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Coldplay y ‘A head full of dreams’: diez años del álbum que convirtió la euforia en su seña de identidad

El disco multicolor de la banda británica se publicó hace justo una década

Coldplay, en concierto en 2024. / Kevin Mazur/AMA2015

Cuando Coldplay lanzó A head full of dreams el 4 de diciembre de 2015, el grupo británico llegaba a un punto peculiar de su carrera. Llevaban más de una década como uno de los grandes nombres del pop-rock mundial, pero venían de un álbum, Ghost stories, que había sorprendido a muchos por su tono íntimo, casi ascético, marcado por la ruptura sentimental de Chris Martin. La banda parecía necesitar un espacio silencioso para recomponerse. Lo que nadie esperaba es que, justo después, llegaran con su trabajo más luminoso, colorido y expansivo.

Coldplay ya no era el grupo tímido de Parachutes ni los arquitectos sonoros de Viva la vida. A esas alturas, eran una maquinaria internacional capaz de mover estadios, redes sociales y tendencias musicales. Pero algo en ellos seguía empujando a buscar un nuevo capítulo. A head full of dreams surgió como ese cambio de ánimo: un proyecto que quería sonar a celebración, a salida del túnel, a contraste absoluto con su predecesor. Si Ghost stories miraba hacia dentro, A head full of dreams miraba directamente al cielo, a los fuegos artificiales y a un público dispuesto a cantar cada frase sin pensar demasiado.

El disco se grabó entre Malibú y Londres, con la producción de Rik Simpson y Stargate, dos nombres que ya apuntaban a un enfoque más pop, más brillante. Desde el primer segundo se nota: el tema que da título al álbum abre con guitarras bañadas en luz, percusiones saltarinas y un Martin que suena más liviano que en años. A partir de ahí, el disco se mueve entre paisajes de electrónica suave, funk pulido, coros festivos y un uso de colores (literal y sonoros) que se convirtió en parte de la estética oficial de la era.

Uno de los rasgos más comentados fue la colaboración. Coldplay invitó a Beyoncé en “Hymn for the weekend”, una de las canciones que más recorrido comercial tuvo, además de Noel Gallagher, que aportó guitarra en “Up&up”, y Tove Lo, que participó en “Fun”. Era una forma de abrir ventanas, de airear su sonido y demostrar que podían moverse en terrenos pop sin perder identidad. Cada colaboración parecía pensada para aportar un matiz emocional distinto, y eso le dio al álbum una textura más amplia que otros trabajos del grupo.

¿Evolución o giro comercial? Depende de a quién se le pregunte. Para algunos, el disco consolidó una etapa más abierta y orientada al gran público; para otros, fue una continuación natural de la línea experimental del dúo Mylo Xyloto / Ghost stories. Lo cierto es que A head full of dreams marcó una especie de etapa “multicolor” en la banda, una en la que las canciones buscaban enganchar desde el optimismo, aunque sin renunciar del todo a la sensibilidad clásica de Coldplay. Temas como “Adventure of a lifetime” o “Birds” reflejan esa mezcla: ritmos bailables, guitarras limpias y letras que funcionan tanto en un estadio como en un auricular.

En lo comercial, el disco funcionó como un cohete. Fue número uno en buena parte de Europa, número 2 en Estados Unidos (solo superado por el imparable 25 de Adele) y acumuló certificaciones de platino en numerosos países. Además, sirvió de base para una de las giras más espectaculares de la década, la A head full of dreams tour, que puso a Coldplay tocando ante millones de personas en estadios de todo el mundo, con pulseras luminosas, confeti interminable y un despliegue visual que se convirtió en marca de la casa.

Coldplay - Adventure Of A Lifetime (Official Video)

En España, el disco también funcionó con fuerza. “Adventure of a lifetime” y “Hymn for the weekend” se convirtieron en imprescindibles de LOS40 (el primero fue número uno en enero de 2016), y el álbum consolidó el idilio del grupo con el público español, que ya era sólido desde principios de los 2000.

Con el paso del tiempo, A head full of dreams ha quedado como un disco que divide menos de lo que parecía. Quizá porque resume una faceta de Coldplay que los seguidores reconocen fácilmente: la capacidad de convertir emociones colectivas en canciones diseñadas para compartirse. Hay trabajos más introspectivos, más arriesgados o más oscuros, pero pocos tan abiertamente luminosos como este. Y esa decisión —la de abrazar el color sin complejos— terminó marcando su identidad para toda una generación.

Que Coldplay decidiera cerrar su primera etapa discográfica con un álbum así tiene sentido visto desde hoy. Era una despedida parcial, un cierre de ciclo que, lejos de sonar solemne, apostaba por la luz, la energía y el movimiento. A head full of dreams sigue ocupando ese lugar en su discografía: el del disco que no tiene miedo de celebrar, incluso cuando llega después de una tormenta.