Del sol al enchufe: ¿cómo funciona realmente una placa solar?
Una guía sencilla para entender cómo la luz del sol se convierte en energía renovable para tu casa.

Todo lo que siempre quisiste saber sobre la energía solar. / Matt Blyth
Cada vez vemos más tejados cubiertos de placas brillantes que giran hacia el sol. La energía solar ya no es cosa del futuro: está en los pueblos, en las ciudades y hasta en los balcones. Pero, ¿alguna vez te has parado a pensar cómo funciona exactamente una placa solar? ¿Cómo es posible que algo tan intangible como la luz se transforme en electricidad capaz de encender una bombilla, un altavoz o un portátil? La respuesta está en una mezcla perfecta entre física, materiales inteligentes y el poder inagotable del sol.
En España, donde tenemos más de 2.800 horas de sol al año, la energía solar vive un boom histórico. En 2024, el autoconsumo creció un 30 % y miles de hogares ya producen parte (o toda) su electricidad desde el tejado. Entender cómo lo hacen no solo es útil: también nos ayuda a valorar el potencial de una fuente de energía que no contamina, no se agota y puede ser nuestra aliada frente al cambio climático.

Las placas solares ya forman parte del paisaje urbano. / Europa Press News

Las placas solares ya forman parte del paisaje urbano. / Europa Press News
Todo empieza cuando la luz del sol, formada por millones de diminutas partículas llamadas fotones, golpea la superficie de una placa solar fotovoltaica. Esta está compuesta por celdas de silicio, un material que tiene una propiedad muy especial: cuando la luz incide sobre él, libera electrones. Esos electrones se mueven y generan una corriente eléctrica.
LOS40
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Las celdas se conectan entre sí para formar un panel solar, que convierte la radiación solar en corriente continua (DC). Pero como los electrodomésticos funcionan con corriente alterna (AC), hace falta un pequeño cerebro electrónico: el inversor, que transforma esa energía para que pueda usarse en casa.
Una instalación media puede evitar la emisión de más de 30 toneladas de CO2
Desde ahí, la electricidad se distribuye al cuadro general y alimenta la vivienda. Si sobra, se puede almacenar en baterías o verter a la red eléctrica, recibiendo a cambio una compensación económica. Una placa solar no tiene piezas móviles, no hace ruido y necesita muy poco mantenimiento: basta con mantenerla limpia y libre de sombras. Además, su vida útil supera los 25 años. En ese tiempo, una instalación media puede evitar la emisión de más de 30 toneladas de CO2, el equivalente a plantar unos 1.500 árboles.
El rendimiento depende de la orientación (mejor al sur), la inclinación y la cantidad de sol que reciba la zona. Por eso comunidades como Andalucía, Castilla-La Mancha o Murcia son auténticos paraísos solares, aunque cada vez más ciudades del norte instalan placas gracias a la bajada de precios y las ayudas públicas.
Del tejado al futuro
La revolución solar no solo está en los hogares individuales. Muchas zonas rurales han creado cooperativas energéticas que comparten instalaciones y reducen la factura colectiva. También hay tejados solares comunitarios en edificios, granjas solares flotantes sobre embalses y proyectos de carreteras fotovoltaicas en marcha.
Todo esto forma parte de un cambio profundo: pasar de depender de combustibles fósiles a producir nuestra propia energía. Cada rayo de sol que aprovechamos es un pequeño paso hacia un planeta más limpio y autosuficiente.












