Una década de ‘25’: el disco que confirmó a Adele como la voz de su generación
Su single ‘Hello’ fue número uno directo en la lista de LOS40

Adele, en concierto en Colonia (Alemania), en diciembre de 2015. (Photo by Sascha Steinbach/Getty Images) / Sascha Steinbach
El 20 de noviembre de 2015, Adele puso en circulación 25, un álbum que llegaba después de un silencio largo y que terminó convirtiéndose en uno de los mayores fenómenos discográficos del siglo XXI. Diez años después, la efeméride invita a mirar atrás y recordar en qué punto se encontraba la artista británica antes de aquel lanzamiento, cómo tomó forma un disco escrito casi como una carta a su propio pasado y qué supuso para la industria un álbum capaz de romper récords en plena era del streaming.
Cuando Adele comenzó a preparar 25, ya no era una promesa. Era, sin discusión, la voz más influyente surgida en la década de 2010. 19 (2008) la había presentado como una cantautora soul con un potencial inmenso, pero fue 21 (2011) el que la catapultó al estatus de icono mundial. Sus canciones sonaban en todas partes, su nombre llenaba estadios y su voz, entre desgarrada y contenida, se convirtió en una especie de refugio emocional compartido por millones de personas. A esas alturas, Adele había ganado Grammys, había vendido discos a un ritmo que no se veía desde los noventa y había demostrado que la emoción pura todavía podía arrasar en un mercado dominado por la electrónica y el pop de producción milimétrica.
Tras el terremoto de 21, el parón fue deliberado. Adele desapareció del foco mediático para centrarse en su vida personal, su maternidad y una calma que no había tenido desde su explosión global. De aquella pausa nació 25, un álbum construido sin prisas, en sesiones dispersas y con productores que sabían que estaban trabajando con una artista que no necesitaba fórmulas ni artificios. Mark Ronson, Greg Kurstin, Ryan Tedder o Paul Epworth, entre otros, aportaron sus ideas, pero el núcleo emocional siguió siendo la voz de Adele y su habilidad casi instintiva para convertir cualquier emoción en una melodía inolvidable.
LOS40 Classic
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Si 21 miraba a la devastación amorosa, 25 miraba al tiempo. Era un disco sobre crecer, sobre asumir lo perdido y lo ganado, sobre reconciliarse con uno mismo. En sus canciones había nostalgia, culpa, ternura y una sinceridad desarmante. El álbum se abría con “Hello”, un single que convirtió su estreno en un acontecimiento global y que devolvía a Adele al centro del mapa musical. Su lanzamiento fue una especie de terremoto cultural: el videoclip batió récords, la canción se convirtió en número uno en medio mundo y en España entró directamente al número uno de la lista oficial de LOS40, un hito reservado a muy pocos.

“Hello” marcó el tono del disco: una producción elegante, sobria, que daba todo el espacio posible a la voz. 25 era Adele en estado puro, pero con una madurez nueva. En “When we were young”, evocaba la sensación de verte desde lejos en tu propia memoria; en “All I ask”, entregaba una de las grandes baladas de su carrera; y en “Send my love (to your new lover)” abría una ventana a un sonido más rítmico sin perder un ápice de identidad. No era un álbum rupturista, pero sí uno que entendía perfectamente quién era su autora y qué esperaba el público de ella: emoción, contundencia interpretativa y una escritura que le habla al oyente sin intermediarios.
La repercusión comercial fue descomunal. 25 vendió más de 3,4 millones de copias en su primera semana en Estados Unidos, un récord histórico que nadie ha logrado superar. En Reino Unido superó el millón en apenas diez días y en España se convirtió en uno de los álbumes internacionales más vendidos del año. Era un momento en el que el streaming ya empezaba a dominar el mercado, y, aun así, la gente hacía cola para comprarlo en formato físico. Su capacidad para movilizar al público recordaba a los grandes lanzamientos de los noventa, cuando un disco podía convertirse en un acontecimiento generacional.
La gira mundial que siguió al lanzamiento fue otro triunfo. Adele llenó estadios con una facilidad apabullante y demostró en directo que su voz, lejos de necesitar trucos, crecía aún más en vivo. Cada concierto era casi una liturgia: voz, piano, orquesta y un silencio respetuoso del público que no se escucha con casi ningún otro artista.
Mirado hoy, 25 no es solo un éxito gigantesco: es la confirmación de una artista que logró mantenerse fiel a sí misma en un momento en el que todo parecía empujar en sentido contrario. En un mundo acelerado, Adele entregó un disco que pedía detenerse, escuchar y sentir. Y el público lo entendió al instante. El disco sigue representando ese raro equilibrio entre lo íntimo y lo masivo, entre la vulnerabilidad y la contundencia. Fue un álbum que redefinió el éxito en una industria que parecía haber olvidado que una sola voz —si es la correcta— puede volver a mover montañas.












