Cotorras, mapaches, avispas asiáticas… estas son las especies no nativas de la Península que viven entre nosotros

Un completo estudio llevado a cabo en España y Portugal ha puesto cifras a la presencia de especies de otras latitudes.

El mapache, una de las especies que se ha adaptado a la Península. / Enn Li  Photography

España y Portugal albergan más de 1.200 especies no nativas, muchas de las cuales se han adaptado con éxito en ríos, parques y ciudades. Un equipo de 23 investigadores, coordinado desde la University of South Bohemia y con participación de la Estación Biológica de Doñana y otros centros de la Península Ibérica, ha recopilado el primer recuento exhaustivo de estas especies, que incluyen plantas, insectos, aves y mamíferos. Aunque no todas son invasoras, alrededor del 10% ya se consideran capaces de alterar ecosistemas y causar problemas económicos.

Entre los ejemplos más conocidos destacan las cotorras argentinas, cuya población podría superar los 30.000 individuos en España, y los mapaches, presentes en diez comunidades autónomas desde su aparición en Madrid en 2003. Los castores, liberados en el Ebro el mismo año, colonizan ahora cuencas como la del Tajo y el Guadalquivir. Las avispas asiáticas, llegadas hace dos décadas, se expanden por toda España con nidos de hasta 2.000 ejemplares, y han causado ya víctimas mortales. Entre las plantas, el camalote, originario de América del Sur, ocupa un 20% del tramo español del río Guadiana.

Las cotorras argentinas están muy presentes en los parques urbanos españoles. / Dorit Bar-Zakay

El estudio también destaca especies acuáticas peligrosas, como el mejillón cebra, presente en ocho demarcaciones hidrográficas y capaz de producir un millón de huevos al año por hembra. Su expansión provoca daños en infraestructuras y genera costes elevados: solo en Aragón se invirtieron más de 11 millones de euros en intentos de erradicación. En total, entre 1997 y 2022, las especies exóticas invasoras han supuesto un gasto estimado en España de 232 millones de euros, de los cuales dos tercios se destinaron a actuaciones posteriores a la invasión.

¿Cómo llegan?

La mayoría de estas especies llegaron a la Península de forma indirecta: muchas escaparon de jardines, viveros, acuarios, zoológicos o domicilios, mientras que otras viajaron inadvertidas en transportes terrestres, marítimos o aéreos. Los movimientos se intensificaron desde la Revolución Industrial, y el comercio y tráfico ilegal continúan favoreciendo la llegada de animales y plantas exóticas. Recientemente, el Seprona intervino en un refugio ilegal de Ávila 472 animales, incluyendo tortugas, geckos y tarántulas.

Su presencia provoca cambios ecológicos significativos

La distribución de estas especies no es homogénea: las áreas costeras y las zonas urbanas concentran la mayoría de los asentamientos, destacando Andalucía, Cataluña y la Comunidad Valenciana como puntos calientes. Su presencia provoca cambios ecológicos significativos, desde la desaparición de especies autóctonas hasta la transformación de ecosistemas, además de representar un riesgo para la salud humana. La erradicación completa es prácticamente imposible, ya que basta que queden unos pocos individuos para que la población se multiplique rápidamente.

Los investigadores advierten que la vigilancia y el control requieren coordinación internacional y recursos adecuados. Las listas oficiales de especies exóticas invasoras no incluyen el 36% de las que generan costes, por lo que los datos se quedan obsoletos con rapidez. Contener las especies ya presentes y prevenir la llegada de otras nuevas se presenta como la estrategia más realista para proteger la biodiversidad y minimizar los daños económicos en la Península Ibérica.