Comer como antes para salvar el futuro: la dieta mediterránea es más moderna que nunca
Hoy se celebra el Día Mundial de la Dieta Mediterránea, un modelo que no solo mejora la salud, sino que también puede ayudar a frenar el cambio climático.
La dieta mediterránea tiene importantes beneficios para la salud y el planeta. / Monica Bertolazzi
Es uno de esos días del calendario de fechas destacadas que mucha gente pasa por alto. Y sin embargo, su importancia para nuestro bienestar y la salud del planeta es clave. Este jueves se celebra el Día Mundial de la Dieta Mediterránea, y en El Eco de LOS40 queremos volver a ponerla en valor. ¡Todo el mundo a la mesa!
Pero lo primero es lo primero: saber de qué estamos hablando. ¿Qué es exactamente la dieta mediterránea? No se trata de una moda ni una lista cerrada de alimentos, sino más bien de un modo de entender la comida e incluso la propia manera de vivir. Su base está en los productos frescos, de temporada y de proximidad. En los países del entorno mediterráneo, como España, Italia, Grecia, y Marruecos, esto se traduce en abundancia de frutas, verduras, legumbres, cereales integrales, frutos secos y aceite de oliva virgen extra como grasa principal, y en el hecho de que los ultraprocesados apenas tengan cabida. Pero más allá de lo que se come, también importa cómo se come: despacio, en compañía y con respeto por el producto y la tierra que lo produce.
Numerosos estudios han demostrado su capacidad para reducir el riesgo de enfermedades
Este patrón alimentario, declarado Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por la UNESCO, ha sido ampliamente estudiado y refrendado por la comunidad científica. Numerosos trabajos, entre ellos el conocido estudio español PREDIMED, han demostrado su capacidad para reducir el riesgo de enfermedades cardiovasculares, diabetes tipo 2, hipertensión y algunos tipos de cáncer. Las personas que siguen una dieta mediterránea presentan menores niveles de colesterol, mejor control de la glucosa y una esperanza de vida más larga y saludable. Además, su riqueza en antioxidantes, grasas insaturadas y fibra contribuye a mantener un sistema inmunitario más fuerte y un envejecimiento más lento. En definitiva, comer como lo hacían nuestras abuelas no solo es sabio: es científicamente recomendable.
La dieta que cuida el planeta
Pero hay otro motivo para reivindicar hoy la dieta mediterránea: su potencial ambiental. Según estudios publicados en revistas como 'Public Health Nutrition' o 'Sustainability', seguir este patrón alimentario reduce notablemente la huella ecológica en comparación con dietas más carnívoras o basadas en ultraprocesados. Al priorizar alimentos vegetales y de proximidad, las emisiones de gases de efecto invernadero se reducen, el consumo de agua y energía es menor y la presión sobre los suelos agrícolas disminuye. Investigaciones recientes del Instituto de Salud Global de Barcelona apuntan a que adoptar una dieta mediterránea puede disminuir hasta un 30 % las emisiones relacionadas con la alimentación.
La dieta mediterránea es mucho más que una forma de comer. / Kristina Vianello
El impacto no es solo climático: este modelo impulsa la agricultura local, protege los ecosistemas y favorece la biodiversidad. Los olivares, los huertos, los viñedos o los almendros no solo producen comida, también configuran paisajes, fijan población en el medio rural y conservan tradiciones que forman parte de la identidad mediterránea. Comer de forma sostenible es, en cierto modo, una forma de resistencia cultural.
La paradoja es que, pese a sus beneficios, la dieta mediterránea se está perdiendo justo en los países que le dieron origen. El aumento del consumo de carnes rojas, refrescos y ultraprocesados amenaza con borrar un modelo alimentario que ha demostrado ser tan saludable para las personas como para el planeta. Recuperarlo no significa renunciar al progreso, sino reinterpretarlo: apostar por mercados locales, cocinar más en casa, respetar la estacionalidad y disfrutar de cada comida como un acto de conexión con la naturaleza.