Animal Man: el superhéroe de DC que no conocías llega a las tiendas en su mejor etapa

Animal Man es uno de esos héroes de DC que siempre han vivido en segunda fila, pero que, cuando alguien se decide a hacer algo interesante con él, es capaz de dejar una huella enorme. La etapa de Jeff Lemire en los New 52, que hoy recopila Panini en un Omnibus de tapa dura y tamaño deluxe, es exactamente eso: una reivindicación total del personaje y, al mismo tiempo, un cómic de terror, de superhéroes y, por encima de todo, de familia.

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Buddy Baker, Animal Man, no es el típico héroe perfecto vestido de 'spandex'. Es actor de serie B, ha tenido sus quince minutos de fama, y ahora intenta ganarse la vida como puede mientras hace malabares para ser marido y padre. Su poder, en teoría, suena casi hasta simpático: está conectado a un campo mórfico que le permite acceder a las habilidades de cualquier animal cercano. Durante mucho tiempo ha sido el héroe raro, el tipo humano, entrañable y un poco torpe en medio de dioses y millonarios en armadura.

Lemire coge todo eso y le da la vuelta desde el primer número. La serie arranca dejando claro que el centro de esta historia no es tanto Buddy como su familia, y en especial su hija pequeña, Maxine. Ella resulta ser la futura Avatar de La Rojo, la fuerza primordial que conecta a todos los seres animales del planeta. Buddy descubre que sus poderes no eran simplemente “poderes” sino la manifestación de algo mucho más grande, y que él ha sido casi un ensayo general de lo que representa su hija. Esa revelación convierte su vida en una pesadilla a cámara lenta: de repente, la familia Baker se convierte en objetivo de La Putrefacción, una fuerza que encarna la muerte, la descomposición y el final de todos los ciclos naturales.

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A partir de ahí, la serie se mueve en un terreno muy peculiar. Sí, hay superhéroes, peleas y viajes a otras dimensiones, pero el tono está mucho más cerca del terror que de la aventura clásica. El dibujo de Travel Foreman en el arranque, con esas anatomías imposibles y criaturas que parecen sacadas de una pesadilla biológica, marca un clima de horror corporal que sorprende en un cómic mainstream de DC. Extremidades retorcidas, cuerpos que se abren como flores podridas, animales transformados en monstruos… La Putrefacción no es solo un enemigo abstracto, es un asalto directo al cuerpo, a la carne y a la idea misma de vida. Cuando Steve Pugh toma el relevo gráfico, ese horror se mantiene pero gana un punto de solidez y claridad que encaja muy bien con el desarrollo más emocional de la trama, sin perder el asco cuando hace falta. Hacia el final, Rafael Albuquerque aporta su trazo más suelto, muy adecuado para una recta final que se vuelve especialmente íntima y dolorosa.

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Todo este desfile de pesadillas funcionaría peor si no estuviera anclado a algo muy concreto: la familia. Lemire tiene clarísimo que lo interesante de Buddy Baker no es que pueda imitar a un tigre, sino que es un padre desesperado. Cada decisión, cada sacrificio, pasa por la pregunta silenciosa de “¿qué implica esto para Ellen y los niños?”. Maxine, que empieza como una niña adorable con poderes que se le escapan, va creciendo como personaje hasta convertirse en una auténtica fuerza de la naturaleza, sin dejar de ser esa niña a la que su padre intenta proteger. Ellen, por su parte, no se queda en la caricatura de “esposa del superhéroe”: su relación con Buddy se resquebraja, se recompone, se tensa y se llena de reproches muy humanos cuando la tragedia golpea de verdad. Lemire no tiene miedo de llevar a la familia Baker a lugares muy oscuros, y precisamente por eso los momentos de cariño y ternura duelen más.

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En paralelo, hay un elemento que conecta esta etapa con el Universo DC profundo: la relación con La Cosa del Pantano. Animal Man es el Avatar de La Rojo (el reino animal) y La Cosa del Pantano es el Avatar de La Verde (el reino vegetal). Estas dos fuerzas primordiales, junto con La Putrefacción, se convierten en los vértices de una guerra cósmica por el equilibrio de la vida.

Otro aspecto interesante es cómo Lemire utiliza la fama de Buddy. En el arranque, Animal Man ha ganado cierta notoriedad por una película independiente, y eso provoca que su dolor, su duelo y sus problemas familiares se conviertan en espectáculo mediático. La serie aprovecha esto para lanzar dardos a la cultura de la celebridad y al circo de la prensa sensacionalista, al tiempo que refuerza la sensación de que Buddy no controla nada: ni el relato público de su vida, ni su papel como héroe, ni, desde luego, el destino de su hija.

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En cuanto a la edición de Panini, el Omnibus en tapa dura y tamaño deluxe recoge toda la etapa de Lemire al completo (con sus veintitantos números, los Annuals y los cruces imprescindibles con Swamp Thing) en un volumen espectacular de esos que da prestigio a cualquier estantería. Es un volumen grueso, pensado para leerse como una saga cerrada: empiezas con una familia más o menos normal cuya realidad se resquebraja y terminas con un cierre que, sin hacer trampas, mezcla tragedia, sacrificio y un cierto consuelo agridulce muy marca de la casa Lemire. Una historia que sienta mucho mejor leída del tirón, se aprecia mejor la evolución de Maxine, el desgaste emocional de Buddy y Ellen, y la manera en que el horror inicial va dando paso a una especie de mito personal sobre lo que significa ser padre, hijo, avatar de fuerzas primordiales y, aun así, un ser humano que puede equivocarse.

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La etapa New52 de DC Comics tuvo algunas de las mejores historias que ha dado la editorial. La etapa de Jeff Lemire en Animal Man es una de las mejores lecturas que puedes comprar en 2025. Convierte a un héroe de fondo en el centro de una historia poderosa, profundamente humana y, en muchos momentos, incómoda.

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Desde que Panini se ha hecho con los derechos editoriales de DC, nos recuerda que no todo es Batman y Superman y que el catálogo de la editorial esconde verdaderas joyas ocultas que merecen ser descubiertas.

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