca.

Esto fue su kriptonita. En 2001 y en 2006 fue condenado por posesión de cocaína e ingreso en prision, a partir de este momento todo fue cuesta abajo. El crack se llevó su creatividad y su fuerza para hacer nueva música. En tan solo 12 años, entre 1970 y 1982, sacó 12 álbumes; en los 28 años siguientes solo pudo sacar dos nuevos trabajos más. Al final, algo horrible le había arrebatado la fuerza.

¡Larga vida a Gil!

Gil fue un corazón puro en este mundo, un mundo que no trata bien a las almas buenas. Gil cayó en las drogas, y en comparación con muchos de los que se consideran sus discípulos, él hizo todo lo contrario: jamás engrandeció o endiosó a las drogas como algunos de sus seguidores. La diferencia es que a Gil nadie le rindió un digno homenaje, como a muchos de aquellos que se enorgullecen de drogarse o traficar con la misma.

El artista fue víctima del sistema, de nacer en una piel que automáticamente le condenó y de intentar cambiar unas normas que incluso hasta nuestros días perduran. A veces los corazones buenos son los que menos soportan el peso de este mundo, no por débiles, todo lo contrario. Gracias, Gil, por enseñarnos lo que es un mundo bueno y justo. Gracias por enseñarnos a luchar desde el amor y las palabras. Y gracias por regalarnos un mundo más bello y lleno de canciones y trabajos que hacen de este planeta un lugar más respetable y llevadero.

Finalmente Heron murió a los 62 años. Sus aportaciones al mundo son incontables como para reducirle a un final o un principio, sus obras hablan por el. Larga vida a Gil y larga vida a las revoluciones que no se televisan, que son las que cambian el mundo.