La revolución de las bicicletas de carga: ¿puede una familia vivir sin coche?
Las cargo bikes, independientemente de que sea eléctricas o no, prometen cambiar la movilidad urbana. Os contamos qué son, cómo funcionan y qué dicen la normativa sobre ellas en España y Europa.

Las bicicletas de carga cada vez se ven más en las calles. / Chicago Tribune
A estas alturas, seguro que las has visto en alguna ocasión. Y si has viajado a países como Dinamarca o Países Bajos, estás perfectamente familiarizado con ellas. Las bicicletas de carga (también llamadas por su denominación en inglés, cargo bikes) son bicicletas diseñadas para transportar personas o bienes en su estructura frontal o trasera: desde niños y la compra semanal hasta muebles pequeños o paquetes. Un prodigio sobre ruedas cuya historia se remonta al siglo XIX y que en las últimas décadas se han convertido en habituales en países del norte de Europa, donde las distancias urbanas y la cultura ciclista las hicieron comunes.
Casi como con cualquier bicicletas, existen modelos de cargo-bikes de dos o tres ruedas, con cajas delanteras (las más habituales) o traseras, plataformas largas o versiones que admiten remolque; muchas llevan asistencia eléctrica para sortear pendientes y distancias. Y, por supuesta, la opción de que sean o no de pedaleo asistido: las llamadas e-cargo bikes.

Un empleado de limpieza, en una bicicleta de carga en Londres. / Richard Baker

Un empleado de limpieza, en una bicicleta de carga en Londres. / Richard Baker
En los últimos años el crecimiento de este tipo de vehículos ha sido notable. A nivel europeo las ventas de cargo bikes han subido de forma sostenida en la última década y el mercado de e-cargo bikes se considera una de las apuestas con más potencial dentro de la movilidad urbana eléctrica. Los datos muestran años de fuerte crecimiento hasta estabilizarse en cifras elevadas: la tendencia general en Europa es clara: más familias y negocios optan por ellas para trayectos cotidianos.
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¿Y en España? También han irrumpido en nuestras calles, aunque de manera más discreta. Tras el boom (y el posterior estancamiento) de la venta total de bicicletas que experimentó el sector en nuestro país tras la pandemia de coronavirus, las cargo bikes han venido registrando un crecimiento porcentual por encima del promedio de mercado y una presencia cada vez mayor en ciudades como Barcelona, Madrid o Valencia. Además, la producción nacional y la oferta de modelos eléctricos están ampliando las posibilidades para quienes contemplan prescindir del coche.
Una alternativa en ciernes
Y esa es, quizá, la pregunta del millón: ¿Puede una familia vivir sin coche usando solo una cargo bike? Depende. Para familias urbanas con trayectos cortos (colegio, supermercado, actividades) muchas experiencias demuestran que es perfectamente posible. Por ejemplo, con una bicicleta de carga que lleve una caja delantera con dos asientos y un portabultos que acepte sillitas, mochilas y la compra. En el caso de vivir en una ciudad con desniveles, la asistencia eléctrica amplía el radio de acción. Pero hay límites: los viajes largos, los desplazamientos interurbanos o determinadas rutinas que requieren mucho peso todavía pueden hacer necesario un coche en ciertos contextos. Por eso la fórmula práctica para muchas familias es combinar la cargo bike con el transporte público y servicios puntuales de coche, o incluso coche compartido.
Muchas administraciones ofrecen subvenciones para este tipo de bicicletas
¿Y qué dice la normativa? España ha ido aclarando poco a poco su trato a estas bicis: la Dirección General de Tráfico y diversas autoridades locales han confirmado que las cargo bikes pueden llevar pasajeros y que, en general, se aplican a ellas las mismas reglas que a las bicicletas, aunque las ciudades pueden regular aspectos específicos, como los lugares de estacionamiento, el acceso a carriles bici o el uso de remolques. Además, muchas administraciones ofrecen subvenciones para e-bikes y, en algunos casos, ayudas específicas más generosas para bicicletas de carga, lo que está facilitando su compra.

Una mujer lleva a un niño en una bicicleta de carga en Utrecht, Países Bajos. / Pierre Crom

Una mujer lleva a un niño en una bicicleta de carga en Utrecht, Países Bajos. / Pierre Crom
Pero aún queda mucho para que nuestras ciudades se parezcan a las de Ámsterdam o Copenhague. Y hay importantes retos por delante. Uno de ellos es precio, dado que las cargo e-bikes son caras. Otro, las condiciones de almacenamiento. Y por último, la necesidad de infraestructuras seguras, algo que muchos ciclistas potenciales considera imprescindible para lanzarse a pedalear. Pero quien las prueba no duda de sus ventajas: menos emisiones, menos ruido, calles más habitables y ahorro a medio plazo. Todo, sin hablar de lo extremadamente divertido que es conducirlas. Por todo ello, la bicicleta de carga puede dejar de ser una excepción y convertirse en una alternativa viable para muchos ciudadanos.












